Primero probaron con la fórmula de contratar a futbolistas consagrados que estuvieran en la etapa final de su carrera. Así fue como estrellas del nivel de los argentinos Batistuta y Caniggia, los españoles Guardiola y Hierro y el brasileño Romario, por citar sólo algunos ejemplos, desembarcaron a principios de la década pasada en distintos clubes de la hasta entonces desconocida liga de Qatar.
La fuerte apuesta con millonarios contratos para cada una de estas figuras logró en un principio el objetivo que buscaba: una importante repercusión mediática alrededor del mundo. Pero de a poco las luces de neón se fueron apagando sobre el torneo del remoto país del Golfo Pérsico, y salvo algunas contrataciones extranjeras de nivel intermedio del vecino campeonato de Emiratos Árabes, el foco de atención del mercado del fútbol en destinos exóticos se fue mudando a lugares como Rusia y China.