Había una vez una princesa que se llamaba Passio, era tan dulce e inocente que la encerraron sus padres en un bello castillo de cristal en la cima de una colina para que pudiera jugar libremente y desarrollar su creatividad sin ser perturbada por el mundo exterior.
El castillo de paredes del fino material era bastante grande. La primera planta tenía una biblioteca llena de libros previamente seleccionados por sus padres con las novelas mas sublimes, las historias de aventuras más fantásticas, tratados de filosofía y enciclopedias variadas que describían y precisaban guerras, amores, leyendas, pactos, entre otras cosas. Tenía un gran living en círculo con una amplia escalera de mármol que conducía al segundo piso donde se encontraban las habitaciones. Un jardín de invierno conteniendo flores exóticas de los cinco continentes, era el hábitat de caracoles y mariposas que revoloteaban por doquier. Una cocina con amplios ventanales se encontraba en la planta baja.
La niña creció en compañía de los animalitos del bosque. Su fiel amigo era un conejo que se llamaba Pintitas dado que era blanco como un copo de nieve y con pintitas negras en su cuerpo que parecía que usaba un traje a lunares. Dos mariposas monarcas y un bambi eran sus compañeros de juegos. Una gata muy presumida negra llamada Sufita era la guardiana del castillo. Sus padres queriendo lo mejor para ella, se olvidaron de la princesa que se encontraba en la colina.
Los años pasaron y la niña se convirtió en doncella, y la compañía de sus amiguitos no le alcanzaba. Los susurros del viento, le habían contado que las bellas princesas se encontraban con príncipes que se juraban amor eterno, como las novelas que leía. La princesa empezó a soñar con ser rescatada del castillo que cada día lo veía como una cárcel por no poder ver la realidad.
Passio realmente se había quedado encerrada, no solo Sufita la vigilaba, un bosque lleno de abetos gigantes habían cerrado el paso hacia el castillo. La princesa empezó a creer que nunca seria descubierta si seguía escondida dentro de su castillo de cristal. Descubrió que ningún caballero vendría a rescatarla y nunca podría disfrutar del goce del amor que tanto hablaban los libros que habían sido sus compañeros durante tantos años. Luego de mucho pensar decidió que tenía que hacer algo.
Así fue como una noche de luna llena en donde las estrellas brillaban sin cesar, convoco a los espíritus de la noche para que llamaran a la bruja Persuasión que tenia el poder de encantar a todos los hombres que se le acercaban.
“Buenas noches, princesa Passio. ¿Que es lo que te preocupa que requieres de mis servicios?- pregunta la bruja que se regodeaba con la idea de sacarle algo a cambio
“Buenas noches, bruja Persuasión, tu fama te precede y por eso te hice llamar. Se que seduces a cuanto hombre pasa cerca de tu perímetro y quisiera que me enseñes la lección de ser mujer fatal. Quiero conquistar al más bello caballero de estas tierras.
La bruja la contempla por unos momentos y le dice: Con tu belleza y tú gran corazón no me tendrías que preguntar mis armas de seducción.
La princesa la interrumpe y le dice: Mi belleza y mi alma no alcanzan para ser descubierta por un príncipe que me jure amor eterno. Necesito salir al mundo exterior, y solo tú podrás ayudarme para que pueda conquistar rápidamente a un hombre y volver a mi castillo para vivir felices eternamente.
La bruja no sabia que decirle a la princesa, movió su nariz y su libro de hechizos apareció en un patatín frente a sus ojos. Déjame ver si puedo ayudarte – dijo la bruja metiendo la cabeza dentro del gran libro.
Passio aferrada a su conejo pintitas espero que la bruja buscara entre sus conjuros una respuesta a sus pedidos.
La bruja la mira y le dijo: te daré una pócima para que te conviertas en una mujer sexy y apasionada para que ningún hombre se te resista. A cambio, tendrás que darme tu dulzura. Si el hombre que elijas se enamora de ti, te devolveré la dulzura e inocencia y podrás volver a tu castillo.
La princesa acepto el trato, creía que con el encantamiento que la bruja le proporcionaba encontraría a un hombre rápidamente y podría conquistarlo recobrando su dulzura que era su verdadero encanto. Lo que la princesa no sabia que justamente conquistar podría pero para que se enamorara de ella necesitaba de su alma que se la estaba olvidando.
La princesa sentía que no podía conquistar a un hombre siendo tan pura e inocente. Necesitaba ser fuerte para no sufrir. Así fue como perdió su femeneidad. Su ansia de conquista no termino, y a los hombres que conquistaba se terminaba aburriendo porque solo buscaban el placer que ella podía otorgarles pero no el amor que ella necesitaba para que le fuera devuelta su alma.
Tuvieron que pasar muchos años, muchos hombres para que Passio decidiera retornar a su castillo de cristal. Cruzo el bosque de abetos gigantes, se corto las manos, las rodillas le sangraron por treparse de las ramas de los árboles pero logro pasar a pesar de todo. Subió la colina y se encontró con su castillo sucio, rodeado de hiedras y malezas. No era el castillo de su recuerdo, su abandono se notaba en sus paredes. Ni bien llego la gata Sufita la recibió en la entrada. “Al fin has vuelto, hace años que te esperaba y sabia que volverías. Llamare al conejo y a las mariposas que ya se habían acostumbrada a tu falta”.
He vuelto sin príncipe, querida gata. A nadie he podido enamorar. A pesar de llevar a cabo todas las armas de seducción… He conquistado a mucho hombres pero ninguno se ha enamorado al punto de quedarse conmigo. Se sentían avasallados, los asustaba y los que se quedaban se aburrían porque mi alma nunca era contemplada. He deseado volver a mi castillo de cristal donde me sentía segura y no necesitaba más que soñar. Estas cuatro paredes me daban tanta felicidad, y ahora se encuentran sucias, manchadas, ni el sol puede reflejarse como antes. No te preocupes princesa que todo puede volver como antes, solo necesitas que el tiempo haga su trabajo- dijo la gata. Al regresar empezaste de nuevo a transitar tu verdadero camino, confía- agrego.
