Por: Maria Eugenia Capelo
A diferencia de las series que analizamos en los post anteriores en este blog, en Downton Abbey no encontraremos ni asesinos en serie, ni zoombies ni misterios metafísicos. Por el contrario esta serie británica, exquisita por donde se la mire, se limita a recrear una época, la de principios del siglo XX.
Por qué generó tanto revuelo esta serie? Desde qué lugar el espectador de distintas partes del mundo se siente atraído por una historia contada dentro de una abadía-palacio de la campiña inglesa donde una familia patricia dirime su vidas junto a la vida rústica de sus lacayos?
Tal vez no haya una única respuesta como tampoco la hay cuando queremos responder por qué nos atraen los zoombies. Lo cierto es que el cuidado de cada detalle desde lo escenográfico, la recreación de la época, el vestuario, los tonos y la forma al hablar hacen de Downton Abbey un condimento esencial en la trama.
Como siempre hay una historia de amor, centrada en este caso entre Mathew y Lady Mary Crawley (una gélida y la vez cálida Michelle Dockery). Pero no todo se centra ahí. Aunque la casa se encuentra dividida entre “los de arriba y los de abajo”, siendo estos últimos el numeroso grupo de criados, las historias de amor, traiciones y ambiciones de poder se encuentran a la orden del día en ambos estratos.
La familia Grantham está compuesta por un “pater familia”, Lord Robert, respetado y respetuoso, es ameno, accesible para resolver problemas domésticos siempre y cuando nadie invada su espacio y su lugar de poder. Su esposa, acompañante de lujo para el rol de mujer consorte y sus tres hijas componen la familia. Un capítulo aparte merece la madre de Robert, la inmensa Maggie Smith que representa con excelencia a la aristócrata Lady Violet.
Las intrigas abundan en la abadía. En la parte “inferior” donde se desarrolla la vida de la servidumbre se destacan historias más cercanas al espectador: la necesidad de superarse, las mujeres que trabajan y optan por no formar una familia. Aunque nos muestran cierta rigidez en el movimiento de clases, la sensación que nos queda es que no siempre pertenecer al grupo más rico nos da más libertad.
Esta aristocracia, que a medida que se suceden los episodios va cayendo cada vez más, está llena de prejuicios y de reglas que deben cumplirse por sus miembros si desean seguir perteneciendo a ella. Como afirma Lady Mary a su prometido: “Las mujeres no tenemos vida, esperamos sólo casarnos”. Pero a pesar de esta rigidez, Downton Abbey se anima a mostrar pequeñas y grandes revoluciones, como la hermana menor del clan que decide trabajar primero como enfermera, luego como periodista y se da el lujo de enamorarse de su chofer con ideas radicales para la familia.
La llegada del teléfono nos muestra que el mundo comenzó a cambiar, que los Grantham no quieren quedarse afuera aunque sin renunciar a su prestigio y dinero.
Volvamos a la idea inicial, qué nos atrae de Downton? Tal vez la idea que tiempo pasado no siempre es mejor? O lo contrario, una necesidad de añorar la vida de lujo que existió un pasado no tan lejano. Quizás sean las ideas juntas contradictorias entre sí. O porque nos permite ver grandes actuaciones como la de Maggie Smith o Shirley MacLaine que son mujeres maduras de arriba de 70 años. Las series nos dan la posibilidad de disfrutar de actuaciones protagónicas de personas por arriba de los 40 que ya no son íconos de la belleza pero sí de excelencia. Como afirmó Shirley en una entrevista “Si no eres un vampiro adolescente, no hay nada que puedas hacer en Hollywood”. Por suerte la televisión nos da este respiro.