Podría hablar de los misterios relacionados a las motivaciones del extremismo, del terrorismo (el más conocido y el de estado), podría buscar el debate religioso o acoplarme al pedido de “basta” en cuestiones tan terribles como las que nos tocan estos primeros días de 2015. Lo cierto es que esta vez me voy a alejar de las conspiraciones para acercarme a un misterio más complejo y duro: nosotros mismos.
Humano, palabra curiosa. Nos relaciona directamente al barro, a la tierra. Buena parte de las culturas tiene como parte del mito creacionista la aparición del ser humano de entre el barro o la arcilla, lo que en última instancia no hace sino “hermanarnos” en origen. Claro que tampoco soy de aquellos que piensa que seamos todos iguales, ante la ley si, pero celebro la diversidad como expresión de esas particularidades que nos hacen únicos e irrepetibles. Sin embargo, en el hilado más fino, en la búsqueda inconclusa de la esencia humana, veo que muchas veces somos más barro que hombres, manteniéndonos cerca de esa cosa inconclusa, sea para bien o para mal. Al fin y al cabo, la tierra no tiene la culpa de nuestras atrocidades. Continuar leyendo