Si hay algo para lo que no trabajo, es para generarme enemigos.
Desisto del empeño en construirme esa suerte.
O mala suerte.
Vaya uno a saber.
Es que el potencial enemigo está agazapado. Al acecho.
Como si fuera alguien endiablado que se predispone a cometer justicia.
Cortarnos la cabeza.
Siempre por distintos motivos o situaciones, que pueden provocarle la ira. Esa emocionalidad que se desata en su cabeza y lo impulsa a arremeter con rabia. Para aniquilar a su oponente.
Y vaya a saber qué le ocurre luego.
Porque primero es claro que algo lo irrita. El tipo se enoja. Se da manija por algo. Y comienza a enroscarse en una emocionalidad dañina y cizañera.
Luego elucubra.
Se adentra en la malicia.
Establece conexiones entre ideas negativas, pergeña el embate, articula posibilidades.
Y resuelve.
Ahí lanza su acción con furia.
Donde se revela que el tipo estaba perturbado. Que necesitaba evadirse de la emocionalidad negativa que lo había reducido a ser un hombre endiablado.
Y lo había estimulado para liberarse de un enojo cada vez más perturbador. Que lo tiene maniatado en la amargura y lo impulsa a proceder.
Por fin acomete la acción.
Y, si tiene suerte…
Ocasiona el daño.
*Que tengan un excelente día. Hasta la próxima!
*Juan Valentini es autor de “Escritos de la Vida”. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro. También es autor del libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.