Fue un monarca muy amado, y llorado tras su muerte violenta. Su estatua ecuestre está emplazada en el corazón de París, la ciudad que, para él, “bien valía una misa”, y por ella aceptó convertirse al catolicismo. Vert galant (“viejo verde”) lo llamaron -y con ese nombre se conoce la plaza que alberga su monumento- ya que nunca se cansó de cortejar a las damas. Él mismo lo admitió: “Se dice que soy tacaño, pero hago tres cosas muy alejadas de la avaricia: porque hago la guerra, hago el amor, y edifico”.