Preparando mi mudanza, me puse a revisar los cajones jamás abiertos de unos muebles en desuso que hace tiempo tengo en la baticueva. En uno encontré unos australes que casi que valen lo mismo que el peso actual, en otro una colección de estampillas rarísimas de países inexistentes que tiré a la basura, pero lo que más me llamó la atención fue un libro extraño que estaba bajo la pata de una biblioteca antigua que había pertenecido a mi abuelo. Al principio, lo metí en la caja de manuales de colegio primario que no sé por qué razón todavía conservo, pero después, por una suerte de extraña atracción mágica, me volví hacia él. Lo tomé entre mis manos y, luego de soplarle una gruesa capa de polvo que tenía sobre su tapa, comencé a hojear sus páginas amarillentas. Fue así como descubrí un compendio de mitos y leyendas increíbles que, a pesar de lo aparentemente viejo que se veía ese raro ejemplar, aún conservaban una actualidad y una forma de escritura tan coloquial que no me dejó despegar los ojos de sus oraciones bimembres. El libraco tiene el curioso nombre de “Mitología amorosa”. No sé quién es su autor, pero como soy un tipo muy copado acá les transcribo algunas historias que leí y que me llamaron la atención.