No pertenezco al grupo de fanáticos de la Feria del Libro. Sí admito que en mi juventud, durante la década del noventa, viajé a la Feria en casi todas las ediciones y disfruté de sentirme un aventurero recorriendo ese impresionante mundo de editoriales y libros. Ahora, aunque sigue apasionándome leer contratapas y hojear novedades y reliquias, prefiero hacerlo en la calma de “mis” librerías, donde, a lo sumo, comparto el espacio con el librero y un puñado de clientes, nada más. Tal vez la edad me está poniendo fóbico y misántropo. Ya se me pasará.Siento que la Feria del Libro, de alguna manera, concreta el gusto por la espectacularidad y la concentración características del capitalismo y que, en esa proliferación de gente y libros, –en tiempos que, como afirma Rodrigo Fresán, la acumulación de libros parece una perversión- el protagonista en sí se desdibuja, se pierde, se confunde en la masividad y todos los libros parecen iguales.
Por eso, a mi entender, lo verdaderamente especial o provechoso es la posibilidad encontrarse con los autores, con los escritores que no disponen en el país de ocasiones semejantes para conversar con el público lector. Sin dudas, al menos en cuanto a la celebridad y convocatoria, la reunión de Auster y Coetzee ya marcó el punto más alto de la Feria pero quedan, para esta semana que empieza, otras posibilidades de escuchar y conocer a poetas, novelistas, críticos y figuras del mundo literario que, por lo general, es difícil ver juntas, e imposible que coincidan, fuera de en Buenos Aires.
Así que, bien, a pesar de que no visitaré la Feria del Libro en su 40° aniversario, con el programa en la mesa, me dedico a proyectar mentalmente un paseo, que no voy a hacer, por la Feria.
Mi periplo comenzaría el lunes 5 de mayo. De esa jornada, no me perdería dos mesas redondas, por los temas y por haber leído algunos libros de algunos de los escritores que las integran: a las 18:30 hs, “Un ejército de escritores: nuevas batallas para librar en los textos”, con Jorge Baradit, Horacio Coventrini, Eduardo Lalo y Zoe Valdés (Sala Adolfo Bioy Casares) y, de ahí, a las 20:30 hs, daría de un trote la vuelta a la Sala Alfonsina Storni para el diálogo entre Sonia Budassi, Darío Jaramillo Aguedelo, Javier Sinay e Iván Thays, bajo el signo de “Cronistas latinoamericanos, los nuevos flâneurs”.
El martes 6 de mayo, si lo anterior estuvo a la altura de las expectativas, reincidiría en los Diálogos de Escritores Latinoamericanos, esta vez para ver qué dicen que está pasando con el género fantástico en Latinoamérica Jorge Baradit, Roque Larraquy, Diego Muñoz y Edmundo Paz Soldán. La cita está pautada, si no cambia el programa, a las 18:30 hs. en la Sala Domingo F. Sarmiento.
Luego de un descanso el miércoles, el jueves 8 de mayo, a las 18:30 hs., en la Sala Roberto Arlt, dentro del homenaje a “María Elena Walsh, poeta”, tendría una excelente oportunidad para escuchar a la poeta Diana Bellessi, a Oscar Conde y al escritor y crítico Jorge Monteleone, hablando de la trayectoria poética de la gran María Elena.
Sin menospreciar las actividades en sí, el viernes 9 de mayo podría perfectamente aprovechar para hacer otras actividades en Buenos Aires. Pero el sábado, inevitablemente, me pasaría la tarde en la Feria. Primero, a las 16:30 hs, y en honor a la nostalgia, iría a escuchar a la Sala José Hernández la presentación de Cartas Marcadas de Alejandro Dolina. No sé si después leería este libro en particular, o si me conformaría volviendo a revisar Crónicas del ángel gris y El libro del fantasma. Seguiría a las 18:30 hs. con la presentación de La vida escrita de Rodolfo Rabanal, a quien descubrí leyendo los cuentos de No vayas a Génova en Invierno, la novela Un día perfecto y El roce de Dante. Antes de irme, pasaría por la Sala Leopoldo Lugones, para cambiar de aires, y avistaría el “Universo Caloi” donde estarán Crist, Max Aguirre y Tute.
El domingo 11 de mayo, y como despedida, iría a la entrevista a Edgardo Cozarinsky, a cargo de Maximiliano Tomas, con el título “Cozarinsky y la nocturnidad”, a las 16:30 hs. en la Sala Javier Villafañe. La lectura de sus dos volúmenes de chismes son estímulo suficiente para querer conocer al autor.
Ahora que releo este escrito antes de publicarlo, la verdad, veo que me armé un programa de lujo y sería una lástima si no me pegara una escapada de al menos uno o dos días, para ver algo de todo esto en la Feria del Libro de Bueno Aires.