El dicho popular reza “el perro es el mejor amigo del hombre”. Cuesta discutirlo, ¿verdad? Basta mirar a nuestro alrededor, repasar la historia de nuestra vida y de la de nuestros allegados para reafirmar esta idea. ¿Pero alguna vez creíste posible la amistad entre animales de especies muy diferentes?

El punto es que existen, y en las “combinaciones” más dispares. Más allá de la especie, las formas, colores y olores, estos seres no escatimaron en amor a la hora de buscar un compinche…

1. Bubbles, la elefanta africana y Bella, la labradora negra

Aunque muy diferentes en tamaño, estas dos bellezas se convirtieron en grandes amigas. Bubbles fue rescatada de cazadores de marfil en África y llevada  a una reserva en Estados Unidos, mientras que Bella fue llevada allí por un contratista del parque. Viendo las imágenes, ¡no quedan dudas de que la pasan increíblemente juntas!

Créditos: Barry Bland

2. Bea, la jirafa y Wilma, la avestruz

La amistad de este dúo inimaginable surgió en los Busch Gardens de Estados Unidos. Bea y Wilma se eligieron mutuamente, ya que comparten un espacio abierto de 26 hectáreas… Ninguna necesidad de echarse una junto a la otra, salvo que sea por el puro placer de la compañía.

Créditos: PA

3. Torque, el perro y Shrek, la lechuza

El can adoptó al ave cuando tenía sólo seis meses de vida. Shrek fue quitado del nido de su madre porque sus cuidadores temieron que pudiera comérselo en estado de estrés.  Desde el comienzo, estos dos se hicieron inseparables y hasta comparten el sillón.

Créditos: Solent News and Photos

4. Mabel, la gallina + dos cachorritos

Ella fue quitada de una granja a raíz de una herida en una pata, y desde que conoció a los bebés, ocupó el rol de niñera. Cuando la biológica decide pasar el rato en el jardín, la gallina empolla a sus perritos para mantenerlos calientes hasta su regreso. No digas que no es de película.

Créditos: Anita Maric

5. Baloo, el oso, Shere Khan, el tigre y Leo, el león

Estos tres gigantes eran esclavos de un narcotraficante, que los maltrataba horriblemente. El oso incluso tuvo que atravesar una cirugía para que le removieran un arnés que le quedó chico y nunca le ajustaron. Quizás por la forma en que sufrieron juntos es que hoy se aman tanto.

Créditos: Barcroft Media

6. Kasi, la chita y Mtani, el labrador

Durante su infancia, la amistad fue más bien una hermandad. Aunque hoy Kasi se muestra más interesado en las chitas hembra que en pasar tiempo con su cómplice canino, todavía comparten ratos y se llevan de maravillas.

Créditos: Busch Gardens Tampa

7. Conejo salvaje + ciervo salvaje

Una fotógrafa de animales logró captar una de las amistades interespecie más tiernas de todas. ¿Será que Walt Disney la predijo en el clásico Bambi?

Créditos: Tanja Askani

8. Anjana, la chimpancé + cachorros de tigre blanco

Las pocas diferencias entre la especie humana y la de los primates siguen acotándose: una monita en una reserva estadounidense adoptó como propios a estos bebés huérfanos. Los tigrecitos perdieron a su madre tras una inundación que siguió a un huracán, y ahora Anjana se responsabiliza por ellos con los mismos gestos que vemos en muchas personas.

Créditos: Barry Bland

9. Mani, el jabalí y Candy, la perra

Este bebé salvaje no pudo resistirse a los encantos de la cachorrita de Jack Russell. El jabalí fue encontrado muriendo de hambre en el suroeste de Alemania y, tras ser rescatado por la familia de Candy, corretean y juegan por todas partes. Mani sigue recuperándose y puede quedarse con sus rescatistas o ser trasladado a un santuario animal.

Créditos: spiegel.de

10. Tinni, el perro y Sniffer, el zorro

Tal vez son sus genes comunes que unieron con tanta fuerza a estos dos, aunque conociendo los casos de más arriba, no podríamos atribuirlo a tan poco.

