La canción del viento y los árboles, el primer manga “Yaoi”

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portada

El género Shojo en el manga de los años ‘70, a pesar de estar repleto de florcitas y pomponcitos de colores por doquier, siempre puso en dificultades a sus autores.
Las historias románticas de carácter heterosexual siempre tuvieron el límite en el tema del sexo. Una escena con un hombre y una mujer haciendo el amor en un manga romántico, podría resultar grotesco y hasta vulgar frente a las (modositas) lectoras.

En el año 1976, en las páginas del semanario Shojo Comics de la editorial Shogakukan, la (hoy afamada) autora Keiko Takemiya comienza a narrarnos una historia de amor marcado por la tragedia en un colegio de Francia en el siglo XIX. Se trata de Kaze to Ki no Uta (La balada del viento y los árboles), un manga de amor entre chicos, algo hasta el momento apenas explorado, Takemiya-sensei lo lleva a la cima con esta obra maestra del Shojo manga. Pero… ¿no era yaoi?
Frente a la imposibilidad de poder crear climas eróticos entre personajes de sexos opuestos, el crear historias de amor entre muchachitos jóvenes sin pelo en las piernas fue una vía de escape para que muchas autoras pudieran contar esas historias románticas y mostrar desde cosas sutiles como dos cuerpos desnudos acariciándose en un prado, hasta un rector del colegio dándole placer oral a un alumno; de alguna forma, esto se apreciaba como ¨más puro¨, que si fuera la misma escena pero con personajes del sexo opuesto, por más extraño que esto suene.

takemiya

La autora, Keiko Takemiya y algunas de sus múltiples obras. En la foto se encuentra autografiando ejemplares de “Terra e…” en su edición Norteamericana.

La canción del viento y los árboles.
La historia comienza a fines del siglo XIX, cuando Serge Battour, de 14 años, llega a un remoto colegio en la provincia de Arles, Francia.
El padre de Serge fue a ése mismo colegio, y antes de que se lo lleve la tuberculosis, dejó asentado en su voluntad que su hijo asistiera a ese colegio, y que lleve el título de Vizconde que él mismo había abandonado tras huir con una gitana trotamundos, y abandonar así su vida como aristócrata.
Al ser hijo de una gitana, su piel es más morena que la del resto de sus compañeros, lo cual causa la antipatía de muchos de ellos, por eso y por celos más que nada, ya que como el edificio B del colegio está saturado, sólo queda una cama libre en la habitación de Gilbert Cocteau, un chico de aspecto andrógino, con una fama muy oscura en el colegio. Resulta que Gilbert es zarpado en promiscuo con sus compañeros, y hasta con los profesores o autoridades del colegio. De casualidad no lo vemos con un cura, con eso les digo todo, porque este pebete se come de todo a lo largo de esta historia, vende su cuerpo a cambio de la matrícula escolar, notas de exámenes, y entre esos casos, para que le saquen de encima al nene bueno que le encajaron en su cuarto, detalle que le imposibilita el llevarse los chongos a la pieza.
A medida que la historia avanza, el frío y aparentemente cruel corazón de Gilbert se ablanda por la pureza e inocencia de Serge, que para esta altura ya está recontra enamorado de Gilbert.

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Portada de una de las ediciones del manga y algunas de las páginas internas.

La promiscuidad de Gilbert no es infundada, de hecho el pobre pibe es sólo una víctima del perturbado Auguste Beau, a quien vemos a lo largo de la historia en los escritos de Gilbert, que lo nombra como a un amor perdido. La verdad es que Auguste es nada menos que el padre de Gilbert, quien fue adoptado por la familia Cocteau, y fruto de su relación con Anne Marie, prometida de su hermano adoptivo (qué quilombo), nace Gilbert, a quien cría haciéndose pasar por su tío y abusando de su cuerpo toda su infancia, de la misma manera que su hermano adoptivo lo hizo con él (¿en esa familia no tenían primas?).
Auguste conoce bien la situación de Gilbert en el colegio, y sabe también como se flagela el cuerpo inclusive, en nombre del amor que tiene por él, pero a toda costa quiere lograr su finalidad, que Gilbert desarrolle una sensibilidad artística muy alta, la cual sólo conseguirá sufriendo por amor al punto de hacerse mierda el cuerpo con los morbos de cuanto bufarrón se cruce.

La serie finalizó su publicación en el año 1984, y se compiló en 17 tomos que nunca fueron editados fuera de Japón, aunque pueden conseguirse vía scans en diversos idiomas, lo que no es mucho consuelo para quien les escribe, ya que esta obra realmente vale la pena apreciar en papel y disfrutar de los hermosos dibujos de Takemiya-sensei, que su estilo acompaña de una forma maravillosa a la historia, con diseños de personajes que inspiró a muchas autoras que aún al día de hoy puede verse reflejado en los mangas para chicas.

En el año 1987 sale en los videoclubs el OVA: Kaze to Ki no Uta –Sanctus-, que adapta momentos clave del manga durante un recorrido que hace un ya adulto Serge por los pasillos de su viejo colegio. Dura sólo una hora, la animación está buena y la música es una delicia barroca.

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Otra portada de la primera edición en tankoubon (tomo recopilatorio). La carátula del VHS de 1988, y una página interior del manga.

Keiko Takemiya además fue autora de obras muy zarpadas como ¨Terra e…¨ (de 1977, editada en tres tomos en USA por Vertical), una Ópera Espacial de la gran flauta que sitúa a esta maestra al mismo nivel que grosos como Leiji Matsumoto a la hora de contar historias románticas en el espacio.
En ¨Las historias de Andrómeda¨, adaptó historias ya escritas por el autor de ciencia ficción Ryu Mitsuse.
Desde el año 2000 dicta clases en la Universidad Kyoto Seika, enseñando teorías sobre el desarrollo y la narrativa del manga. Es muy respetada en su país, y tiene en su haber numerosos premios, entre ellos el premio Seiun de la ciencia ficción por Terra e…

"Terra e..." La carátula de la película de 1980 para cines, y a la derecha la remake de 2007 para TV.

“Terra e…” La carátula de la película de 1980 para cines, y a la derecha la remake de 2007 para TV.

Lo que comenzó siendo el escape a los prejuicios, derivó en un género que a su vez es víctima de mucha crítica entre los fanáticos del manga y el anime, en gran parte debido a la bastardización que sufrió a lo largo de los años, sobre todo del 2000 en adelante.
Kaze to Ki no Uta es una obra maestra porque va más allá del género que en sí mismo instauró. No sólo este manga es el primer yaoi, sino que es lo mejor que ha acompañado a ese rótulo durante décadas, y sin duda se debe a la mano maestra con la que esta joya fue concebida.

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