Por: Adriana Santa Cruz
Muchas veces escuchamos la frase “Es mi estilo” como una manera de justificar determinados usos alejados de la norma. En esta entrada vamos a definir estos dos términos que parecen antitéticos. Decimos “parecen” porque norma y estilo no siempre están tan alejados uno del otro.
Para comenzar, norma es el “conjunto de criterios lingüísticos que regulan el uso considerado correcto”. Otra acepción del diccionario de la RAE nos agrega que es la “variante lingüística que se considera preferible por ser más culta”. Hasta acá el razonamiento es fácil: hay usos correctos y otros incorrectos, y hay usos más cultos que otros; en consecuencia, una buena redacción debería acatar determinadas normas.
En cuanto al estilo, se define como la “manera de escribir o de hablar peculiar de un escritor o de un orador. El estilo de Cervantes”. De esto podríamos deducir que, si hay una manera de escribir propia de cada uno, que imprime un carácter personal a nuestros textos, no queda mucho lugar para la norma. Pareciera que la norma comprime, obliga, achata mientras que el estilo nos da alas, nos da permisos, nos individualiza.
Es cierto que, especialmente en lo literario, es lícito hablar de un estilo personal: basta con leer un cuento de Jorge Luis Borges y otro de Julio Cortázar para verificar el sello que distingue a cada uno de estos autores. Sin embargo, hay otra definición más amplia de estilo y es la que da Mijail Bajtin (en Estética de la creación verbal, 1982). Cuando este autor desarrolla la noción de géneros discursivos, nos habla de enunciados relativamente estables que pertenecen a las diversas actividades humanas y que se caracterizan por tener una estructura, un tema y un estilo.
De lo anterior se infiere que cada género tiene un estilo particular: literario, periodístico, académico, administrativo, religioso, etc.; presenta reglas que se verifican en la sintaxis, en el vocabulario, en el uso de determinados recursos, y esas reglas deberían cumplirse, porque si escribiera una noticia periodística como si fuera un ensayo académico, mis lectores se confundirían. Es importante tener en cuenta que los géneros, entre otras cosas, establecen pautas acerca de cómo leer y cómo escribir un texto, y esto colabora, en gran medida, para que haya una comunicación adecuada.
Algunas pautas estilísticas relacionadas con los géneros son:
-Género periodístico (noticia): preferencia por oraciones cortas con una sintaxis no compleja, vocabulario no específico.
-Género académico: objetividad; vocabulario específico; rígida normativa relacionada con las citas, la bibliografía y las notas al pie; uso de recursos explicativos y argumentativos.
-Género literario: sin dudas, es el más libre, el ámbito donde están permitidas las mayores trasgresiones, pero es ilusorio creer que la trasgresión de la norma, por sí misma, produzca escritos geniales. Cuando José Saramago, Julio Cortázar, Oliverio Girondo –por mencionar algunos– dejan de lado algunas reglas del idioma, lo hacen con una intencionalidad, y ahí está la clave.