“Esto no era así, se me fue de las manos”. “Ya ni nos reunimos para un almuerzo en familia”. “Prefiero no ir mas, que se arreglen. “Mucho cacique, no sabes a quien darle bolilla”.
Frases tomadas al azar, donde parece que se pierde el rumbo.
Podemos hablar de gobernabilidad, cuando más allá de las diferencias y conflictos, es posible tomar decisiones que favorecen el crecimiento de la empresa, y aumenta el valor patrimonial para la familia propietaria.
Quiero abordar algunas de las claves que harán gobernable la empresa.
- Equilibrio empresa-familia: la vida de la empresa se rige por la lógica del costo-beneficio. La familia se basa en el afecto, el reconocimiento. Son lógicas contrapuestas, y lo importante es la búsqueda de cierto equilibrio. Como lograrlo? Sugiero dos cuestiones: 1) ante los diferentes temas emergentes, preguntarse siempre “que le conviene a la empresa, que le conviene a la familia” y 2) crear ámbitos separados donde tratarlos. Tenemos que tener claro cuando una decisión la disfrazamos de empresaria, pero responde a una necesidad familiar.
- Gobernabilidad es más que dirigir la empresa: hay tres posiciones implicadas en la vida de la empresa familiar: ser propietarios, miembros de la familia, y roles de conducción. Dirigirla quiere decir asumir un rol de liderazgo, tanto en la empresa como con la familia. Es requisito que cada uno asuma su papel con responsabilidad, y no se desligue del mismo. Para tener en cuenta:
- tener una fluida comunicación e intercambio permanente de información, incluidos, muchas veces, familiares políticos.
- Reconocer los conflictos lógicos, entre ellos, de poder, autoestima, de rivalidad, y no permitir que escalen a niveles que se hagan inmanejables.
- Tener números y cajas separadas entre los miembros familiares y la empresa.
- El ingreso de los hijos: hacerla gobernable es aceptar las diferencias entre los hijos. Cuidar la empresa es no hacer un estado benefactor. Debemos ser claros: la familia se beneficiara más de una empresa saludable y competitiva en el tiempo. Entre los temas a revisar se encuentran:
- que las remuneraciones sean las del mercado según el puesto.
- Cuidar las relaciones con los empleados no familiares.
- Que el ingreso de los hijos sea en aspectos en donde puedan desarrollar autonomía con resultados medibles.
- Por sobre todo, que aprendan a pensar como empresarios.
- La sucesión: es un momento delicado. El fundador dilata el cambio, y los hijos reclaman por su retiro de la gestión cotidiana para avanzar con un proyecto propio. Es necesario planificar y prever el proceso de la sucesión, con tiempo, para evitar situaciones difíciles o imprevistas. Una circunstancia hace más complejo el proceso: el patrimonio se hereda, la ley fija sus reglas, pero el máximo cargo es producto de una elección, solo uno lo puede ocupar. El momento se parece a tiempos de elecciones: se tiende a generar nombramientos con más tinte político que con criterio de negocios. Las variables emocionales cobran gran relevancia, y no es fácil sostener la estrategia sin perder la perspectiva de la empresa hacia el futuro.
- Construir visión compartida: significa constituir equipos orientados al futuro, romper con los típicos reproches, que nos remiten al pasado. Implica buscar aspectos comunes en la visión de cada sector y generación, donde las diferencias no escalen a conflictos que paralicen. La falta de visión compartida lleva a un proceso de diversificación en los negocios, peligrosa para la supervivencia empresaria.
Para terminar, algunas sugerencias:
- Buscar siempre la profesionalización, tanto de la empresa, como de la familia. Todos tienen una responsabilidad que asumir.
- Fomentar una permanente y fluida comunicación, decir lo que haya que decir, en el ámbito que corresponda.
- Desarrollar buenos sucesores y propietarios responsables. Y sepamos: ser dueño, no es garantía de saber dirigir.
- Ser líderes de empresa, custodios del patrimonio y de los valores familiares a la vez.
- Generar órganos familiares en los cuales tratar temas comunes.
- Finalmente, nunca creerse inmunizado, y cuidarnos del éxito: nos puede hacer perder la perspectiva y la capacidad de ubicarnos en la realidad y el futuro.