“Hitler vivió en Argentina tras la Segunda Guerra Mundial”. Esto es lo que afirma categóricamente Abel Basti y parte de lo que hablamos en la edición de anoche de La Señal (ciencia y misterios). Claro que no todas las opiniones coinciden, pero el periodista insiste en tener las pruebas para poder afirmar que “no es cuestionable” la presencia del líder de la Alemania Nazi en nuestro país.
“El conjunto de documentos, pruebas y detalles hace que esto lo tenga aceptado internamente”, me dice Abel Basti tras remarcar que hace 20 años que la vida de Adolf Hitler en Argentina es su principal desvelo. Habla desde Bariloche, localidad que solemos relacionar al turismo o la energía nuclear, pero que desde hace unos años se viste de connotaciones fundamentales en todo lo que concierne a la instalación de mitos y realidades sobre la llegada y acogida de criminales de guerra enrolados en el infame período de auge del Nacional Socialismo germano.
La pregunta es simple y grave al mismo tiempo: ¿vivió Hitler en Argentina tras la Segunda Guerra Mundial?
“Para mí esto no es una cuestión opinable”, responde Abel Basti con tranquilidad antes de comentar cómo es que se adentró en el que puede ser uno de los capítulos más oscuros y curiosos de la historia Argentina de mediados del siglo XX: “En los años noventa, trabajando como periodista, corresponsal de la Agencia DIN, me tocó cubrir el caso de Erich Priebke que era un capitán de las SS que estaba viviendo en Bariloche. Todo ese tiempo mi trabajo era escribir sobre los Nazis”.
Las historias fueron apareciendo entre la información del caso que se le había encargado cubrir y, de a poco, el periodista fue armando un rompecabezas que lo dejó perplejo y que divide en una trama de dos partes: “Lo primero es el escape, la salida, la farsa del suicidio y la trama que le permite a Hitler llegar hasta la Argentina y la segunda parte es su vida en el exilio. Con respecto al escape en sí mismo, leyendo los medios de la época, uno ve que al menos en el año 1945 todos hablaban del escape de Hitler, no hablaban del suicidio con excepción de los mismos nazis que habían creado esta historia. Pero es muy impresionante ver esas declaraciones de época donde por ejemplo Stalin afirma que Hitler se fue con presunto destino a España o Argentina”.
Abel Basti sigue dando ejemplos de lo que se comentaba por aquellos años hasta que llega al bando de los Aliados. Es muy interesante el dato que arroja y es que el mismo Eisenhower (entre los años 1952 y 1953) afirma que no existe evidencia de que Hitler se haya suicidado. “Y no habiendo cadáver Alemania no lo declara muerto. O sea que el estatus de Hitler terminada la guerra es de un ciudadano vivo sin juicios en su contra, consecuentemente no hay denuncias ni procesamientos ni orden de captura”, aclara Basti antes de dar una vuelta de rosca sorprendente: “El único testigo que asegura que se suicidó estaba en el bunker que toman los soviéticos y sucede que es el Jefe de Choferes del Führer, amigo de Hitler de toda la vida y que es el que dice que «el jefe se pegó un tiro, lo quemamos y no quedó nada». Pero es un relato del bando de los nazis del que se desprende la historia que va a prevalecer como versión cuasi oficial”.
“La única evidencia del suicidio de Hitler es un trozo de cráneo que se guarda en los archivos federales de Moscú y que hace un par de años fue analizado por un equipo forense americano, quienes hicieron una pericia de ADN, llegando a la conclusión de que este pedazo de hueso con un agujero de un disparo no es de un hombre, es ADN femenino; asi que esa unica prueba del suicidio queda descartada de plano”.
