Torremolinos, España: “Un Encuentro inesperado”

#RecordarEsViajar

Recuerdos de mis viajes por España.

Largas horas de vuelo y esperas. Largas horas de un proyecto abortado cientos de veces, interminables vigilias para que este sueño se hiciera realidad. Un día de aeropuertos, aviones, controles, equipajes. Largos años de soñar con este viaje, posponerlo, juntar dinero, posponerlo, seguir juntando. Hacerme ciudadano español, tarea no sencilla. Pero, ya estaba volando sobre el cielo de la Península Ibérica, gaitas y castañuelas me sonaban por doquier. Sentado, allí, en el avión, pensaba y repensaba como sería mi estadía en mi segundo país. España.

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El comandante me puso en caja y nos alertaba de la cercanía del aeropuerto de Barajas. Ay, Ay, Ay, España. Por fin estabas a mis pies. Su voz, muy grave. Muy de Capitán. Inspiro respeto. Seguimos con atención su discurso y aceptamos la bienvenida y los 34 grados que nos esperaban en Madrid. Las ruedas sacudían el fuselaje del avión. Un primer contacto con la tierra tan esperada. Ya estábamos carreteando. Colgué mi mochila. Emprendí mi lento camino por el pasillo. Un sol radiante explotaba sobre el cielo Madrileño.

Me asome a una de las ventanillas. Mi sorpresa no tuvo límites. Divise una figura en la pista. Inconfundible. Muy conocida para mí, toda ella envuelta en un brillo excepcional. Tenía el sol detrás y parecía irradiar rayos, esto me dificultaba un poco la visión. Pero no hay dudas esa persona era la figura de mi Padre. Me repetía que no podía ser, pero mi ansiedad no se detenía. La fila avanzaba lentamente, no me animaba a volver a espiar por la ventanilla, el Capitán nos daba su adiós.

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Mi emoción se agigantaba. Mi contacto con el suelo español era en minutos. No pude resistirme y volví mi mirada dónde estaba esa figura. No había dudas, era él, estaba allí. En su cara una amplia sonrisa, levantaba su mano en forma de saludo. Inicié el descenso, mis piernas temblorosas, inseguras, mi corazón estaba muy acelerado, esto hacia que apenas tocara los escalones, parecía que flotaba. Apoye primero mi pie derecho y luego el izquierdo. Tal como lo hizo Colón. Dije en voz alta. ¡Tierra!

Sin perder tiempo, me dirigí hacia él, me estaba esperando. La cercanía disipo todas mis dudas. Más delgado, más joven, su clásica calvicie. Allí estaba. El español Bernabé. Mi Padre. Precisamente es lo único que atine a balbucear. ¡Padre! A su vez escuche en mi oído. ¡Hijo!. Nos confundimos en un fraternal e interminable abrazo.

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Caminábamos abrazados. No mucho. Lo hicimos en silencio. Sentados en él micro, de reojo lo miraba, estaba tal cual, mi intención fue de acariciarlo, pero igual que siempre no me anime. Mi remordimiento no pudo vencer mi pudor, porque tantas veces me reproche que lo tenía que haber hecho más seguido. Mi generación no está acostumbrada a expresar su amor por los seres queridos. Pocos besos, pocos abrazos. Ningún: ¡Te Quiero!-

Los trámites aduaneros. Me dirigí detrás del clásico pelotón de ansiosos turistas, intentando terminar rápidamente, todos envueltos en temores, no sé porque, como “pequeños delincuentes” Llegue a las ventanillas, dos, en una no había nadie, decía: “Españoles”. Desenfunde con orgullo mi pasaporte español, nuevito, impecable. El funcionario, tomo mi pasaporte, lo ojeo, se dio cuenta que debutaba, levanto su vista y juraría que me sonrío. ¡Adelante!. España es toda suya. Me dijo. Se me hincho el pecho. La primera vez que me reconocían como español. Por lo bajo gritaba. Bien Carajo. Bien Carajo. Mi sonrisa se convertía en risa. Sellaba así una gran Bienvenida.
Nos reencontramos y comenzamos una alegre charla. Me dijo: estoy enterado de tus planes. Vamos para Málaga, de allí a Torremolinos. Más tarde Euroal. Un Fam Trip luego de terminada esta, por Granada y la Costa del sol, te va encantar, es hermosa toda esa zona. Tus planes para después son muy ambiciosos, sé que lo tenés todo decidido. Unos días en puerto Banus, Marbella, Barcelona, Ibiza, Madrid, Barco de Ávila y Gil García, ese es mi pueblo, donde nací, me dijo y sus ojos se pusieron brillantes.

