“Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la fe es también la santa “astucia”. Es una virtud esta “santa astucia”. Se trata de aquella sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros para evitarlos”.
Dijo hoy Francisco en la Misa por la Epifanía, conmemorando la presentación del Niño Jesús a los Hombres en las figuras de los Tres Reyes Magos.
Y continuó en ese tono:
“Estos Magos venidos de Oriente nos enseñan cómo no caer en las insidias de las tinieblas y cómo defendernos de la oscuridad que trata de envolver nuestra vida. Ellos, con esta santa astucia custodiaron la fe. También nosotros debemos custodiar nuestra fe. Custodiarla de la oscuridad que tantas veces, es una oscuridad travestida de luz, porque el demonio, dice san Pablo, se viste de ángel de luz. Y aquí necesitamos la santa astucia para custodiar nuestra fe del canto de las sirenas que te dicen: hoy tenemos que hacer esto o aquello”.
No es la primera vez que S.S. se refiere a la impostura, al engaño, a la simulación y a la hipocresía como un peligro, equiparando la hipocresía a la corrupción por ser una malversación o subversión de un valor o un bien.
Lo peor que se puede hacer con una buena nueva es dejar que sea anunciada por un impostor. Si los Reyes Magos hubieran detenido su camino de vuelta en el Palacio de Herodes, distinta habría sido la historia.
¿Podemos aplicar esa “santa astucia” en lo cotidiano? ¿Es necesario precavernos día a día de las imposturas de los Reyes Disfrazados que anuncian las mejores noticias con el único propósito de embaucarnos o podemos quedarnos tranquilos, encerrando en el mundo espiritual las recomendaciones de Francisco?
Por supuesto que esta es una apreciación muy personal, pero no creo errar mucho si digo que cuando S.S. nos advierte de las sombras disfrazadas de luces nos habla de nuestro quehacer diario. Cada uno donde le toque o donde pueda, la batalla por la propia fe, por la pureza concreta de esa fe, se da en cada ocasión.
En la vida de cada uno la defensa de la Verdad se debe ejercer por un acto de responsabilidad y solidaridad porque en una Comunidad mis desaciertos repercuten en el otro, en el semejante.
La “santa astucia” no debe quedar relegada al fuero interno sino que se debe emplear para entender claramente dónde están las tinieblas camufladas de luces en cada aspecto de la vida de la Nación.
Ya ha dicho también Francisco que no debemos permitir que se nos licue la fe. Esa fe, en la vida social, se expresa en valores y bienes que debemos proteger de forma concreta sin dejarnos embaucar por los que pretendan vendernos valores en cuotas, relativos.
Es muy fácil en tempos de crisis dejarnos convencer por recetas de fe parcial y comprar retazos de valores como parches para nuestras desgracias. La oferta es múltiple y permanentemente disfrazada de buenas intenciones.
Es inimaginable el riesgo que corremos como Nación si, sofocados y atolondrados por los males de hoy nos dejamos encandilar por los primeros Reyes Disfrazados que nos digan lo que queremos escuchar.
Debemos preguntarnos quiénes son y desde qué lugar nos anuncian las buenas noticias. También quiénes son y desde qué lugar nos gritan las malas nuevas.
“Santa Astucia”.
La fe, sea cual sea, o los valores morales cívicos o los que fueran que animen la voluntad de cada argentino, deben fortalecerse en el ejercicio de discernimiento. ¿A qué se deben ciertos silencios de hoy? ¿Qué mueven los gritos que nos dirigen?
No nos dejemos vender buenas noticias ni nos aturdamos por las malas.
“Su ejemplo nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentaros de una vida mediocre, de “pequeño cabotaje”, sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande! Y nos enseñan a no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sapiente, potente. No hay que detenerse allí. No hay que contentarse con la apariencia, la fachada. Es necesario ir más allá, hacia Belén, allí donde, en la sencillez de una casa de periferia, entre una mamá y un papá llenos de amor y de fe, resplandece el Sol que ha nacido de lo alto, el Rey del universo”.
Tengamos, sobre todo ahora que tan de moda se ha puesto la “fransiscanía”, mucho cuidado en ver qué Reyes nos vienen a contar que cosas.
Hay Reyes que fueron y volvieron de la periferia. Hay Reyes Disfrazados.
Hay Reyes Desnudos.
Estemos atentos.