Pensar el Autismo
Reflexionar sobre el Autismo es algo más que indagar sobre una incapacidad. Es relativamente fácil consignar y detallar aquéllas características que permiten sostener que alguien es o no un autista.
Pero así como la suma de todas las capacidades no permite inferir él hallarnos frente a una persona plena, por ser ésta una conclusión abusiva; del mismo modo, la suma de todas las incapacidades, tampoco nos dice mucho acerca de una pretendida carencia de hominidad, si cabe el término.
En definitiva, la sola mención de “lo faltante”, como nota distintiva, no es nada más que un criterio “cuantitativo” y como tal, más propio de la manera en que contamos las cosas que un criterio absolutamente aceptable para referirnos a los humanos.
Y ello porque estamos acostumbrados a concebirnos como seres “poseedores” de tales o cuáles características o ventajas, lo cual hace que el criterio aritmético anide en nuestros corazones.
Las personas, todas ellas, no se distinguen por las notas numéricas (o cuantitativas), pues ellas son, a todas luces, mucho más que la mera circunstancia de ser negro o blanco o amarillo, o alto o bajo, flaco o gordo, o más o menos inteligentes o sensibles. Todos éstos son predicados cuantitativos.
Nada existe de diferencial en este criterio numérico que permita sostener con algún grado de entidad que alguien es normal o que otro es autista.
Es solo recurriendo a criterios “cualitativos”, que es posible arrojar alguna luz que permita sostener tanto la salud como la enfermedad, la dicha como la infelicidad.
Y ello porque hablamos de las diferencias notorias que tienen residencia en lugares no habituales: Dónde se encuentra la belleza? Porqué éste cuadro o aquélla música nos transportan? Qué es el color amarillo?
Si el autismo es cuantitativamente definido como una incapacidad para relacionarse, para comunicarse, o para organizar el lenguaje, o para fijar conceptos o exteriorizar afectos, etc. también podemos sostener con similar análisis que la sociedad y dentro de ella, los hombres que la habitan, también padecen de una especie de autismo social. Por ejemplo, cuando a la vista de un niño que duerme en la calle, o que, como un perro hambriento rompe bolsas de residuos para poder encontrar un pan o comida de ayer, y la gente pasa a su lado, indiferente a ésa traumática situación como si lo visto fuera parte de un paisaje urbano cotidiano, como el aire, los pájaros o el humo de los autos.
Acostumbrarse a VER sin actuar, a MIRAR sin COMPADECER, no es menos enfermedad, ni menos autismo, que el PADECIDO por un niño o adulto con problemas de discapacidad.
Una cosa es PADECER una minusvalía y otra es SER un minusválido. La atonía, la hipocresía, el acostumbramiento al horror, el daltonismo ético que padece la gran mayoría de la sociedad, nos está hablando de una endemia peor que cualquier enfermedad: La Indiferencia.
Los términos a analizar serían pues: a) La igualdad, b) la diferencia y c) la indiferencia.
Tanto a) como b) son anverso y reverso de una misma cosa: La humanidad. En contraposición a ello, la indiferencia es claramente lo temible.
Así las cosas, no es lo mismo padecer o no el autismo clínico, ni mucho menos constituye una bendición del cielo para quien lo padece o para sus padres. Tampoco creemos que tal incapacidad sea generadora de aptitudes vocacionales desconocidas que debamos agradecer.
Nada de ello, no agradecemos la dificultad como tampoco agradecemos la facilidad. Es lo que hacemos con ellas lo que importa.
La terminología facilidad – dificultad es también una mención aritmética, pues denota cuánta más o menos energía debemos emplear en la resolución de un problema.
Preferimos hablar de aptitudes, de conductas generadas frente al tema que nos preocupa. Lo dicho en razón de que algo en nuestro interior se mueve en presencia de un OTRO con dificultad. Pareciera que, allí dentro, una energía se desprendiera para “conectar” al otro, para magnetizarlo con un sobrante energético desconocido. Pero si hemos de nombrarlo, diremos que se trata simplemente del Amor.
Cuando frente a la dificultad se instala la indiferencia y ninguna energía conocida o desconocida se enciende, es hora de preocuparnos, de pensar en la enfermedad, la imposibilidad o la Muerte.
SOLO CUANDO QUEREMOS INTEGRAMOS.
El autismo, contrariamente a lo que algunos opinan, SE CURA. Pero para ello es preciso saber de qué autismo hablamos . . .
Pedro Scarano
Porqué el 2 de Abril?
El autismo es una discapacidad permanente del desarrollo que se manifiesta en los tres primeros años de edad. La tasa del autismo en todas las regiones del mundo es alta y tiene un terrible impacto en los niños, sus familias, las comunidades y la sociedad.
A lo largo de su historia, el Sistema de las Naciones Unidas ha promovido los derechos y el bienestar de los discapacitados, incluidos los niños con discapacidades de desarrollo. En 2008, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad entró en vigor, reafirmando el principio fundamental de universalidad de los derechos humanos para todos.
La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró por unanimidad el 2 de abril como Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo (A/RES/62/139 ) para poner de relieve la necesidad de ayudar a mejorar las condiciones de vida de los niños y adultos que sufren este trastorno.
Con motivo del Día Mundial de Concientización sobre el Autismo, El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, expresó; ” este día, no tiene por único objeto generar comprensión; es una llamada a la acción. Insto a todas las partes interesadas a participar en la promoción de los avances prestando apoyo a programas de educación, oportunidades de empleo y otras medidas que ayuden a hacer realidad nuestro ideal común de un mundo más inclusivo.”
Fuente : Naciones Unidas