Hay un viejo cuento que habla de un hombre que se encontraba solo y aburrido en una isla. Hasta que un día apareció una mujer perfecta, rubia, angelical e infartante a la vez. Ambos comenzaron a conocerse y al poco tiempo parecían haber nacido el uno para el otro. El hombre, por primera vez desde que estaba en la isla, era feliz. Pero días más tarde comenzó a darse cuenta que algo raro le estaba pasando y fue ahí que juntó varias hojas de la vegetación de la isla y con ellas armó una corbata y unos bigotes, y con un árbol construyó una mesa y dos sillas. Luego se acercó a la bella mujer, le pidió que por favor se sentara y que se pusiera la corbata y los bigotes falsos porque tenía que decirle algo muy importante. Finalmente, con una sonrisa en su rostro y casi como un grito de desahogo le dijo: “Che, no sabés a la rubia que me estoy comiendo.”