España: Granada es Imperdible. Toda energía

#RecordarEsViajar

Recuerdos de mis viajes por España.

 

Volvíamos de la costa del sol y la Sierra Nevada.  La ciudad nos esperaba con todo su esplendor. El parque de la Ciencias abrió sus puertas para nosotros exclusivamente.  Un lugar maravilloso. El Show de los Dinosaurios, todos ellos en movimiento… me impacto. Una obligación visitarlo con los más pequeños,  deben darle un tiempo privilegiado cuando organicen su agenda, a su paso por esta ciudad  no deben olvidarse. Regalos como siempre y un deseo…estar presente para festejar junto a ellos el Milenio. Por favor si no estoy para ese momento. Empiecen. Mi espíritu estará con Uds.

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Una propuesta de nuestro gentil guía, mientras íbamos hacia el nuevo Hotel.  El clásico chillido del micrófono, nos puso en alerta y dijo: Podemos visitar la Alhambra desde afuera y ver el atardecer -Su ofrecimiento fue desafiante- Continuo con sus detalles, lo haremos en un taxi, sus callecitas son muy angostas, es la única forma de hacerlo. Me gustó mucho la idea.  Por supuesto fui el primer anotado.

Correr, nuevamente correr, un clásico. Tirar las valijas en la habitación y ya estábamos arriba del taxi. Fue un acierto. Momentos difíciles de olvidar, mis ojos se llenaron de imágenes. Que tierra prometida… Mágica. Su aire, su entorno,  todo es imponente. El sol del crepúsculo ya con modorra, coloreaba nuestras imágenes.

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Fotos, fotos y más fotos, un gran número de turistas, todos detrás del objetivo de su cámara,  me sorprendió cuanta juventud, esperando que las sombras le ganaran al dios sol. A nuestros pies Granada. La altura nos permitía ver a lo lejos esta magnífica ciudad. Va ser difícil olvidar este momento.

Nuestro guia siempre nos sorprendía con maravillosas ideas-Esta fue una- Bajemos caminando… ¿Cómo? Le pedí permiso a mis piernas…mis dedos se apretujaban dentro de mi calzado pero para no ser la oveja descarriada,  lo hice (Confieso un poco refunfuñando)  ¡Qué lugar! Que encanto tan especial tienen esas callecitas y el aroma de las flores. A poco de andar uno se olvida del cansancio y solo quiere disfrutar. Por fin, llegamos a la base por la sinuosa bajada, debíamos seguir 8 o 10 cuadras más, para llegar a la tierra prometida: El Hotel.  Por supuesto se votó nuevamente,  caminado gano, un solo voto en disidencia, el mío.

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Caminábamos  y ya rondaba en nuestra imaginación la idea de  un  baño reparador y descansar un poco antes de la cena. Pese a todo,  apuramos el paso y cuando ya alcanzábamos nuestra meta. ¡Zas!- otra vez se pinchó el globo- Imaginen… estábamos en  la puerta del hotel.  El micro en marcha, todos los demás bañaditos y perfumados (Con cara de pocos amigos). El guía reunió al pequeño grupo de caminantes y con cara de circunstancias nos dijo: ¡No hay tiempo para nada,  debemos ir a cenar como estamos,  nos están esperando! Sentencio.  ¿Fue una orden? ¡Sin reír, sin llorar. A la musa caraca tusa! Así es la vida del periodista.

La mesa estaba servida, la familia reunida y nosotros siempre hambrientos, que bendita costumbre. Un coqueto  Restaurant le daba la espalda a la Plaza de Toros. Demostró todo su contenido, toda su contundencia. Le hicimos honor a todo lo servido, no hubo problemas de idiomas… allí usamos el de los dientes.  Amena charla de sobremesa y volver al Hotel. Todas nuestras expectativas estaban puestas en que al otro día hacíamos la visita oficial a la Alhambra. El grupo integrado por “Patitas eléctricas”  ¿a que no saben que propuso? Volver caminado. Ya ni pregunté cuantas cuadras. Ya no proteste, solamente sonreí, no iba a mariconear  ahora. Siii. ¡Vamos!

Ya instalado en mi habitación, poco recuerdo de lo  que hice en ese sublime momento.  La disputa con los moros, con todos los dioses de Granada y los coros de ángeles que me cantaban.” Granada tierra ensangrentada, mi cantar se vuelve Gita…, el desparramo se armó cuando su autor: Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino, se incorporó al grupo. Todavía no sé si vino solo o  con todos sus parientes, pero todos peleaban por un lugar en mi cama,  me acurruque sobre un costadito sin mayores pretensiones,  rápidamente me dormí.  Los gritos del conserje me despertaron, pidiéndome: Señor Por favor… ¿no puede roncar más suave?…

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Amaneció maravillosamente bien -era muy temprano- una mañana de verano con incipiente calor y una pequeña brisa  insolente que  te pegaba en la cara, parado en el balcón del séptimo piso, embelesado, miraba la figura  de La Alhambra, detrás cerrando el marco las sierras. Desayunar, un pequeño trayecto y ya estábamos allí…

Gente… micros… autos… más gente, excitación  de todos ellos…más gente. El lugar justificaba el nerviosismo y las ansias de ya estar en su interior disfrutando. El nuevo guía rápidamente  tramito nuestro ingreso sin demoras y sin largas colas para nosotros… un privilegio.

