Sobre cómo es pasar una amazónica tarde en la Isla Paulino

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Se mueven los pastizales. Se oye el roce de las hojas y parecen rayarse contra la piel escamosa de un alargado ser que acecha. La adrenalina se presenta en su estado más puro y no sabés si correr o hacer frente a lo que aparecerá en cualquier instante detrás de ese amazónico paisaje. Entonces, recordás todo lo que viste ese domingo aburrido en el National Geographic y sentís un cóctel de emociones encontradas. Sabés que podés perder la batalla, que su destreza seguramente te supere con agilidad en las experiencias compartidas con la naturaleza y que el veneno puede helarte las venas, sin más. Pero entre toda esa película, notás golpear el sol en la nuca y el viento en el pecho, los mosquitos se apilan para demandarte más combustible y el barro se ta ha hecho cemento en un par de zapatillas que nunca estuvieron alertadas de su bohemio destino. Te sentís vivo porque sos parte de ese paisaje animal que tantas veces leíste en los Cuentos de la Selva, porque te encanta la idea de saber que estás en una isla. Entonces, agradecés al Dios de las ideas por haberte hecho caminar por esos pasadizos y por haberte incitado a despegar el pantalón de ese sillón en el que te pasaste varios fines de semana mirando televisión. Continuar leyendo