En el último post argumentaba que la revolución no sería twitteada porque las redes sociales nos ofrecen a diario una plataforma a partir de las cual se puede adherir a causas, declarar buenas intenciones, sin realmente hacer nada sustantivo por ellas. Un juego de distancias entre el decir y el hacer a partir del cual muchos pueden sentirse comprometidos con causas u opciones políticas por las que no estarían dispuestos a hacer algo en la “vida real”.
De hecho, encontré, casi por casualidad, una publicidad de UNICEF que condensa de forma extraordinaria este tema. Continuar leyendo