Por: LevantArt
Un buen seductor se relaciona con las mujeres de una forma diferente a la empleada por la mayor parte de los hombres.
Las personas, en general, actuamos de manera reactiva. Reaccionamos a las emociones de los demás con un reflejo casi idéntico: si alguien nos trata en forma agresiva, respondemos con agresividad; cuando alguien nos sonríe, sonreímos.
Esta falta absoluta de control sobre las emociones nos deja desnudos en el proceso de cortejo. Aunque siempre vayamos a seducir con buenas intenciones, no necesariamente obtendremos una buena respuesta, lo que puede ser interpretado por muchos hombres como signo de la mal llamada “histeria”. Entonces, suele ocurrir que el rechazo penetre como un ancla en nuestro ego y en nuestro orgullo y desencadene un torrente de emociones negativas (ira, rabia, enojo, desprecio, malhumor, vacío, abandono, depresión y otras similares).
Esta reacción revela lo mal preparados que estamos para enfrentar ciertas situaciones de la dinámica social, y también expone nuestra escasa predisposición para desarrollar una fortaleza emocional que nos conduzca al logro de los objetivos propuestos.
Tomemos dos ejemplos. Veamos cómo actúan el señor X y el señor Y en las siguientes situaciones:
1. El señor X se aproxima a una mujer y es rechazado con una frase hiriente. De modo automático, modifica su actitud y le responde también de modo despectivo. Su humor cambia por completo; lo sucedido lo afecta por varias horas o incluso durante algunos días.
2. El señor Y se aproxima a una mujer, es aceptado en la interacción, pero ella comienza a tocarle el bíceps en forma insinuante. Automáticamente, él responde también en plan sexual, con toques o cumplidos ante los que ella reacciona mal, ya que la escalada ha sido muy rápida y no quiere sentirse fácil ni estar con un hombre que rápidamente se le entrega a ella y se muestra sexualmente necesitado. Al tocar al señor Y, aunque sea de modo inconsciente, ella sólo intenta verificar cuán necesitado de sexo y/o de interacciones sociales está él. Si lo percibe muy necesitado, lo rechazará.
En ambos escenarios, tanto el señor X como el señor Y actúan reactivamente, dejándose llevar por sus emociones primarias, sin perspectiva de la situación. Así desaprovechan una interacción que bien podría haberse desarrollado de manera diferente. ¿Cómo?
La proactividad en un Aven
Utilizaremos los mismos dos ejemplos, pero desde el accionar de un buen seductor, llamado Aven(1) en la ciencia de la seducción.
Caso número 1. El Aven X se aproxima y es rechazado con una frase hiriente. Pero la mujer no se va: si se fuera, concluiría la interacción. Sólo está probando si logramos pasar su filtro. En lugar de reaccionar como el señor X, el Aven podría chocarle las manos como si la estuviese felicitando y aprobar su comportamiento diciéndole “Me encantan las mujeres con actitud”. Esta acción le permite pasar a la siguiente fase en su juego. Estará dentro del set, hablando con ella, y podrá continuar.
Caso número 2. El Aven Y se aproxima a una mujer y es aceptado en la interacción, pero ella comienza a tocarle el bíceps de manera insinuante. En ese caso, él rechazará su insinuación con una demostración de desinterés hacia su escalada sexual. Por ejemplo, llevando el cuerpo hacia atrás y pidiéndole a la mujer, con ánimo divertido, que le dé dinero por cada uno de sus toques. O sugiriéndole que le parece una actitud muy “golosa” de su parte, lo que lo coloca a él en una clara situación de premio. Ella responderá a esto con una o varias demostraciones de interés; entonces, el Aven Y podrá continuar con la interacción en forma proactiva, construyendo atracción.
En ambos casos, el hombre mantiene el control de la interacción, incluso cuando inicialmente parecían situaciones difíciles de superar.
En general, los seres humanos actuamos con patrones de comportamiento bastante limitados. Salvo alguna variable extraordinaria, las mujeres suelen rechazar a los hombres de cuatro o cinco formas distintas. Y aunque algunos puedan contabilizar hasta diez formas de rechazo diferentes, aun seguiría tratándose de un patrón fácil de responder. De esta manera, para las cuatro formas de rechazo establecidas, tendremos en mente una herramienta que podrá convertirlas activamente en interacciones a nuestro favor.
Lo mismo ocurre si la mujer responde de manera positiva. No son muchas las formas en las que esto puede suceder; quizá cinco o seis situaciones distintas y, nuevamente, para cada una de ellas tendremos una emoción proactiva (porque reaccionaremos juzgando cuál es la mejor manera de responder a la emoción de la mujer en nuestro favor), para seguir manteniendo el control de la interacción.
En esto consiste tener un plan.
Esto (junto con la práctica de lo aprendido hasta aquí y, sobre todo, de lo que queda por aprender) nos permitirá sentirnos relajados, liderar las interacciones más difíciles y concretar nuestros objetivos a nivel social, sexual o amoroso.
* Fragmento del libro “El Juego de la Seducción. Todo lo que un hombre debe saber sobre las mujeres”. Adaptado para INFOBAE.COM con autorización de la editorial Dibuks. Los primeros capítulos pueden descargarse gratis en la web de la editorial.