La ropa me emociona. Para mí salir a mirar vidrieras es una fiesta. Cuando era chica quería ser vendedora de ropa y para mis cumpleaños pedía que me regalaran vestidos, “juguetes no”, decía al borde del llanto.
Me cuesta entender la pretensión de la moda por parecer inteligente. Es como esas chicas lindas que necesitan contar que leen, que van a museos o que miran cine japonés para justificarse, como si tuvieran que pedir perdón por algo. Insisten en autosubestimarse como si la inteligencia fuera tan importante. Confunden los términos, en todo caso habría que redefinir el concepto de inteligencia y empezar desde ahí todo de nuevo. Pero no es este el momento ni el lugar para hacerlo y, además, no nos interesa.