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Tu deseo es llegar a Atocha en el metro, no es tarea fácil. Debemos hacer unas combinaciones y trasbordos para llegar. Comenzamos a caminar. Y fue caminar, caminar. Lo hacíamos como dice la canción de María Helena Walsh, la de la “Tortuga Manuelita”. “Un ratito caminado y otro ratito de a pie”. Interminable. Mi padre iba a mi lado, me pareció muy ágil y me extraño su manera de hacerlo casi en el aire, muy jovial.

Por fin Atocha. Que hermosa, realmente me deslumbro, todo muy ordenado, brillante, los españoles muy atentos. El patio de Comidas, exótico con esas maravillosas plantas, su arquitectura, una verdadera maravilla.
Ya estaba sentado en el tren rápido que me dejaría en Málaga, plasma, auriculares, música, una pinturita. Mi padre se sentó a mi lado, conversábamos animadamente, su velocidad no es notable. Sin darnos cuenta nos anunciaban la llegada a Málaga. A Torremolinos, unos 30minutos. Hace tus cosas tranquilos nos encontramos allí.

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El Lobby del Hotel era una extensión de la Sede de “Visión” -Asociación Internacional de Periodistas y Escritores Latinos de Turismo- besos, abrazos, recuerdos, alegría de reencuentro con colegas. Cuando llegue a la habitación. Tenía un amplio ventanal y un pequeño balcón, allí encontré sentado a mi padre. Conversábamos en el balconcito de mi habitación, yo me deleitaba un “Whisky on the rock”, un etiqueta negra, una de mis tantas debilidades, el atardecer nos atrapaba y poco a poco nos dejamos sorprender por las sombras. Me dijo. ¿Qué te parece España? Mucho cambio, me gustaría más tradicional, no imagine tanta cantidad de turistas, tantos colores de piel, vestimentas, culturas tan distintas, tanto grito al hablar y tantos lenguajes diferentes. Me sorprendió el poco cuidado de nuestro lenguaje, quería escuchar mi idioma, como si fuera una música. Siempre que aborde a alguien, me iniciaron la charla en inglés. Tendré cara de inglés. Que decepción.- Mi ilusión era parecerme a un Español-.
En el centro de Torremolinos. Caminábamos sobre su peatonal. No podía salir de mi asombro de tantas callecitas, todas ellas como pequeños afluentes de un gran río. Repletas de barcitos, lugares de encuentro, para comer, brindar, pasar momentos agradables con amigos, entiendo porque los argentinos somos tan amigueros y todos nuestros festejos y reuniones solamente se realizan si hay comida de por medio.
Esa noche fue el Coctel de bienvenida de Euroal, en un Chiringuito de la Playa, vinos, sangrías, vinos de verano y la cañita, acompañados de pescaitos y la clásica sardina a las leñas. “Espeto de Sardinas”. Una manera muy particular de hacerlas. Se arma un importante fuego y se clavan cañitas con sardinas ensartadas en ella, su técnica es muy similar a nuestros asadores, costillares de carne, lechones, chivitos, corderos enteros, también en nuestro caso se les llama a la cruz, a la estaca.

