¿El fin de la dominación masculina?

#MundoEnCrisis

La división sexual del trabajo era bastante clara: el hombre era el dueño de la vida pública, el que tomaba todas las decisiones relevantes en la sociedad y, al interior de la familia, el sostén y el jefe al que la mujer debía atender.

Esta imagen de familia que se instaló a mediados del sigo XX podía tener bastante de fantasía, pero algo de eso efectivamente ocurría. Para dar sólo dos ejemplos, era muy raro ver a mujeres estudiando en las universidades y ni siquiera tenían derecho a votar.

Los puentes de Madison, de Clint Eastwood y coprotagonizada por una increíble Meryl Streep, cuenta la historia de una típica ama de casa estadounidense de los cincuenta, dedicada al cuidado de sus hijos y de su esposo, que no sabe qué hacer frente al repentino amor con el que se encuentra.

Este panorama parece haberse modificado completamente en los últimos años, y no sólo porque es cada vez más común ver a mujeres presidentas y líderes políticas. Según el censo 2010, en Argentina el 54 por ciento de las personas que tienen un título universitario son mujeres. Y está lejos de ser un caso aislado.

“En Uruguay las mujeres son más educadas que los hombres: representan el 70 por ciento de quienes estudian en universidades y terciarios. Por eso tienen que hacerse a la idea de que van a tener parejas de menor nivel educativo que ellas”, cuenta la socióloga Adriana Marrero, de la Universidad de la República (Uruguay), en diálogo con #MundoEnCrisis.

“Constituyen el 52 por ciento de la Población Económicamente Activa. Es interesante ver cómo las relaciones de género pueden perjudicar a las mujeres, pero también a los hombres”, agrega.

¿Cómo fue esto posible? Por muchos factores. Primero, las luchas de las propias mujeres por tener los mismos derechos que el sexo opuesto. Segundo, que vivimos en un mundo crecientemente individualista, en el que todos ganaron autonomía para decidir quiénes quieren ser.

 

¿El nuevo sexo dominante?

 

El diablo viste a la moda, de David Frankel (también protagonizada por Streep), muestra a la perfección a la mujer del siglo XXI. No tanto por el personaje de la jefa omnipotente, sino por el de la joven firmemente decidida a triunfar con su carrera, aún a riesgo de perder a su pareja, que es quien está la mayor parte del tiempo esperándola a ella.

“No hay nadie que pueda discutir que en este siglo que pasó ha ocurrido un enormísimo proceso de igualación de las mujeres en relación con los hombres, pero es algo que se da sólo en los países occidentales. En Afganistán, China, Paquistán y otros, la situación de la mujer es desesperante”, explica Marrero.

Entonces, el primer pero es que, si bien estos procesos marcan tendencias irrefrenables hacia las que parece dirigirse todo el planeta, es un desarrollo muy contradictorio. No sólo en otros países. Son transformaciones que esencialmente se dan en los medios urbanos de alto nivel educativo, de los que gran parte de la población está todavía exenta.

“Por otro lado, la sobreeducación de las mujeres tiene que ver con la conciencia de su propia situación desventajosa en el mercado laboral, que es claramente favorable a los hombres. Por eso buscan tener cosas que ellos no tienen: títulos”.

De hecho, entre los que tienen un título de posgrado en Argentina, las mujeres son el 49 por ciento. Es decir que siguen siendo superadas por los hombres, incluso a pesar de ser muchas más las que se gradúan de las universidades.

La cúspide económica sigue siendo principalmente masculina. Son ellos los que ocupan la mayor parte de los puestos directivos y los que, ante igualdad jerárquica, reciben mejores salarios.

¿Los motivos? Por un lado es cierto que las mujeres se orientan más hacia carreras con un perfil social, lo que deja a las ciencias duras con más población masculina, y de allí salen los principales ejecutivos. Además el hecho de que las mujeres puedan quedar embarazadas hace que algunas empresas teman perderlas de un día para el otro. Por último, nunca falta una dosis de machismo en esos sectores.

 

Hacia el desvanecimiento de las diferencias

 

“Ya no cuenta eso de que el hombre cuanto más feo, más hermoso. Hoy hay modelos de masculinidad más variados. Es una sociedad que estandariza, pero que al mismo tiempo favorece que expresemos nuestra propia identidad. Se acepta que se manifiesten distintas formas de sexualidad y que cada uno tenga un estilo personal, una propia individualidad”.

Los cambios en el lugar de la mujer no se pueden separar de los que atraviesan también a los hombres, porque se trata de relaciones. Si las mujeres presentan hoy rasgos que antes se asociaban a lo masculino, lo mismo pasa con los hombres, que se feminizan.

“Hay patrones de juventud que se imponen en ambos sexos. Ahí empiezan las depilaciones, los peelings y las cirugías en los varones, que deben responder a esas demandas sociales”.

Si antes los hombres y las mujeres se comportaban en sus vidas de forma diametralmente opuesta era porque la familia, las religiones, la escuela, los clubes y los grupos de amigos condicionaban mucho esos comportamientos. Cuando esas instituciones entran en crisis no dejan de moldear la conducta de los individuos, pero ya no lo hacen con la misma efectividad que antes. Por eso los gustos y las modas atraviesan las clases sociales y también los sexos.

Al hacerse más tenues, las diferencias generan menos conflictos sociales. Pero, por el mismo motivo, producen identidades más débiles y cambiantes. Y muchas veces puede resultar angustiante tener que pasar parte importante de la vida preguntándonos quiénes somos, sin ser capaces de responder.