Sería justo que luego de finalizado un partido importante de un mundial de fútbol se reunieran en el centro de la cancha todas las pelotas que se utilizaron durante el encuentro; luego, ante la atenta mirada de los capitanes y técnicos de cada seleccionado, cada una de ellas fuera guardada en una bolsa precintada para ser enviada a un laboratorio. ¿En qué vitrina está la Jabulani con la que Alemania le hizo el primer gol de Inglaterra? ¿Quién se quedó con la pelota que Müller cabeceó al arco contra Argentina? Por algún extraño motivo a nadie parece preocuparle la posibilidad de que la herramienta más importante dentro del campo de juego pueda ser objeto de algún tipo de manipulación para favorecer a un equipo. Si los científicos han conseguido sintetizar un nuevo elemento de la naturaleza en un laboratorio, ¿cómo no van a poder crear algún dispositivo para alterar el recorrido de una pelota de fútbol en el aire?