Lo escucho y parece muy claro: para que Hitler sobreviviera al final debería haber contado con apoyo y logística de una red o un sistema que lo contuviera. Si comenzamos por que el supuesto suicidio lo elimina automáticamente de la lista de acusados de Núrenberg… bueno, podríamos decir que las hojas del libro de historia se han mojado y huelen a podrido. Basti comienza esta etapa de su versión en el momento en que los nazis son rechazados por los rusos y se dan cuenta de que todos los caminos conducen a perder la guerra: “Ellos ya en 1943 saben que van a perder la guerra, que no pueden combatir contra todo el mundo así que elaboran desde esa fecha un «plan b», alternativo y de evacuación, en caso de que los soviéticos avancen sobre Alemania, como finalmente ocurre. Este plan contemplaba la evacuación de todo lo que era el capital alemán: patentes, documentos, desarrollos, personas de ciencia y especialistas en estrategia, además de gran cantidad de hombres. Entonces lo que necesitan los nazis es llegar a algún tipo de acuerdo, no político sino militar, con los americanos para que este plan se ejecute efectivamente”.
Siempre según las investigaciones de Abel Basti, los americanos aceptaron de muy buena gana recibir el capital alemán: cerebros, armas y programas secretos que explicarían la famosa operación “Paperclip”, de cuya existencia es prueba la participación de Wernher von Braun (creador de los misiles V2) en el programa Apollo, que llevó el hombre a la Luna. “Paperclip es una de las facetas de esta operación, ya que contemplaba por un lado científicos y técnicos y por el otro un rubro que no está definido mediante el cual podían facilitar el ingreso de cualquier nazi a Estados Unidos. Esto es demostrable y cuantificable porque a Estados Unidos ingresaron miles de nazis, no solo científicos, sino también criminales de guerra y una gran cantidad de militares. Por ejemplo, los instructores de los Boinas Verdes, si uno ve el legajo, son todos de las SS. Así que lo que hicieron los americanos fue reciclar estos cerebros en un objetivo común que era la lucha contra el comunismo”.
Dado el contexto, este acuerdo habría dejado vía libre para el escape de Adolf Hitler y su posterior “desaparición” en tierras patagónicas. Entonces la curiosidad se focaliza en otro tema clave y es el porqué de la predilección nazi por el sur de América. Basti me dice que todo viene de la Primera Guerra Mundial, momento en el que se desarrolla una batalla naval en inmediaciones de las islas Malvinas. También, por aquella época, se establecieron colonias alemanas y algunas terminarían siendo parte esencial de ese “plan b”. Si se suman los miles de kilómetros de costas y fronteras apenas custodiadas y cierta simpatía (en círculos particulares) con el régimen, el resultado se hace claro: Argentina era ideal.
TRAS LOS PASOS DE LAS POLÉMICAS
“Pasa que es muy joven”, me dice Abel Basti cuando le pregunto por la negativa de Sergio Widder a la posibilidad de que Hitler hubiera escapado a nuestro país. Es que hace apenas dos semanas le pregunté al presidente del centro Simón Wiesenthal que pensaba al respecto y me respondió que “es imposible que haya sucedido”. “Están los informes desclasificados de inteligencia y tengo filmaciones con testimonios de gente que estuvo con él (Hitler) en Argentina”, me dice Basti aclarando que para afirmar o negar que el líder de la Alemania Nazi haya escapado, es necesario contar con pruebas. Como dije, parte de ellas serían los archivos desclasificados que demuestran que todos los servicios secretos del mundo estaban al tanto del escape y que pueden ser encontrados en las galerías del sitio del autor.
Claro que de pronto aparece un punto que me deja pensando: ¿reconocería Israel que se le escapó Hitler?
Considerando el probable pacto Nazi con los aliados (aliados también de Israel) y la importancia de el apoyo americano en el contexto político internacional a la hora de defender los intereses israelitas, salta una duda que se hace incluso oscura y de la cual, quizás, nunca tengamos una respuesta. Porque como dice Basti, este es un rompecabezas que tiene muchas piezas perdidas con intención. Y de esos detalles, lejos estamos, demasiado.
Mientras tanto, la duda sigue ahí, como una pústula que nunca libera su infección ni deja de molestar.
Fernando Silva Hildebrandt.
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