Ladrones, a devolver…

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El hotel Waldorf Astoria de Nueva York quiere recuperar objetos robados.

El de mayor tamaño es un cristal de la ducha de Frank Sinatra. El hotel spone que sólo va recuperar una ínfima parte de lo “saqueado” por sus acomodados clientes.

El hotel Waldorf Astoria, uno de los símbolos de la época dorada de Nueva York, está recibiendo objetos sustraídos por sus clientes durante más de un siglo a fin de recrear la historia del famoso establecimiento en su museo.

Desde humildes cucharillas de café y abridores de botellas hasta objetos de gran valor como bandejas y cafeteras de plata, el hotel está recuperando poco a poco artículos de todo tipo dentro de un programa llamado de “amnistía”, en el que se reciben envíos “sin hacer preguntas”.

El programa tuvo lugar entre julio y septiembre pasados, pero desde entonces el hotel sigue recibiendo envíos a buen ritmo. Hasta ahora se han recibido 125 comunicaciones, y de ellas 15 incluían entregas “significativas”, según detalló a Efe una portavoz del establecimiento.
Uno de los objetos devueltos es una cafetera de plata que data de 1938, y que una pareja que pasó su luna de miel en el hotel se llevó en su equipaje como romántico recuerdo de su estancia, según explicaba un heredero en la nota que acompañaba al artículo sustraído.

Otro objeto recuperado es un posavasos para copa de vino de la década de 1950, y la comunicación que lo envió señalaba que procedía de un rico antepasado conocido por su generosidad hacia los necesitados, pero que también debió caer en la tentación de llevarse algo que luciera el prestigioso anagrama del hotel.

El objeto de mayor tamaño desaparecido es el cristal de la ducha del apartamento que Frank Sinatra y su esposa Nancy tenían en el hotel durante parte de la década de 1940, y en el que se habían grabado las iniciales de la pareja.

En este caso, no parece que algún cliente se llevara un recuerdo demasiado voluminoso para cualquier maleta, sino que se sospecha de algún miembro del personal o de alguna empresa de obras durante la renovación de la suite.

El hotel exhibe los objetos, y otros de su colección propia, dentro del pequeño museo y la página de internet que ha creado (“Host to the World – Anfitrión del Mundo”).

El primer Waldorf Astoria se gestó de la unión de dos hoteles construidos, uno junto al otro, en 1893 y 1897 por los primos William Waldorf Astor y John Jacob Astor IV (ambos descendientes del magnate John Jacob Astor, nacido en Alemania y el primer multimillonario que hubo en Estados Unidos).

Sin embargo, fue el empresario hotelero George Boldt, socio de Waldorf, quien acabó dirigiendo las operaciones de ambos hoteles y uniéndolos. El Waldorf Astoria destacó por cambiar radicalmente el concepto de hotel, pues fue más allá de un alojamiento de paso para viajeros y turistas para convertirse en centro de encuentro social de los más opulentos, con bailes, fiestas y galas. Por ejemplo, fue el primer hotel del mundo en tener un salón de baile.

El primer hotel de este nombre ocupaba el solar de la Quinta Avenida en el que ahora se erige otro símbolo de Nueva York, el Empire State Building, y el actual se trasladó un poco más al norte, a la elegante Park Avenue, cobrando forma en 1931 como un elegante edificio de estilo “art deco”.
Además de huéspedes famosos, millonarios o jefes de Estado y de Gobierno, el establecimiento ha albergado innumerables actos sociales de lo más granado de la alta sociedad neoyorquina. De dos de estos homenajes procedían dos cuchillos grabados para sendos banquetes de homenaje en eventos sociales, en los que la propia homenajeada se llevó a casa un pequeño “recuerdo” de cada uno, que fueron devueltos con nombre y apellidos por su nieta.

También se ha devuelto una cucharilla de café que procede de 1925. Según reconoce el propio hotel, hubo una época en que 25.000 cucharillas “desaparecían” cada semana, lo que suponía el 90 % de las existencias del establecimiento, que debía reponerlas constantemente.

Sin embargo, el establecimiento consideraba que el coste de reponer las pérdidas quedaba compensado por la publicidad que suponía y la clientela que atraía el fenómeno.

A ese ritmo, el hotel no va recuperar sino una ínfima parte de lo “saqueado” por sus acomodados clientes e invitados, pero sí espera conseguir lo suficiente para recrear el espíritu de una época de elegancia ya perdida.