Un 27 de diciembre del 2001, después de esperar 35 años, Racing volvió a ser campeón. Un equipo que fue en contra de la lógica, esa que habla de un proceso de formación, de un tiempo prudencial para que un gran número de jugadores nuevos se conozca y entienda dentro del campo de juego. Es que ese equipo, liderado por Mostaza, tenía como principal virtud reconocer sus propias limitaciones. Sabía que no le sobraba nada, solía no brillar, pero nunca defraudaba. En base a sacrificio y garra se llevaba por delante a los rivales de turno y terminó dándonos una alegría a todos los hinchas de Racing que esperábamos con ansias volver a gritar bien fuerte al cielo: “¡Se acabo la mufa, somos campeones!”.