El mayor problema de la comunicación es que no escuchamos para entender. Lo hacemos para replicar.
La vida, los desafíos y la lucha por la supervivencia nos llevan a incrementar los mecanismos de defensa contra agresiones y amenazas de todo tipo. El logro o la victoria, planteados como una relación donde uno debe perder para que otro pueda ganar ha ganado espacio social. Los hemos incorporado de tal manera, a veces justificadamente, que ya forman parte de nuestro estilo de relacionamiento.
Es por ello que los monólogos de a dos son tan frecuentes. Una frase se solapa con la otra y cuando mi interlocutor no ha finalizado ya le estoy rebatiendo lo que supongo que terminará de decir.
Si verdaderamente escuchásemos para entender la posición del otro, estaríamos comunicándonos verdaderamente y dándonos la posibilidad de construir en conjunto.