Por: Claudia Peiró
Cunde la alarma en el “hexágono” desde que el gobierno socialista presentó un proyecto de ley de enseñanza superior que habilita el uso del inglés en las universidades francesas para el dictado de clases, los exámenes, los concursos y la investigación…
Quienes hayan visitado Francia en los años 80 (y antes por supuesto), e incluso hasta comienzos de los 90, habrán vivido la experiencia de intentar practicar el francés aprendido y toparse con la actitud poco colaborativa, la indiferencia e incluso cierto desprecio por parte de quienes se sentían dueños de un tesoro al que otros jamás podrían acceder… ¡Y guay de quien no pronunciase bien la lengua del gran Víctor Hugo! Y dos veces guay del que se atreviese a hablarles en inglés…
Pues bien, 10 años de hiperconectividad y multimedia bastaron para dar cuenta de ese orgullo. La globalización, que arrasa con todas las diferencias, particularismos e idiosincrasias -porque todo debe entrar en un mismo molde-, llegó a las costas francesas y, al parecer, los encontró con la guardia baja ya que se les ha filtrado hasta los tuétanos.
Al punto que hoy, en nombre del realismo, la modernidad y la competitividad, están dispuestos a declinar su hermoso idioma en favor del inglés…
¿Dónde quedó el legendario orgullo galo, dónde la autoconfianza de una cultura que irradió e irradia su originalidad y fecundidad hacia el mundo entero? ¿Dónde la famosa “exception française”?
Ahora, ante la menor hesitación del extranjero que ingresa a una tienda, café u hotel, aparece la actitud “solícita” de un empleado respondiendo en inglés con aire comprensivo y retrogradando a todos a la categoría de súbditos de un imperio virtual: el del dominio global de un idioma. Y así tenemos el grotesco de dos interlocutores, uno francés y otro de nacionalidad equis, hablando en un inglés que no es lengua materna de ninguno de los dos…
Pues bien, ese mismo absurdo quiere ser llevado ahora a las aulas de las muy prestigiosas universidades francesas. Recordemos que el anterior “encierro” en el francés jamás desalentó el turismo, ni el deseo de los estudiantes del mundo de ir a perfeccionarse a París.
Pese a ello, Geneviève Fioraso, ministra de Enseñanza Superior y de Investigación del actual gobierno socialista, propone ampliar las posibilidades de uso del inglés en las universidades francesas yendo más allá de lo ya hecho en este sentido bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy.
La ley actual establece que “la lengua de enseñanza, de los exámenes y concursos, así como de las tesis y memorias en los establecimientos públicos y privados de enseñanza es el francés, salvo excepciones justificadas por las necesidades de la enseñanza de los idiomas y culturas regionales o extranjeras, o cuando los docentes son profesores asociados o invitados extranjeros”. Así es en casi todos los países por otra parte.
Pero ahora se quiere ampliar la excepción idiomática a la enseñanza “dispensada en el marco de un acuerdo con una institución extranjera o internacional o en el marco de programas que gozan de financiamiento europeo”, que son muchísimos.
Con esto, denuncian los críticos, se abre la puerta al uso indiscriminado al inglés. Un verdadero suicidio lingüístico.
Autodestrucción
La iniciativa oficial ha despertado muchas reacciones. Ya circulan petitorios promovidos por los sindicatos de la educación, personalidades del mundo cultural y dirigentes políticos para que el Gobierno retire un proyecto que aspira a “expulsar la lengua francesa de la enseñanza superior y de la investigación”.
“¿De dónde puede venir, en Francia este encarnizamiento contra la lengua francesa?” se preguntaba por ejemplo Claude Hagège, profesor del prestigioso Collège de France, en un artículo publicado en Le Monde hace una semana. “¿La dirigencia nacional está tal vez poseída por una pulsión de autodestrucción? ¿Acaso no oyen desternillarse de risa a los estudiantes extranjeros que ustedes pretenden atraer a sus universidades y escuelas con una enseñanza en inglés, cuando esa no es su lengua materna?”, agrega.
Lo más preocupante es el impacto simbólico del hecho de que la propia Francia adopte una medida que implica la subordinación de su idioma a otro, aceptado como hegemónico e universal.
Se olvida que el francés es un idioma ampliamente aprendido y apreciado en el mundo; que aceptar la supremacía del inglés sobre el francés implica una señal muy negativa y un desprecio al conjunto del mundo francófono que no se reduce a las fronteras de Francia; que lo que Francia debería hacer es, por el contrario, acentuar la promoción del francés en el mundo; que adoptar el inglés como lengua número uno implica conceder una ventaja no sólo en el terreno lingüístico sino también político, comercial, económico…
Hagège acusa a los promotores del proyecto de servilismo al lucro y señala que, detrás de esta iniciativa, están los universitarios ligados por convenios con establecimientos de habla inglesa y que “no entienden que es utilizando el francés como acrecentarán el prestigio de sus trabajos y no mordiendo el polvo frente al inglés”.
En efecto, si los estudiantes extranjeros eligen estudiar en Francia es porque quieren además mejorar su conocimiento del idioma. “El francés, dice un petitorio lanzado por la Unión Popular Republicana, no es un freno a nuestros intercambios universitarios y científicos con el mundo: ¡al contrario!”.