Ya estábamos adentro, con un moderno sistema de auriculares  nos manejaba con maestría. Pese a que los Periodistas en clara actitud de rebeldía, buscábamos la mejor foto. Se turnaban entre los tres guías para controlarme y arriarme hacia el grupo. Era muy fácil perderse. Los jardines llenos de flores y cantarinas aguas que nos refrescaban,  el calor empezaba a apretar y nos ponía remolones para dejarlos.

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A nuestro alrededor turistas. Reyes y príncipes muy importantes se empezaron a hacer de la familia y ya prácticamente se hacían parte del grupo. El salón para la amada, los sucesivos cambios de usuarios de esta magnífica historia, aquí, allí, en tal época, fueron llenado mis oídos a través de los auriculares.  Esta habitación fue de tal y esta otra de más allá, de tal año a tal año. Infinidad de datos imposibles de retener…

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Entre a un salón cuyo techo era todo trabajado… repleto. De todas las nacionalidades, cámara en mano, casi en penumbras, buscando ese ángulo me puse en un rincón, de a poco me fueron apretujando. Esperaba el momento en que este vaciara,  solo ocurría cuando un grupo muy grande se iba e ingresaba otro.

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Mientras… miraba ese techo, tan rebuscado y tan incómodo para hacer, deje volar mi imaginación,  intente pensar como se pudo hacer este trabajo (Me preguntaba) ¿Cuantas personas trabajaron? ¿Qué tiempo les habrá llevado?  Los dueños del lugar: ¿Cómo mitigaban la ansiedad por verlo terminado?  Seguramente  querían disfrutarlo y mostrárselo a sus amigos. Cuantas historias y misterios deben encerrar sus paredes, sueños, recuerdos y nostalgias aprisionadas por ladrillos y columnas. ¿Serian bien pagos? ¿Tendrían delegados? ¿Que comían, que bebían? ¿Sus descansos? ¿Sus amores? ¿Eran todos hombres? ¿Se comerían un asadito al mediodía?

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Los imaginaba, delgados, pieles castigadas por el sol y su gesto adusto. Embelesado, casi viviendo el momento. De pronto fui sorprendido.  Me zamarreaban de un brazo. Raúl. Raúl. Vamos, estamos todos buscándote, el grupo va hacia adelante.

Apuremos el  paso. ¿Qué te paso?… Las preguntas eran de la guia que me llevaba de la mano entre la muchedumbre, como a un niño castigado-A mí me gustaba-  Confieso…me dio vergüenza contárselo. Una excusa salió disparada. Me sentí un poco cansado, me falto un poco el aire. Puede ser-  me contesto- Tanta gente y el calor suele ocurrir. Trata de no alejarte, no queremos que te pase nada.

Ya alcanzando al grupo,  me sentí importante al ser tan cuidado. Miraba para abajo un poco avergonzado, muy poco quizás. Solamente yo sabía el placer que me había dado dejar volar mi imaginación y prácticamente estar encaramado en un andamio allí… en la altura,  con un turbante en la cabeza,  un taparrabos, descalzo y mi lomo muy bronceado por el sol. En una mano el material y en la otra un cincel, un artista de la época. Solamente murmure. Gracias a dios por esta imaginación que me diste. Lo hice en voz de confesión ¿Qué me dijiste?  Fue la pregunta de mi salvadora. Solamente gracias por preocuparte. Sin soltarla de la mano…

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A la salida, nuestro guía caminador, tuvo la feliz idea de invitarnos  a hacer la bajada caminado, ante esta propuesta desequilibrante yo también dije que sí. Hummm… luego lo disfrute, esas callecitas y esas casas, rústicas, con su balcones cubiertos de flores, da gusto hacerlo y casi sin darnos cuenta estuvimos allí abajo, el sol en lo alto, la temperatura casi a tope marcaban el fin de esa mañana. Nos esperaba el transporte.   La caminata nos había abierto el apetito y un nuevo Restaurant seria nuestro anfitrión.  “Mesón San Cayetano”

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Sentados alrededor de una mesa de estilo rustico, nuevamente el motivo de siempre. ¡Comer! Qué bueno es hacerles el honor a los españoles.  Hablábamos todos a la vez, excitados por la visita a la Alhambra, cada uno se llevaba un recuerdo distinto pero todos eran muy buenos, se sucedían las fotos, era nuestro último almuerzo, pronto cada uno estaría en su nuevo destino.  Las cañitas y los vinos españoles apagaban nuestra sed, las infaltables olivas y las tapas daban sosiego a nuestros estómagos “Rabo de Toro” fue para mí un plato principal. Un postre clásico. Alguna bebida de las que le llaman colagogas,  redondeo el almuerzo.

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… Ya en el transporte, la música  nos unía… La de los ronquidos. Seguía pensado en  los amores y desamores de aquella época,  el de la construcción,   seguía con mis  preguntas. Poco a poco, bajaban en sus hoteles. Hasta que quede solo… Llegamos. Fue su frase, tome mi mochila, mi cámara y mi valija ¡Hasta un nuevo Destino!