Un chai en la India

* Por Valeria Corneli, Periodista.
#ComunidaddelTe

Deslumbrada y aturdida por cientos de estímulos (ojos negros y multitudes; saris coloridos y túnicas blancas; edificios casi derruidos y guirnaldas; olor a bosta y a especias) no presté atención al té hasta casi el final de mi viaje a la India.

Después de haber pasado por Mumbai, ciudad costera sobre el Índico, y Bangalore, en el centro del país, habíamos empezado en Delhi un recorrido por el norte, la zona más desértica, para terminar en Jaisalmer, cerca de la frontera con Pakistán.

En Delhi, resfriada, había intentado tomar un té como acostumbraba en Buenos Aires, solo y con limón, y me había costado convencer al mozo del hotel de que me lo trajera sin leche. Pero fue en Udaipur, la “ciudad azul”, llamada así por el color de sus muros, que se produjo el descubrimiento. Atardecía, hacía frío, y de pronto, en la calle –literalmente, en la vereda-, vimos una olla enorme con un líquido amarronado y humeante.

Un hombre revolvía, colaba y servía té con leche azucarado en pequeños vasitos de vidrio. Detrás estaba el local, cualquier cosa menos acogedor: paredes con azulejos celestes, mesas comunes, bancos de madera.

Para comer (pedimos algo por señas, porque nadie hablaba inglés), sólo unos bizcochos secos, tipo bay biscuit. Ah, y me olvidaba: sólo hombres: túnicas, turbantes, bigotes, todos con los ojos fijos en nosotros, los únicos extranjeros.

Cuando el vasito dejó de quemarnos los dedos y pudimos probar la bebida, nos maravillamos: era té, sí, pero no lo parecía: suave, aromático, sedoso, ligeramente especiado… nunca más probé algo así, por más que me traje varias bolsitas de hebras.

Lo que sí, desde entonces siempre lo tomo con leche. Y cada vez que puedo, ahora que empezó a difundirse, pido un té chai latte (aunque en la India sería una redundancia, porque el té se dice chai, y siempre lleva leche), o le pongo clavo, canela, jengibre y cardamomo al mío y durante unos sorbitos viajo de nuevo.

Una receta casera de chai (masala chai):

1 taza de agua
1 taza de leche entera
2 cucharadas de té negro
2 clavos de olor (el sabor más fuerte y picante)
5 semillas de cardamomo (imprescindible, el más exótico, típico indio)
Canela, un trozo de rama o una cucharita en polvo (el sabor más dulce y perfumado)
Jengibre, una cucharita, rallado fresco o en polvo (le da frescura y un dejo alimonado)

Unir todo, llevar a hervor, hervir 1’, colar y servir. Azucarar a gusto. No dejar infusionar mucho tiempo porque se pone amargo. Se puede tomar con leche descremada y edulcorante pero es mucho más rico con leche entera y azúcar (en la India lo sirven directamente dulce). También puede llevar otras especias, como pimienta, anís, azafrán, y hasta almendras en trozos.

Una taza de Chai Masala

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Cuenta la leyenda que el Masala se empezó a preparar hace 5000 años en un antiguo reino hindú. A pedido de un rey, esta infusión se empezó a elaborar con especias y a servir frío o caliente para aliviar malestares.

Pero en ese entonces no contenía té. Recién en 1835 los ingleses de la “East India Company” empezaron a producir los tes negros de Assam e hicieron su camino hacia las recetas locales de masala. Ahí nació el Masala Chai (masala: mezcla; chai: té) tal como lo conocemos hoy en día, con sus especias, azúcar, leche y té negro.

Hoy en la India es la bebida nacional. Los vendedores en las calles o en las estaciones – conocidos como “chai wallahs”- lo sirven a los caminantes y viajeros y en todos los hogares se ofrece a las visitas. Sin esa taza la vida se detendría.

¿Cómo lo preparan? A base de té negro, azúcar, leche, cardamomo, dalchini (casia o canela india), clavo, adrak (jengibre) y pimienta. El ritual de su elaboración es tan importante como tomarlo y su sabor es inolvidable. Según los expertos, el masala de primera calidad se debe tomar solo, sin leche ni azúcar.

¿Te animás a prepararlo?