Cuando tenía 14 años me mudé a un barrio tranquilo. Como siempre quise: ¡podía ir al colegio en bicicleta!
Iba por la calle de al lado de la vías del tren y entre árboles que formaban techos de ramas, pasaba por casas que me encantaba mirar (me re gusta cuando se puede ver por las ventanas adentro de las casas y los departamentos).
Hacía el mismo recorrido que hace el chico de la película “Nadar Solo”.
Después, viviendo otra vez en Capital la bici dejó de ser el transporte diario. Me acostumbré a la rutina de viajar apretada en subtes y colectivos.