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Se sirven sin cubiertos y la habilidad es comerlas con las manos, mordisqueando su carne de la cola a su cabeza y que solamente queden las espinas uniéndolas. Pero. Que desilusión, estaba yo muy entusiasmado echándole limón, tal cual es nuestra costumbre, la Argentina. Cuando se apareció mi padre. Me dijo: Hijo. El limón no es para echarle al pescado, es más, no es bien visto le quita el mejor sabor .Ahhh sí. Fue mi respuesta, como descreído y un poco insolente le pregunté ¿Y para que usan el limón los españoles? Para limpiarse las manos. Fue su respuesta. No puedo dejar de reconocer mi gran desilusión. Me pregunté: ¿No será una broma? Pero él no era de hacerlas.

Al día siguiente, en el centro de Málaga. Nuevamente se sucedían las callecitas, las que me resultaban tan atractivas, en cada una de ellas me paraba y las observaba atentamente, algunos edificios hablaban por si solos, con su estampa, marcaban su historia, los bares y chiringuitos repletos, mediodía, quería deleitar una cañita y probar el jamón Ibérico.

Busque, busque, hasta que encontré una cervecería, rustica, con barriles como mesa. Quería asegurarme del pedido, encare a la encantadora niña que estaba detrás del mostrador. Le pedí, un sándwich de jamón serrano o ibérico, con tomate en rodajas y manteca. ¿Con manteca? Su cara de asco me asusto un poco y se lo volví a aclarar. Si, con manteca. A su vez le explique, en mi país, Argentina, acostumbramos a comerlo así y es muy rico, deberías probarlo. Su cara de asco apareció nuevamente, es evidente que no lo podía disimular.

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Por fin llegó el momento. La “chapata” -pan similar a una figaza -repleta de jamón, tomate y la manteca. Allí estaba plantada frente a mí, por sus orillas sobresalían trozos de jamón que me desafiaban y hasta parecían sonreírme. Agarre la chapata con las dos manos y clave mis dientes con toda mi furia. Poco a poco sus sabores se distribuían por toda mi boca y mi paladar se deleitaba, eso era jamón de mi querida nueva patria y Olé. El jamón es un manjar y la manteca no es necesaria, porque el jamón en si es una manteca. Devoraba el segundo y seguía pensando en ella. Tanto me impacto esa niña que deje de pedirla. Quizás así le dirán a otra cosa, pensé. Mejor me abstengo.-

La cañita me obligo a sacarme el sombrero. . Que bebida maravillosa, cerveza por supuesto, mi asombro fue su temperatura, siempre helada. Su tamaño, es justo para que no se caliente. Lo único que se te calienta es el pico. La bebida de los tres “Tuk”. Así la bauticé. ¿Qué significa?: Cada “tuk” simboliza un trago. Tres “Tuk” y a pedir otra. El primero de ellos por su temperatura te taladra el cerebro, el segundo es casi inmediato y el tercero, ahí justo ahí, empezás a disfrutar ya mirando el fondo, casi sin apoyarla estas pidiendo la que sigue. En cualquier barcito, la cañita es infaltable, viene siempre acompañada de olivas, papas fritas etc., pero en cualquier lugar dónde la pidas su temperatura es siempre igual. ¡Helada!

Caprichosa Paella: Cuando lo invite, me dijo que ya había cenado pero que igual le entusiasmaba la idea de acompañarme. Seleccione un restaurante, esperar mesa, sentarme, ante mi pedido, el mozo me pregunto ¿para cuantos? Para uno le respondí. A lo cual me dijo, para uno no la servimos. Mientras salíamos del mismo, como una tromba, iba pensando: ¡Que tontos!

Mi desesperación, entro en una fase final. Mi reloj marcaba 22.30 hs. bastante tarde. No había más prueba o error. Solamente éxito o desistía del plato, mi estómago caprichoso no lo iba permitir. Pregunté en la calle. ¿Dónde puedo comer la mejor Paella de Torremolinos? Sobre la peatonal. Me dijeron. En un restaurant en el primer piso.

