En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, era la más veloz, y se reía de la lenta tortuga. -¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa!
Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una apuesta a la liebre.
-Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo.
-¿A mí? -preguntó, asombrada, la liebre.
-Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy divertida, aceptó.
Como nos cuenta la fabula de Esopo, en esa carrera que parecía desigual, la tortuga siguió caminando sin detenerse, y la liebre, confiada en su velocidad, se tumbó bajo un árbol y se quedó dormida. Pasito a pasito, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó era demasiado tarde: la tortuga había ganado la carrera.
Moralejas: la perseverancia, no confiarse, cuidarse de la soberbia, y no creerse que ir rápido es el mejor atributo.
Pero… la verdad: la tortuga solo gana en esa carrera! Porque a la hora de elegir, las empresas se ven ante una realidad: la velocidad es clave en la época que vivimos. Velocidad de respuesta, capacidad de cambio, de innovar, de resolver problemas, productos y servicios rápidamente perecederos, velocidad para aprovechar oportunidades y neutralizar amenazas. Velocidad encarnada en las nuevas generaciones, que a los “maduros” nos resulta más compleja.
Que nos hace mas lentos en la vida de negocios? Que atenta contra la velocidad requerida hoy?
- Las viejas creencias: se necesita sacarse las anteojeras con que naturalmente conducimos. Hay que poder cuestionar los moldes con los que pensamos y actuamos en lo cotidiano, para obtener mejores resultados.
- Exceso de especialización en los cargos: vivimos una era donde la especialidad interna puede aislarnos. Debemos generar mecanismos de integración de ideas e información. Nadie por si solo puede comprender la cantidad y calidad de fenómenos que suceden en el contexto.
- Esquemas formales rígidos: estamos acostumbrados a pensar en términos de jerarquías y organigramas, que poco reflejan la era que vivimos, donde las relaciones informales, y los liderazgos tienen otra manera de expresarse. La velocidad de respuesta depende más de la relación entre las áreas, en esas zonas grises, plenas de frases como “este no es mi tema”, o “esto no me corresponde”.
- Exceso de complejidad: por inercia tendemos a agregar procesos, productos, personal. Para ser agiles como hoy necesitamos, es condición retomar la simplicidad. Es bueno cada tanto pararnos ante las cosas y preguntar: “y esto, para que sirve?”
- Déficit en la comunicación: es clave promover la permanente comunicación interna, desplegando las reuniones necesarias, y que sean efectivas. Potenciemos la capacidad para hacer encuentros y tomar decisiones efectivas.
- Ambiente motivador: se trata de crear un ambiente motivador en el cual se mejore el desempeño medio del conjunto de nuestra gente. Nos quejamos de la falta de incentivo e iniciativa, pero acaso lo favorecemos? Lo alentamos? O ante la primer idea que sale de lo estándar la desechamos?
- Ebullición creativa: crear un clima de innovación, es determinante para sobrevivir. Tenemos que generar espacios que nos permitan poner en marcha la capacidad creativa que todos tenemos. Cuanto más propiciemos pensar y hacer diferente, mas novedades pondremos en marcha.
- Compartir información clave: hasta hace poco, cierta información se tomaba como secreto de estado. El conocimiento compartido favorece la toma de decisión, el conocimiento de aspectos, antes ocultos, como los números, la rentabilidad, y otros, generan mayor compromiso.
- Gestionar conocimientos: todos los integrantes de la empresa, incorporan información, desarrollan conocimientos. Los aprovechamos? Los integramos? O actuamos como si nada de eso existiera? La gestión del conocimiento, serán la base de nuestra ventaja futura. Cuando todo es fácilmente imitable, la diferencia la va a marcar el capital de conocimiento.
- Familia y negocios: una buena articulación familia empresa es el mejor antídoto ante la incertidumbre creciente, y la cantidad de variables poco controlables del contexto. Todo lo que trabajemos para mejorar dicha articulación favorecerá la adaptación ante un contexto en permanente cambio.
La liebre y la tortuga: una buena metáfora, pero también la necesidad de ser liebres inteligentes, perseverantes, carentes de soberbia…pero liebres al fin!