Por: Nicolás Mavrakis
Autor #12
Nombre: Valeria Tentoni
Edad: 27
Libro: El sistema del silencio (17grises, 2012)
Temas: Vínculos familiares. Infancia. Juventud.
Por qué hay que leerlo: Valeria Tentoni desplaza su voz de esa concepción anticuada que entiende el vínculo entre literatura y género como un mandato que permite narraciones estéticamente pobres siempre y cuando se sostengan vagas concepciones feministas, como ejercicio ascético de difusas ansias de reivindicación narcisista o como simples retratos de la vida íntima, entre el sentimentalismo y la paranoia, representados en un teatro pasional incapaz de sostenerse más allá del valor banal de la anécdota autobiográfica. Ese desplazamiento del lugar común hace de El sistema del silencio una lectura interesante a priori. Así, entre otros de intensidad variable, el territorio de Valeria Tentoni es la red de sentidos que dan forma a lo familiar. Es desde la mirada de lo siniestro —donde lo familiar se vuelve extraño, según la fórmula psicoanalítica— que los personajes y la red de afinidades tejidas entre ellos cobra un sentido que no invita jamás a constatar la cómoda naturalidad de los vínculos familiares sino que los cuestiona desde tensiones subterráneas como el sexo, el odio, el resentimiento, el deseo y la muerte.
De esa manera, el silencio no como elemental vacío sino como palabra velada desde la fuerza de lo no-dicho se transforma en el núcleo —y hay una destreza más poética que prosaica en la escritura de Valeria Tentoni para imprimir ese efecto del estilo en sus cuentos— alrededor del cual se develan los múltiples malentendidos que sostienen el frágil andamiaje de lo familiar y su intensa capacidad para contaminar el resto de la experiencia social. En la línea de novelas como Los años que vive un gato, de Violeta Gorodischer (Tamarisco, 2011), los cuentos de El sistema del silencio son junto a El loro que podía adivinar el futuro (Nudista, 2012) de Luciano Lamberti y Can solar (17grises, 2012) de Carlos Godoy, lecturas imprescindibles entre las más relevantes del año.
¿Por qué leer El sistema del silencio en el futuro?
Qué preguntita… No sé. Me gusta creer que todavía puedo mejorar, y estoy siempre dispuesta a aprender. Pienso las cosas que escribo como intentos (in-tentos: un prefijo que me borra el apellido, lo que yo era hace un rato) y, jugando un poco más, «a tentoni» en italiano quiere decir «a tientas». Así que escribiendo soy como alguien que manotea en falso en la oscuridad. Alguien que se despierta en mitad de una noche tal vez infinita –«El universo (que otros llaman la Biblioteca)…»– y no encuentra el interruptor de la luz. Y está bien así, yo no quiero estar lista. A veces es un poco angustiante, pero es mejor igual. Me entreno en la tolerancia de habitar la pregunta, no quiero responder nada. Entonces, de algún modo, aspiro a que en el futuro yo haya podido escribir libros mejores y que este sea eso, un primer intento, un primer ejercicio de corrosión.
¿Papel o bytes?
Trabajé como correctora para una editorial jurídica mientras estudiaba derecho y en unos meses mi miopía empeoró hasta dejarme en una isla rodeada de nubes. De la computadora, entonces, no leo. No tengo reader, todavía; me aseguran que no es una amenaza para mi vista, pero tengo que decir que, por lo menos por ahora, no me atrae. Encuentro muchos puntos a favor en los ebooks; económicos, ecológicos, de distribución, de disponibilidad de los catálogos, de difusión, etc. Pero sigo comprando libros en papel, sigo subrayándolos, cuando pienso en publicar sigo aspirando al papel. Sigo amando mi biblioteca, sigo en la gula de traerme para casa libros de mesas de saldos -otros rescatan perros-, recorro librerías para encontrar tal o cuál título en una aventura que no sé cómo podría replicarse de modo virtual. Hablo con los libreros, también se me da por hablar con las personas que andan por ahí buscando lo suyo; soy socia de una biblioteca popular de donde me traigo ejemplares que pasaron por decenas de manos y eso me fascina. Cuando voy a la casa de alguien que lee le miro la biblioteca descaradamente, como si le estuviese leyendo la carta astral, qué se yo. Las bibliotecas me maravillan, la reunión de tomos, de colores y de formas me maravilla, la manera en la que se apilan y se aplastan y se reúnen, el olor que despiden los libros, el tacto de la hoja. No estoy lista para resignar eso. Supongo que ambos formatos están destinados a una convivencia que durará mucho tiempo y en algún momento me voy a conseguir un lector.