Por: Mariana Skiadaressis
Las estructuras familiares ya no son lo que eran porque la ilusión de la pareja “para siempre” se ha desvanecido. Hoy, por suerte, la moral va dejando paso a una ética personal más genuina y las parejas, en lugar de cumplir con un mandato social, son más honestas y se separan. Hace poco una amiga sufrió una más de tantas separaciones y otra amiga le dijo que otra vez había fracasado. Todavía queda gente joven con un pensamiento tan antiguo. Quizás existan parejas for ever en nuestra generación, hoy es imposible saberlo, pero en la mayoría de los casos, es más realista aceptar que toda la vida es demasiado tiempo.
Aunque las parejas ya no funcionen como unidad indestructible, lo que veo a mi alrededor es que casi todas las personas quieren tener hijos o ya los tienen. En la conformación de nuevas familias, lo único que no es volátil es el lazo amoroso con los hijos. Unos meses atrás otro amigo me anunció que iba a ser padre y yo le pregunté que quién era la afortunada en tenerlo como pareja. Me contestó que no estaban en pareja, que era una relación esporádica pero que pensaban tenerlo sin alterar su situación vincular porque así estaban bien.
Antes, cuando una mujer se embarazaba la obligaban a casarse con el padre de la criatura. Era una vergüenza ser madre soltera. Hoy eso está más que demodé, no sólo porque hay miles de posibilidades de configuración familiar que se han desarrollado gracias al repliegue de algunos prejuicios retrógrados -desde la pareja monoparental hasta los padres de un mismo sexo- sino también porque mujeres y hombres estamos cada vez más en pie de igualdad, mal que les pese a la gran cantidad de neandertales que todavía habitan nuestra sociedad.
Les comparto el genial tema Madres Solteras de mis amigos “Perros que miran la luna”.