El oficio de discutir

#EscritosDeLaVida

Decir algo desalineado a lo esperado suele traer problemas. Enojar al interlocutor de turno y abrir las condiciones para una disputa siempre fallida. Porque si ambos se esmeran en sostener sus cerradas y convencidas posiciones, los dos pierden el tiempo. Y el encuentro se reduce a una sucesión de puñetazos más o menos efectivos.

Situación que dilapida la celebración que debiera significar cualquier encuentro.

Algo más o menos así es lo que pasa en las mesas de los bares y también en las discusiones que sostienen adversarios en programas periodísticos. Ocurre con los temas más diversos.

La energía se centra en demostrarle al otro lo equivocado que está. Señalarle lo fallido de sus dichos y hacerle notar que tiene una visión que no se corresponde con la realidad.

Lo propio hace el oponente de turno, devolviéndole la gentileza.

Ambos suelen permanecer como boxeadores que miden los flancos, para liberar una de izquierda primero y una sucesión de golpes después. Accionar que la destreza en la disputa suele permitir más de una vez.

Así se enredan entre golpes más o menos dañinos, mientras van dejando huellas de heridas emocionales en el otro. Cada vez con mayor ímpetu y convicción.

La emocionalidad de los discutidores, que va ascendiendo y descendiendo al ritmo de las provocaciones, suele llevarlos a sostener una confrontación cada vez más acalorada. Hasta que llega el punto que hablan a la vez, se interrumpen sin escuchar y el moderador de turno tiene que desplegar una habilidad inusitada para procurar silencio y ordenar la sala.

Es una pena que este tipo de diálogos de sordos parecieran acentuarse en nuestra sociedad. Sobre todo porque quienes suelen participar de esas discusiones agresivas, son personas muy capaces.

Si en vez de encauzar energías en vulnerar al interlocutor que piensa diferente, lo escucharan con atención y se comprometieran a construir juntos miradas superadoras, generarían un ámbito de aprendizaje que contribuiría a elevar el nivel de entendimiento.

Pero la lógica del agravio nubla las posibilidades de enriquecer el pensamiento. Y se desprecia la alternativa de aprender del otro y profundizar en su perspectiva.

El resultado, por ejemplo en discusiones que exigen acuerdos, sería visualizar la posibilidad de alcanzar decisiones de mayor calidad. Situación que incidiría en forma positiva en la realidad.

Quizás estamos a tiempo de cuestionarnos estas lógicas que parecen instalarse. Las intenciones destructivas debieran ser superadas por predisposiciones constructivas.

El diálogo no es un espacio para vulnerar al otro, sino una posibilidad de encuentro para pensar juntos.

Empecemos a ser capaces de creer en lo que el otro tiene para ofrecer. Animémonos a escuchar las diferencias.

Es hora de intercambiar más ideas y menos agresiones.

 

Escritos de la Vida - Juan Valentini

 

*Juan Valentini es autor de “Escritos de la Vida”. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro. También es autor del libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.