Para colmo, el ministro de Educación Nacional, Vincent Peillon, promueve que se enseñe un solo idioma extranjero en la escuela primaria, lo que llevará obviamente a la opción por el inglés. Las razones que se invocan, nuevamente, son la globalización, la necesidad de modernizarse y la eficacia económica.
Pero precisamente porque las fuerzas que impulsan al aprendizaje del inglés son tan fuertes es que no hace falta sumar estímulos. Al contrario, lo que hay que defender es la diversidad, el multilingüismo, tanto promoviendo el aprendizaje de más de un idioma extranjero, como postergando el del inglés (ver nota de este mismo blog Que su hijo aprenda francés antes que inglés).
Otro señalamiento importante de los críticos del proyecto francés es que “la imposición del inglés lleva a proclamar la primacía de la competencia lingüística sobre la competencia profesional y por lo tanto a clasificar a los docentes e investigadores francófonos en una comunidad científica de ‘segunda’”.
El inglés, como la computación, no sustituye por sí solo la falta de nivel educativo. Sin embargo es mucha la gente que cree que el aprendizaje del inglés volverá más inteligentes a sus hijos. Inglés y computación son los dos componentes de una suerte de fórmula mágica, un “ábrete Sésamo” hacia el éxito educativo y profesional.
Resistencia a la globalización lingüística
En honor a la verdad hay que decir que este servilismo frente al inglés no es privativo de legisladores y políticos franceses.
Sucede lo mismo en Argentina donde además de una Presidente que twittea mechando palabras en inglés (why, my God, always, too much, son sus favoritas) las autoridades –nacionales y porteñas- creen que han mejorado la calidad educativa por el mero hecho de haber decretado la enseñanza obligatoria del inglés a los niños desde la primaria…
En tiempos de mundialización, y cuando los medios, las redes, el cine y la TV avanzan arrolladoras en la promoción del inglés, la diversidad cultural debe ser defendida contra viento y marea. Sin embargo, precisamente cuando más diques hay que elevar contra la uniformización cultural, surge un discurso que, en nombre del sentido común, del realismo, de la eficiencia, propone rendirse ante la marea globalizante.
La petición de la Unión Popular Republicana señala que “un idioma no es neutro sino portador de valores y de un imaginario propio: imponer el inglés equivale a imponer un pensamiento y una cultura extranjera”.
Entre dos modelos opuestos -lengua única versus multilingüismo generalizado-, debe claramente optarse por el segundo, que no excluye el inglés, pero rechaza su imposición generalizada. Sobre todo cuando en el mundo se verifica un ascenso de otras lenguas, al compás de la multipolaridad, como el chino, el español y el árabe.
El inglés no es la única herramienta ventajosa para el comercio y la economía, también lo son los otros idiomas mencionados. Y, en África, lo es incluso el francés, hablado oficial y no oficialmente en muchos países (ver la lista a continuación). De hecho, el francés es hablado en países de los cinco continentes, una característica que sólo comparte con el inglés. Si la propia Francia renuncia a su idioma, es el fin de la francofonía, esa extendida comunidad lingüística.
“Francia es la cuna pero no la dueña del francés”, recuerda el propio Claude Hagège, seguramente con la esperanza de que la resistencia a la globalización lingüística se extienda a otros puntos del planeta.
Países francófonos
Esta lista se divide en 3 categorías, según el francés sea idioma oficial único, co-oficial o parcialmente usado pero no oficial.
Estados y territorios donde el francés es única lengua oficial
Benin
Burkina Faso
República del Congo
República democrática del Congo (ex Zaire)
Costa de Marfil
Francia, tanto la Francia metropolitana como la de ultramar
Gabón
Guinea
Mali
Mónaco
Níger
Senegal
Togo
Quebec (Canadá)
Estados o territorios donde el francés es co-oficial
Bélgica (holandés, francés, alemán)
Burundi (francés, kirundi)
Camerún (francés e inglés)
Canada (francés e inglés, pero las provincias de Québec –francés- y Ontario –inglés- son oficialmente unilingües)
República Centroafricana (francés, sango)
Comores (francés, árabe)
Yibuti (francés, árabe)
Guinea Ecuatorial (español, francés)
Haití (francés, criollo)
Luisiana (el francés es idioma oficial en este estado de los EEUU, pero en la práctica está en desuso)
Luxemburgo (francés, alemán, luxemburgués)
Madagascar (francés, malgache)
Mauricio (francés, inglés, criollo)
Mauritania (árabe, francés)
Ruanda (kinyarwanda / francés / inglés)
Seychelles (francés, inglés, criollo)
Suiza (francés, alemán, italiano, romance)
Chad (árabe, francés)
Valle de Aosta (región autónoma de Italia que habla francés e italiano)
Vanuatu (francés, inglés, bislama)
Estados parcialmente francófonos, donde el francés no es oficial
Andorra
Argelia
Bulgaria
Camboya
Israel
Laos
Líbano
Marruecos
Moldavia
Rumania
Tailandia
Túnez
Vietnam