Nos tendremos que poner a trabajar- grito una voz aguda. Era pintitas que habían llegado a los saltos abalanzándose a la princesa. Te extrañe- le dijo el conejo
La princesa ni bien sintió la suavidad de la piel del conejo, una lágrima broto del interior de su alma y un rayito de luz se dejo ver dentro de las paredes sucias de cristal. Así fue como la doncella empezó a limpiar su castillo, primero saco sus malezas, luego arreglo la entrada de su castillo. El mayor trabajo era recobrar la capacidad del material de cristal. La pureza de esas paredes que estaban cubiertas de moho y barro, limpio sin cesar y trabajo hasta agotarse. Dejando de lado la seducción como arma, dejando de lado su vanidad de las conquistas. Limpio sin cesar, los días pasaron, los meses y al cabo de un año, Passio se sentía de nuevo como la princesa de su niñez con su castillo de cristal y sus amigos y juegos que le daban felicidad.
Se había cansado de contarles a sus amiguitos las peripecias que había llevado a cabo para conquistar al hombre de sus sueños. Lo que Passio no había visto era que había recobrado su dulzura en las palabras, y la inocencia que había marcado su niñez.
La magia reinaba de nuevo en su castillo. Ni bien el castillo se limpio sus amiguitos que estaban viejos y cansados recobraron su juventud.
Hasta que un día, Passio se encontraba decorando el castillo con flores ya que había llegado la primavera y la bruja Persuasión apareció de repente. Le pidió que le devolviera la inocencia que había recobrado, le pertenecía. Passio, la miro fijamente a los ojos, esta vez sin temor, y le dijo que sus reglas de seducción solo le habían traído tristeza y soledad, no habían funcionado. Nada la satisfacía, solo se regodeaba de sus conquistas pero se quedaba siempre sin nada. Había entendido que no existen las pócimas mágicas para conquistar un hombre. Lo mas importante es quererse a uno mismo y aceptarse tal cual uno es, de esta forma el amor ya estaba dentro de ella. Si quería su inocencia tenia que ser ella para poder tenerla. Se había dado cuenta que creyó estar encantada cuando en realidad se había olvidado de ser ella misma queriendo ser como otra persona.
La bruja desapareció enojada con la princesa, que le había dicho una gran verdad, esa verdad rompía el conjuro de la seducción, y por más magia que usara, la princesa se había encontrado consigo misma, ya nada podía hacer.
Una gran tormenta se desato ese día y durante tres días llovió sin cesar. La ultima noche, alguien toco la puerta, Passio nunca había escuchado un toc toc a su puerta y tuvo miedo a que fuera la bruja que volviera. En eso la puerta se abre, la doncella se encontraba escondida detrás de un cortinado rojo carmín. Observa a un hombre hermoso, completamente mojado y cansado. Ni bien entra al castillo, se desploma en el piso. La gata se acerca y le avisa a Passio que el príncipe se encontraba profundamente dormido. La doncella lo lleva a uno de los cuartos con la ayuda del bambi. Lo cubre con una frazada y se retira a su cuarto. A la mañana siguiente el caballero se levanta con los rayos del sol sobre su rostro. El cristal reflejaba un arco iris por la ventana. Baja las escaleras de mármol, extrañado por encontrarse en un lugar tan hermoso y deshabitado. Se encuentra con un mesa larga servida que lo esperaba en el jardín con frutas frescas desparramadas sobre un colchón de pétalos de rosas y jazmines, pan fresco recién horneado y una taza de leche. Al sentarse, mira por todos lados para encontrarse con los dueños de casa y agradecerle una recibida tan calida. Tomo el desayuno y salio a recorrer los perímetros del castillo. Vio al Bambi, las mariposas, la gata y el conejo pero ningún ser humano se mostraba. Los días pasaron y el caballero no dejaba de sorprenderse del lugar que había encontrado.
El caballero decidió hacer que se iba para descubrir a los vergonzosos dueños que no querían hacerse ver. El caballero quería agradecer tanta hospitalidad. Agarro sus cosas y salio caminando nuevamente por el sendero. Passio no podía creer que se fuera, pensó que nuevamente no había logrado que se enamoraran de ella, había perdido de nuevo. Ella se había acostumbrado a tener a alguien para cuidar y brindarle todos sus encantos. Sus verdaderos encantos sin haber visto su belleza ni tocado su cuerpo.
El caballero espero que se hiciera de noche y regreso al castillo. Encontró una ventana de cristal que se abría y entro. Empezó a recorrer cada uno de los cuartos hasta llegar al final del pasillo y encontrar una habitación que resplandecía, las estrellas a través del cristal se reflejaban en el piso y en las paredes. Al entrar vio una cama redonda que estaba en el medio de la habitación y en ella dormitaba la mujer más bella que había visto jamás. Al acercarse y verla, una fuerza proveniente de su interior hizo que la besara. Su beso despertó a Passio de su sueño en el que se encontraba, ya que había vuelto a buscarla. Al verlo se dio cuenta que ya no tenia que soñar porque el era real y así fue como vivieron juntos felices por siempre.
La princesa Passio aprendió la lección, sufría cuando dejaba de ser quien era porque su caparazón solo atraía a los hombres equivocados. Al volver a ser si misma y quererse como tal, atrajo al hombre que verdaderamente la iba a amar. No tenia que ser rescatada solamente tenía que aceptarse como era.