-¡Caballeros, denle nariz a eso! -dijo mi amigo el Nene causando una mezcla de risa y asentimiento generalizado de los viajeros que se atiborraban al principio de la guagua, mientras el grupo de rusos recién ascendido en la anterior parada, continuaba conversando con el conductor del autobús preguntando algo referente a la dirección a donde se dirigían.
Yo no me había enterado de cual era la procedencia de aquel supuesto fuerte olor que llevó a mi amigo a “pitar” de ese modo, porque me encontraba un poco más adentro, hacia el centro, aprisionado por el resto de componentes de aquella morcilla ambulante encargada de trasladar al pueblo trabajador. Continuar leyendo