Hacia allí fui, ya se notaba el inminente cierre. Me senté. Me prepare a comer una paella para uno. Difícil era que me hicieran desistir. Espere al mozo con la servilleta puesta y un cubierto en cada mano, de manera de que no hubiera dudas. Su pregunta esperada ¿Es Ud. solo? Siii. No hacemos paellas para uno, me dijo. Ya caliente, porque esa respuesta era conocida. Le dije: Cuídame el lugar. Voy a la calle a buscar alguna novia y la Invito a cenar. Esto dicho, con un tono de pocos amigos. Me miro. Pasados algunos segundos me largo la carcajada. Y sentencio. Bueno, no es para tanto, Espéreme. Voy a hablar con el cocinero, veremos qué me dice….

Nos pusimos en marcha hacia Marbella. Allí en el hotel ”H10 Andalucía Plaza”, nos recibieron con todo su esplendor, Un “Saxo en solitario”, nos puso entre melancólicos y románticos. Una nube de mozos nos inundó de tragos y bocadillos de primera, rematado por tres tipos de Paellas, una de ellas “la negra”. Confieso la primera vez que la pruebo, la tinta de calamar le dio un sabor rezongón. Nos costaba coordinar nuestra respiración, nadie le hizo asco a nada y no esmeramos en llevarnos todo puesto.

La Playa de Torremolinos quería caminarla y así se lo comunique. El lugar de encuentro frente al monumento de las Mujeres, inspirado en un cuadro de Picasso. Ellas, tomadas de la mano ejecutan una especie de danza y parecen beberse todo el aire del Mediterráneo. Me gusto, sí, me gustó mucho, por ello lo hice y lo saborié, poco a poco, dulcemente, el sol, muy remolón no se quería esconder en ese atardecer de película, era para enamorados. La luz me jugueteaba con sus brillos y sombras y parecía que querían bailarme una danza especial para mí, mientras yo dejaba pasar el tiempo sin apuro.

No venía y mi cabeza empezó a no funcionar. De pronto su figura tan conocida apareció. Me dijo: Hijo no te preocupes ya estoy aquí. ¿Pero le paso algo? No, nada. Te vi tan entretenido con tus pensamientos, que tu soledad estaba muy bien acompañada por vos mismo. Estabas tan pensativo que no quise interrumpirte. Solamente te admiraba y observaba. Me sorprendió su respuesta y el poder de observación y de síntesis para describirlo. Pensé. Solamente con esta sabiduría lo pueden hacer los mayores.

Los chiringuitos comenzaban a prepararse para cerrar, grupos muy animados seguían con la marcha. Peeperepee. Peeperepepe. El Mediterráneo, tiene la maravilla de su historia, sus limpias aguas y su tranquilidad que es contagiosa. Camine por ella, muy cuidada. Pequeños acantilados con llamativas rocas, casas y edificios entrelazados entre sí, el rojizo sol, en su perezosa despedida le daban una luz muy particular. Sí. Me gusto y quiero volver.-

Comencé a preparar mi valija, acomodarla para realizar el Tour por Granada y la Costa del sol, en silencio me observaba y casi ni conversamos, había olor a despedida. Confieso. Pensar en ese momento me angustiaba, me hacía recomendaciones. Luego de un largo silencio. Se incorporó y me dijo. Mañana muy temprano antes de tu partida nos vemos……

Terminaba de cerrar la valija, apuraba lo que quedaba de mi whisky on the rock. Me acosté, no me resultó muy difícil dormirme, no sin antes pensar en mi lejana Argentina, que cobijaba mis amores, pedí por su protección, entrecerraba los ojos y pensaba que lindo lo estaba pasando, pero que ya comenzaba otra etapa. No estarían mis amigos. Mi padre. Solamente España, a partir de ahora, viajaría solo. Pero, igualmente casi sonriendo me dormí. Totalmente en Paz…

Escuche a lo lejos el despertador. Era la hora. Antes de abrir mis ojos me dio la sensación de estar acompañado. Cuando los Abrí. Él estaba sentado en la cama, a mi lado. Me pareció verlo más pálido que otras veces. No pronunciaba palabra. Yo tampoco. Sus ojos muy brillantes. Extendió su mano como para una caricia… Me Desperté.

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