Por: Mariano Marquevich
Los periódicos más importantes organizan sus secciones según el interés estadístico que estiman la mayoría de ciudadanos pudieran tener. El deporte en estos diarios, ocupa alrededor de una quinta parte del diario. Si un diario representa el interes cotidiano de una persona promedio, entonces, un 17 % aproximado estaría dedicado al deporte. En épocas del mundial, la cifra sube de forma exponencial. El mundo está paralizado mirando partidos de fútbol.
El deporte no sólo entretiene, sino que reemplaza en quienes lo practican, necesidades biológicas de primer orden y sublima impulsos de lo más primitivos en lo personal y social.
La aparición de las máquinas en el sistema industrial aceleraron procesos y aliviaron los esfuerzos físicos que debían realizar la mayoría de las personas para subsistir como especie. Las computadoras e internet, sumaron otro giro de tuerca en el mismo sentido.
Hoy podemos ir a un restorant y sin movernos de la silla nos llegan carnes sin que jamas hayamos visto a que animal pertenecían. Recibimos nutrientes de distintos lugares del mundo sin que los hayamos plantado, arrancado y, a veces, ni siquiera cocinado. Con frecuencia, la primera vez que vemos los vegetales, es cuando los llevamos del tenedor a la boca. Una actividad que antes consistia en correr, agacharse, sembrar, cosechar, esconderse, matar, transladar, se ve frecuentemente reducida a solo bajar a abrirle al chico del delivery.
La vida de oficina y la tecnocracia sedentaria llevó a que a nuestros cuerpos le sobren habilidades para su supervivencia. Por eso, fuimos reduciendo el tamaño de nuestros dientes, descartando vellosidades, debilitando el grosor de nuestras uñas… ahorita estamos perdiendo las muelas de juicio y pronto no tendremos más dedo menique en los pies.
Ultimo momento: Ahora también podemos practicar deporte sin cansarnos (jugar a la play).
Pero el cuerpo no va tan rápido como los avances de la tecnología… En este panorama cambiante de la actualidad, aún pudiendo jugar a la play, entendemos que practicar un deporte activo cumple más que nunca, un rol crítico en nuestro organismo.
Teniendo en cuenta la tendencia humana a socializar, a primera vista se tiende a preferir la puesta en común y el intercambio que intervienen en un partido, al nihilismo de un gimnasio de gente levantando pesas sin ninguna necesidad, o andar corriendo por la ciudad sin ir a ningun lado.
Debido al profesionalismo, en la actualidad las cosas han cambiado. El coliseo romano se ha invertido. Los millonarios juegan y los esclavos miran. Contrario a la dinámica histórica del entretenimiento, la mayoría de las personas más ricas del estadio ahora están adentro de la cancha. Cada uno de ellos es una empresa de la que dependen un montón de otras personas. Quienes hoy juegan para un equipo, pueden por contrato la temporada que viene atentar contra el mismo equipo que hoy defienden. Y la mayoría de los jugadores de los seleccionados llevan muchos -a veces más- años viviendo en países que no son los propios y sólo se juntan con los de su país unos días al año. Pretender que todo esto no afecte al dramatismo y despliegue del juego es dificil de imaginar. En lugar de un escudo, se tienen dos: el del seleccionado y el de la marca.
Sin embargo, al margen de las ventajas biológicas, los negociados, las modas, estilos de juego y billeteras de los jugadores, el corazón más profundo de la competencia es oscuro.
La oscuridad, es el sistema espiritual que el deporte implícitamente propone:
PARA GANAR, OTRO TIENE QUE PERDER
En el fútbol, como en todo deporte, la contracara del triunfo de un equipo, es que el otro como condición pierda. Aunque nos hayamos acostumbrados a esto, el sistema que propone es la antitesis amorosa. Quitar y dar, se vuelven recíprocamente necesarios. Tener es a costas de que a otro le falte. El ingenuo deseo de querer ganar el campeonato mundial, encierra -de manera inderecta aunque necesaria- el deseo que el resto de los equipos del mundo pierdan. Son muchísimas las personas a las que explicita o implícitamente se les desea un malestar.
Borges decía: no conozco gente que le interese el futbol, sino gente que está muy interesada en ganar. Y a veces, ni siquiera eso sino muy interesada con que el otro pierda. Coetzee -premio novel de literatura- en sintonía con todo este mensaje subliminal del deporte, escribe que: “definitivamente hay algo de vergonzante en el hecho de perder, pero también algo de vergonzante en el hecho de ganar…”
En el partido de despedida del burrito Ortega todo el estadio Monumental era de river, no habia rivales, sin embargo, la hichada de river se despachaba insistentemente en cantos contra Boca, su máximo rival. Como se puede explicar esto, sino concluyendo que, en el habitat de la competencia, el par opuesto es lo que consolida la imagen. El contorno del dibujo de la identidad está trazado por aquello a lo que se aborrece, de aquello a lo que se intenta vencer. Lo repelido es lo que que a uno le brindaría consistencia. Sin el resto de los equipos que Argentina intenta vencer, la selección no tiene sentido.
Hacer deporte es lo mas parecido a contar un chiste.
Uno arma toda una mentira compleja para finalmente causar alegría. Si toda esa puesta en escena hacía falta o no, es otra discusión… El problema es cuando se arma toda la ilusión (el escudo, los colores, la hinchada, las reglas de juego, el partido) y no causa gracia…
Una solución a esto paralela a la de cambiar de canal, sería reirse de eso también. No tomarselo tan en serio.
El deporte es una excusa:
- Para despertar el circuito de serotonina en el cerebro (el encargado de la sensación de felicidad)
- Como terreno fertil al desarrollo de relaciones humanas
- Para la descarga de tensiones de la vida diaria. (Juan J. Sebreli compara el fenómeno del fútbol como fuelle de escape a la capacidad agresiva del ser humano. En tal sentido, la relevancia y pasión que invisten libidinalmente los mundiales, amortiguarían eventuales guerras mundiales).
- Para retomar actividades físicas que la evolución tecnológica relegó sin la velocidad del cuerpo para asumirlas (no hace falta enumerar los abundantes beneficios que causa en nuestro cuerpo -aún tan necesitado de ejercitación).
Ganar o perder es parte de la excusa, no de lo importante. El “uno” es tan sólo un número dijo hace poco Rafael Nadal.
Ejercicios prácticos para el fanático:
- Asumir el carácter lúdico del juego. Aunque la frase sea una paradoja -siendo que lúdico y juego son sinónimos- vale el recordatorio. Es un juego. Ponetelo en la mesita de luz…
- Reducí la “seriedad” de la competencia. Esto no es equivalente a entrenar menos ni a disminuir intención de triunfo o ir menos a la cancha a alentar. Sino se trata de revalorizar en que es una excusa, no una razón.
LLAVE MAESTRA
Siempre tene a mano la capacidad de renunciar, mantener o reactivar las adherencias a todo momento. No somos más de un club que o de otro por el tiempo que llevamos insistiendo en esa idea ni porque nuestros familiares nos “hicieron” así. Podés preguntarte ¿me hace feliz? ¿qué otras posibilidades tengo? Para eso, hay que tener mucho huevo…
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