Me levante corriendo en la parte de respiración Ujjayi de la clase de yoga. Me parece incómodo salir a la calle en calzas pero pensé “no hay tiempo!!”, hice un bollito con el jean y abrí la puerta despacito. Adri estaba de espaladas. Cerré también despacito, me trepé a la bicicleta y pedalié con todas mis fuerzas. Hice fragmentos de nam myoho rengue kyo, respiraba fuerte, hacía ruidos, no me preocupaban los autos que venían de frente, los pozos o los cordones los agarraba fuerte “qué tarada” me repetía. La imagen de mi perro encerrado en la cocina, el agua hirviendo con las habas quemadas, el fondo se empieza a poner negro, ¿qué va a empezar a quemar el fuego cuándo no le quedé más olla?. Desde algún lado una alarma de camión de bomberos o de policía era lo único que escuchaba.
Llegué a la puerta de casa, desde afuera todo parecía normal. El piso 16, visto desde abajo, tranqui. El ascensor en planta baja. La respiración un poco normal otra vez.
Tiró la bicicleta en el pasillo, abró, las ventanas del departamento todas empañadas, la luz de las estrellas o las eléctricas de la calle y las demás casas iluminándolo todo. Vapor pesado de olor a habas. Prendó la luz, el perro está intacto, agitado como siempre que se quedá solo y ladra y trata de romper lo poco que le queda a mano. Todavía queda mucha agua en la olla, ni siquiera están tiernas las habas. Abrazo a mi perro, lo amo. No voy a volver a ser tan idiota.