Por: Sol Iametti
“Sólo creo en el fuego. Vida Fuego. Estando yo misma en llamas enciendo a otros. Jamás muerte. Fuego y vida.”
Anaïs Nin
En la vida tenemos dos opciones: quedarnos o irnos, arriesgar o perder, arder o escapar. Entonces hablemos de eso, hablemos del fuego.
Cuando egresé de la primaria tenía dos opciones: elegir entre el bachillerato o la tecnicatura; letras versus números, escribir versus planillas. Las vacantes en el bachiller estaban agotadas, y terminé inscribiéndome en una escuela técnica.
Seis años más tarde, cuando estaba a punto de egresar del secundario, tuve dos opciones: literatura inglesa o seguir una carrera con orientación contable. Elegí ninguna de las dos, y en su lugar armé mi propia carrera con cursos de moda y periodismo.
Así empezó mi camino de quemar todos los contratos, este camino de hacer mi propio camino. Hasta el momento sabía que los números no eran lo mío. Sabía que quería letras, que necesitaba más letras en mi vida. Lo que no sabía era que, a pesar de las vueltas y giros de la vida en años anteriores, las letras habían salido a mi encuentro antes de que pudiera advertirlo: las letras y yo, como el Vesubio y su lava.
Las letras salieron a encontrarme (o re-encontrarme) en la primavera del 2012 (o el otoño de Europa), durante mi primer viaje. Fue entonces cuando empecé a gestar un tesoro que recién esta semana tuve en mis manos. El viaje del 2012 me enseñó que el mundo está lleno de incendios: la magia del Coliseo, la magnificencia de la Torre, la historia de los rastros de Pompeya.
El viaje del 2012 lavó mi pasado, resucitó mi vocación con bocanadas de fuego, y aire, y cielos que cambian de color. El viaje del 2012 cambió mi vida para siempre.
La lava arrasó con mi vida pasada. Dije adiós a los números, a las planillas y los balances. Dije adiós a las miradas al costado admitiendo y abrazando la posibilidad de convertirme en escritora, de llevar esta vocación como mi vestido preferido.
Este tesoro que empezó a gestarse en el 2012 es un tesoro interno, un diario de esencia que involucra los viajes, la poesía y la música en triángulo amoroso. Éste es mi tesoro, mi pequeño mundo; un mapa de mi alma.
Y pensar que todo empezó hace casi 3 años atrás, o no, en realidad empezó cuando egresé de la primaria. Supongo que nuestra vocación siempre está esperando a la vuelta de la esquina, como ese amigo que queda con nosotros para ir por un café después de mucho tiempo; como el destino que termina por volverse nuestro lugar en el mundo; como llegar a casa. Nuestra vocación es llegar a casa después de un día agitado, es ese suspiro y confort de estar en nuestra propia piel y que eso sea suficiente.
Así que si hoy alguien me pregunta, prefiero incendiarme, porque “el fuego lo guardo yo“, porque “Vida Fuego”, porque prefiero arriesgar y seguir arriesgando.