Zánganos!

#EscritosDeLaVida

Estábamos en un asado cuando tuve la suerte de conocer a Enrico.

En verdad lo conocía de antes, pero en sus aspectos más superficiales. Esta vez Enrico estaba frente a mí y sin querer iba a presentarse con cuerpo y alma.

Así lo hizo de repente, en el momento menos pensado. Fue cuando abrió la boca, en uno de los tantos silencios.

zángano- Son zánganos –dijo. Cualquiera que no se levanta a las siete de la mañana es un zángano.

Tomado por su certeza, Enrico pareció endiablarse y determinar para todos las precisiones del mundo.

- No digan que no. Son zánganos.

Juan Alberto estaba a su lado. Miró con desconfianza y balbuceó.

- Yo, aunque sea dormido, a las siete y media voy en la camioneta a la oficina –dijo disciplinado.

Pero Norberto apenas atinó a sonreír mientras se enrojecieron sus cachetes. El y yo sabíamos que no se levantaba a las siete de la mañana. Ni siquiera a las ocho u ocho y media.

Se levantaba más tarde.

Tal vez a las nueve de la mañana o nueve y media. Eso puede deducirse porque siempre llega a partir de las diez a la oficina.

Lo sabe él, lo sé yo. Lo saben todos los empleados.

Quizás por eso Norberto sonrió y no dijo nada.

Prefirió ocultarle a Enrico ese detalle.

Fue ahí donde pensé intervenir. Me sentí tentado a hablar de los serenos, la gente que trabaja en el hospital, los numerosos trabajos nocturnos de tantos empleados.

Pero al instante pensé que sería inconveniente aportar la posibilidad de ver el mundo con otros ojos. Enrico tenía su certeza y era preso de sus prejuicios.

Cualquier cuestionamiento generaría la posibilidad de involucrarme en una discusión improductiva. Y correría el riesgo de fastidiar innecesariamente a Enrico, porque no mostraba el más mínimo resquicio que le permitirá reconsiderar su definición.

- Uno se levanta a las siete de la mañana todos los días desde que va al colegio y desde ahí cagó. Nunca más se puede levantar más tarde –dijo. Si alguien se levanta más tarde es porque es un zángano –remató.

Juan Alberto asintió con la cabeza.

Norberto se sostuvo en su mutismo.

Yo percibí en silencio. Y decidí que lo mejor era no interceder.

Era claro, Enrico en ningún caso estaría dispuesto a revisar sus certezas y liberarse de sus prejuicios.

Juan Alberto iba a defender las pautas establecidas y reivindicar las buenas costumbres.

Norberto jamás reconocería que es un dormilón y llega después de las diez a la oficina.

Y yo, en vez de ser percibido como alguien que invita a pensar, iba a quedar como un vago de mierda al que no le gusta laburar.

Más vale cerrar la boca, que facilitar semejante injusticia.

 

*Que tengan un excelente día. Hasta la próxima!

Escritos de la Vida - Juan Valentini

 

*Juan Valentini es autor de “Escritos de la Vida”. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro. También es autor del libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.