Uno de los mayores problemas que se presentan en los consultantes es la falta de proyectos. Por sobre todo en gente joven que, muy precozmente, va perdiendo el rumbo y no saben para dónde ir, o de dónde vienen; sienten que han perdido el tiempo, entienden que están empantanados, pero no hay dirección, no hay proyectos: les falta ese anhelo que empuja hacia adelante y entonces, lo que aparece, es la depresión, el vacío, y toda una florida serie de síntomas psicopatológicos. La vida, de esta manera, se transforma en ir al trabajo, volver a casa, TV o series hasta la ceguera, salida con amigos; algunos pueden ocuparse de los suyos en el caso de que haya familia, pero el asunto es que pasan los días, los meses y no hay cambios…y la vida va perdiendo su sustancia vital.
A ver: no se trata de ir a estudiar a la universidad o de planificar un ascenso al Aconcagua. Hablo de pequeños proyectos asociados a los intereses y deseos que, quizá, están encapsulados y no se han podido desarrollar o desplegar en el mundo. Puede ser, como me decía ayer una persona, arrancar con el viejo proyecto gastronómico de vender bandejas de comida en la zona de oficinas. O planificar, remodelar, con dinero o a pulmón, la casa, ponerla linda. Animarse a retomar aquella actividad que nos daba placer, de niños, o arrancar eso que nos gusta y que -por una u otra cosa- postergamos. Quizá es arrancar con el proyecto de hacer ropa de diseño casera y comercializarla, o comenzar ese curso que nos va a hacer mejores en nuestra profesión. También un objetivo es volver a militar en las causas que defendemos, o colaborar activamente en la cooperadora del colegio de nuestros hijos…o hacer algo por nuestro barrio o edificio. Lo que quiero transmitir es que no tienen que ser grandes cosas, pero sí es importante que el asunto implique la planificación, la dedicación y la búsqueda de un resultado; que haya un objetivo digo, que nos de placer, satisfacción ya que, en general, los verdaderos placeres de la vida, implican un grado de dedicación y esfuerzo: si a mí me gusta el surf y, bueno, voy a tener que meterme horas al agua, no hay otra. Ese resultado puede ser algo abstracto o concreto, pero la fuerza de trabajo que ponemos en la realización de nuestros deseos y proyectos se tiene que ver o sentir.
Si yo tuviera que delimitar o decir cuál es el gran problema actual en la gente…y…es el vacío: la falta de proyectos genera una sutil pero efectiva depresión en las personas. Se van “desvitalizando”, comienzan a aburrirse (si, la gente se aburre y no sabe qué hacer con su tiempo libre) y eso – para mí- es algo complicado. La vida es una sola, lo sabemos, podemos camuflar todo este asunto diciendo que hay otra, que estamos de paso, lo que quieran. Pero hay un argumento que es o se impone como una verdad absoluta: el vacío de proyectos y de deseos genera angustia, malestar y síntomas, en muchos casos. Pero también produce empobrecimiento subjetivo, nos vuelve opacos, nos va aislando del mundo que es, fundamentalmente, movimiento y sana actividad. Y nos transformamos en una batería, una pila que dura hasta que se acaba la carga. Tomémonos cinco minutos por día para evaluar cómo andamos en relación a lo que planteo, siempre podemos cambiar el rumbo de nuestra vida.