El “papá” de Tinni, un habitante de los bosques de Noruega, dice que trata de fotografiarlos juntos cada vez que tiene la oportunidad de hacerlo.

Créditos: Torgeir Berge

¿Conocés alguna otra amistad animal para compartir?

Este concepto puede definirse como la capacidad de percibir el sentir ajeno como propio, llegando a incorporarlo al punto de sufrirlo o disfrutarlo en carne propia… Hablando en términos más coloquiales, es ponerse en los zapatos del otro.

La empatía es de importancia vital para los vínculos que unen a las personas y a los animales no humanos. Se trata de un recurso fundamental a la hora de relacionarnos, ya que no podríamos convivir pacíficamente ni conectarnos sin acercarnos a los sentimientos de quienes nos rodean.

No suele resultar trabajoso el empatizar con los humanos que nos rodean: basta ver imágenes de guerra,  accidentes, pobreza o injusticia para soltar exclamaciones de indignación, fuerte impresión o solidaridad.

Pensá en cada vez que leés un diario o ves un noticiero. O mismo cuando un ser querido comparte con vos alguna experiencia incómoda o dolorosa -e incluso cuando se trata de una persona que él conoce pero para vos es un completo extraño. La empatía está ahí, en el pecho. Es cierto dolor que no tiene demasiado sentido para vos… Y así y todo, lo sentís.

Para muchos -lamentablemente- la empatía hacia las otras especies animales es pobre o inexistente. Y me pregunto: ¿cómo puede ser que vean a un ser que siente -ese sentir es indiscutible- y sufre por igual y aún así ignorarlo o, peor, maltratarlo? ¿Qué tipo de impedimento emocional evita que conecten con otro ser que es igual que uno, sólo que tiene otro “envase”?

Te propongo un ejercicio sencillo para tu día a día: observá con mayor detenimiento el comportamiento de todo animal que te cruces -aves, perros, gatos, patos (eso sí, te ruego evites el zoológico). Tratá de “meterte en su cuerpo”: sentí el suelo que pisan, el aire sobre su pelaje o sus plumas, adiviná su estado de ánimo, estudiá sus movimientos e inducí qué dicen. Con el correr de los días vas a notar que son mucho más similares a vos de lo que creías. Si convivís con animales, apuesto lo que sea a que podés jurar que tienen una personalidad única y definida.

No podemos dejar de practicar la empatía. A veces vamos como dormidos, inmersos en un mar de distracciones y tareas que parecen no dar lugar a ninguna otra cosa -menos a lo emocional. Es entendible, en parte; el sistema lleva al consumo y a lo lúdico y cuesta desligarse de eso. Pero no es imposible, en absoluto.

Reconectémonos, reencontrémonos. Entre nosotros y con ellos. Somos lo mismo.

Suele suceder que para las fiestas se regalan animales a los integrantes más pequeños de la  familia. Muchas veces los animales pasan a formar parte del núcleo familiar, pero muchas otras los animales son abandonados en la ruta de camino de ida o de vuelta al lugar elegido para vacacionar, e incluso en el mismo lugar.

Además de lo aberrante de abandonar un animal a su suerte en cualquier lugar, esto también contribuye a empeorar la situación habitacional de animales callejeros, ya de por sí desbordada, en todos los rincones de nuestro país.

Créditos de la imagen: Paco Catalán Carrión (https://www.facebook.com/paco.catalancarrion?fref=ts)

Esta situación se relaciona directamente con el modo que tenemos de considerar a los animales en nuestra cultura: regalos, objetos, “bienes móviles”. Los animales no son cosas, son seres muy parecidos a nosotros en muchos aspectos. Abandonar a un animal es lo mismo que abandonar un niño.

Si no querés hacerte responsable de un animal por el tiempo que viva al lado tuyo,  por favor no compres ni adoptes. Regalá “cosas”.

Para que comprendas mejor lo terrible de la situación de los animales abandonados en vacaciones, te invitamos a mirar el siguiente documental. Se llama La ruta del abandono y fue realizada por Miguel Medina, Pablo Panaro y Ramiro Fogwill.