PAULO COELHO – Anécdota

#ColoresDeMilagros

Estaba en Praga recorriendo sus callejuelas y castillos una vez más, acompañada esta vez de mi madre y hermana. Mi primera vez en Praga concordaba con la apertura de esta ciudad al turismo, por lo cual todavía sus callejuelas estaban impregnadas de melancolía comunista, había un dejo en sus calles de historia que te hacia suspirar. Todavía no había color a pesar de que todo se presentaba pintoresco. Volver a Praga ocho años mas tarde era como volver a otra ciudad. Se había convertido en un fiel reflejo del capitalismo, todo era turístico. Sus calles estaban repletas de souvenirs y de cafés con letreros y menúes en ingles. Todo me parecía falso y ruidoso, habían llegado los Shopping y los negocios de lujo habían terminado con algunos de los barrios emblemáticos que antes denotaban historia. Todo había cambiado.

El fiel reflejo de los relatos de Kafka se hacia borroso en esta nueva ciudad donde todo parecía comprable. Mi mama quería visitar la iglesia donde estaba el niñito de Praga, dado que su abuelo le había regalado uno cuando era chiquita. Los recuerdos de algunos objetos son acompañados por mucho afecto en la medida que pasa el tiempo y esas personas ya no están. Por más que los niñitos de Praga se encontraban por doquier como souvenir, se nos hizo difícil encontrar la iglesia que lo albergaba.

Yo no tenia tanta emoción en verlo, ni recordaba si lo había visto la anterior vez. Mis recuerdos de Praga estaban asociados a un concierto de las cuatro estaciones de Vivaldi en la Casa Municipal obra maestra del “Art Nouveau”, la visita del museo de Alfons Mucha, y una larga caminata por el Parque Letná, que a mi me resulto un bosque por la cantidad de árboles y su oscuridad en él, en compañía de un escocés que hacia años que viajaba por el mundo sin saber ya porque. Se había peleado con su padre y decidió salir a la aventura, pero ya hacia años que no sabia que lo motivaba estar de viaje. Es importante volver a casa de vez en cuando para entender la travesía, para comprender la aventura, para ver lo ganado.

También recordaba que había dormido en un hostel por un dólar la noche y que me había encontrado con tres argentinos en el concierto de Vivaldi y habíamos terminado en un bar checo tomando cervezas. A uno de los argentinos se le había puesto a charlar una checa muy simpática y bella, y había terminado viviendo una situación de película. Salio con la chica del bar y cuando estaba besándola apasionadamente en una esquina oscura cerca del lugar, apareció un hombre musculoso y grandote que le hizo saber que era el dueño de la chica y al cual debía pagarle. Ante la sorpresa del argentino, que se había sentido un ganador por haber sido el elegido por la beldad, tuvo que desembolsar los dólares que tenia en su bolsillo para no tener que enfrentarse con la bestia que no hablaba en ingles para hacerle entender del malentendido. Una hora mas tarde regresaba al bar con las manos vacías, sin la chica ni dinero pero con esta historia para contar. Así fue como me entere que dado la situación económica que se encontraba el país en ese momento-era el año 2001-, había mujeres hermosas checas en los bares que en realidad eran prostitutas que cobraban. En el momento que algún turista quería algo más el dueño de estas aparecía y terminaban cobrando sin ni siquiera haber consumido el servicio. En cambio ahora la prostitución era parte de la postal que te llevabas de Praga, cabarets a la vista, mujeres en limousines que abiertamente ofrecían sus encantos y turistas borrachos que consumían los servicios por doquier.

Pero la anécdota que les quería contar tenia que ver con mi encuentro con el autor del Alquimista. En mi interior mientras caminaba por las calles de Praga estaba buscando una señal, necesitaba algo que calmara la tempestad que se encontraba en mi interior. Me había separado de mi novio hacia solo dos meses y su recuerdo me impregnaba por doquier no dejándome avanzar ni disfrutar completamente. Había estado viajando un año entero y muchas cosas que me habían servido de sostén en lo económico sentía que llegaban a su fin. Tenia que empezar de nuevo, quería que nuevas cosas salieran a la luz, cosas que también eran parte de mi artista y a las cuales no le había dado tal vez el tiempo necesario. Llegue a la Iglesia del niñito de Praga y mientras mi mama y mi hermana se abalanzaron a su encuentro. Yo me quede a distancia, sentada en uno de los bancos, rezando, pidiendo por ayuda, por una señal. Y en ese momento de gran reflexión interior abro mis ojos y me encuentro frente a mí con una cara familiar. Un hombre calvo con colita plateada, vestido de negro, de baja estatura pero al cual no podía dejar de observar. Era Paulo Coelho, no podía creerlo, que se encontraba frente a mí, miraba a mi alrededor pero entre la gran multitud de personas que estaban adoradas al niñito de Praga ninguno reconocía a este hombre. Tal vez estaba equivocada, me preguntaba. Respete su momento de rezo y me levante detrás de el para ir a despejar mis duda.

Así fue como a la salida de la iglesia le pregunte, usted es Paulo Coelho: A lo cual me respondió que si en un perfecto español y me da la mano. En ese momento le digo lo mucho que me gusto su libro El alquimista y alguna que otra frase compartimos. Tenia gran paz interior y la posibilidad de mimetizarse entre la gente como si fuera un mago. Volví a entrar en la iglesia sonriendo al encuentro de mi mama y mi hermana a las cuales les conté del encuentro. ¿Cómo?, ¿Dónde?- me preguntaron. Pero si estaba al lado de ustedes, pensé que no les había interesado. Salieron afuera a ver si lo veían pero ya era tarde, había desaparecido entre la multitud. Parecía que yo era la única persona que se había dado cuenta de quien era en la iglesia, de alguna manera lo había podido reconocer.

En realidad mi encuentro con el, era significativo, porque era la señal que estaba buscando. De alguna forma me decía que tenia que tener paciencia y saber esperar, que iba a conseguir mi tesoro después de todo. Tenía que creer en el destino y que si las cosas suceden tienen una razón de ser. Me acorde de su frase: Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla. De alguna forma tenia que permitirme el vacío y disfrutar de este momento de incertidumbre. Las señales a su tiempo me indicarían el nuevo camino.