Por: Martín París
Cuando junto a mis amigos nos ponemos a tratar de entender por qué razón estamos solos en este mundo, muchos caen en una especie de delirio místico con el cual logran calmar su ansiedad existencial. Yo lo llamo la “justicia divina”. Es algo así como que cuando se dan por vencidos de encontrarle una explicación racional a algo que no tiene explicaciones racionales como es que una mina se enganche o no con uno, dicen frases como “Yo sé que la mujer de mi vida ya nació, sólo tengo que esperar que aparezca”. Y yo, al instante pienso: “¿Qué? ¿De dónde sacaste esa mentira?”.
Ok, admito que yo no soy un determinista. A mí me va más el libre albedrío. Yo soy de los que creen que uno es consecuencia de todas las decisiones que va tomando a lo largo del día. ¿Le “megusteo” una foto de perfil a esa mina? ¿Sigo estudiando ingeniería industrial? ¿Me cómo uno de esos choris grasientos y exquisitos que venden en la puerta de la cancha? Si o no. Esas son las elecciones en las que creo. Pero eso de creer que ya existe un destino escrito de antemano conmigo no va. Me parece medio de vago.
Además, pienso que si fuera cierto que esa mujer “ya nació” para amarte quizás… ¡nació en Camboya! Porque si uno se pone a pensar seriamente en esa opción, ¿qué probabilidades existirían de que la mina con la sonrisa que te gusta, los ojos que te gustan, los pechos que te gustan, la cola que te gusta, el pelo que te gusta y el humor que te gusta viva cerca tuyo? Escasas, nulas. ¿Viste lo que es este mundo? ¡Es re grande! ¡Tiene bocha de metros! Pero como el hombre es un animal que se adapta a su entorno, por eso, por el instinto de supervivencia que tenemos metidos en nuestros genes, siempre estaremos en condiciones de enamorarnos de una amiga, una compañera de trabajo, una profe de facultad, una vecina o alguna otra mujer de aquellas que tenemos realmente a nuestro alcance.
Lo que yo creo es que es necesario aceptar que la soledad es una opción. Sí, macho, bancatelá. Podrías morirte solo, sin que nadie vaya a tu entierro. Es más, quizás hasta tu cadáver termine siendo manoseado por un par de adolescentes con granitos que se anotaron en la facultad de medicina por ser fanáticos de la serie CSI. Basta de creer que existe un Dios que creó una mujer para cada uno de nosotros… ¡Si hasta a él casi que ni se le conocen minas! Por eso creo fervientemente que es momento de bajar la exigencia. Además, como decía un amigo mío al escuchar a otro hombre criticando las cualidades de una mujer que pasaba por ahí, “nosotros tampoco estamos tan buenos”.
Pero lo que me sorprende es esta capacidad que tienen ciertos hombres aborrecibles de tener una mujer a su lado. Ojo, no hablo de cualquier mujer, hablo de minas que se entregan enteras a los deseos viles de estos pobres diablos. Que se desviven por bancarles sus miserias por poco o nada de felicidad. Vi mujeres inteligentes llorar por tipos que no sabían la tabla del nueve… ¡Y eso que, si le encontrás el jueguito, la tabla del nueve es ultra fácil! Conocí hombres poco dotados de belleza acompañados por chicas hermosas que podrían aspirar a mucho más pero que prefirieron bajar sus expectativas antes de tiempo. ¡No, por favor! ¡No lo hagan! ¡Todavía hay señores que podrían darles bebes con todos sus dientecitos en su lugar! Me crucé con chicas re dulces que andan con tipos violentos que quieren matarte a trompadas si les hacés un chiste que no logran entender (no intenten utilizar el sarcasmo con flacos que hablan de ellos mismos en tercera persona, no lo agarran nunca).
En fin, lo cierto es que ahora me quedo pensando si en realidad no son las minas las que se acercan a estos especímenes porque tienen una especie de necesidad altruista que cubrir que se debe relacionar con su instinto maternal. Sí, quizás sea eso. O quizás sea que estos tipos tienen suerte. Bah, no sé. Eso me suena muy determinista.
Ma’ sí, yo me voy a Camboya y que sea lo que Dios quiera…