La realidad no tiene por qué ser interesante, la crónica sí. La palabra crónica, además, contiene el tiempo en sus sílabas, por eso debe ser mejor para presentar ante nosotros la coherencia del caos, dice el catalán Jorge Carrión desde una mesa metálica instalada en un amplio jardín de un hotel de la colonia Cuauhtémoc. Mientras habla no deja de mirar a su alrededor como un gato al acecho de una presa que puede ser cualquier cosa. Esta es la primera vez que se encuentra en la ciudad de México para hablar del tema que tanto le gusta: la no-ficción periodística, un buen estilo.
Acostumbrado más a preguntar que a responder se cuestiona a sí mismo por qué insistir en la crónica cuando han pasado importantes autores que han inyectado en los últimos 100 años de vitalidad, fuerza y color como Rubén Darío, José Martí, Rodolfo Walsh, Truman Capote, Hunter S. Thompson, George Weller, Joseph Roth, Ryszard Kapuscinski, Martín Caparrós, Rodrigo Fresá, Luis Villoro, Julio Villanueva, Alberto Salcedo Ramos, Gabriela Wiener, Jon Lee Anderson, Alma Guillermoprieto, Charles Ferguson “que siguen contando historias con las herramientas de siempre”.
El autor del diccionario de los cronistas de la lengua hispana, titulado, “Mejor que ficción” (Anagrama, 2012) añade que insistir en la no-ficción periodística es importante ya que es un espacio donde el comunicador proporciona más que datos duros a su texto y lo convierte en una máquina capaz de vencer la caducidad de las notas que emergen del diarismo. Deberíamos llamarla “no ficción” porque “la crónica no es un género: es un debate ya que la entendemos como la suma de diferentes artefactos en los que participan el periodismo, el testimonio, el documental, la autobiografía, el diario, la narrativa de la memoria; aquí, el único rasgo es que no haya ficción, mentiras, que todos los datos sean comprobables y demostrables”.
Hay una confusión de palabras que se vinculan con el documental, el testimonio, la crónica. Las palabras nos confunden ya que mientras en España un reportaje es una crónica, mientras que en algunos lugares de América Latina es una entrevista “En la distancia del cronista se cifra también la posibilidad de su independencia. El testimonio personal es siempre una alternativa al relato corporativo o político. El cronista trabaja en contra de la versión oficial, contra el comunicado de prensa, contra la simplicidad de cualquier marca”, agrega, vuelve a voltear hacia todas partes como un escolta militar que protege a un importante político. Se acaba su café y con su tono españocatalán le pide al “camarero” más café.
-¿En qué país se encuentran los mejores cronistas en este momento?
-En México y tiene que ver, digo, con su cercanía con Estados Unidos que ha creado un laboratorio, una zona de fricción y experimentación humana y artística que se refleja en las novelas de Yuli Herrera, Carlos Velázquez y Luis Humberto Crosthwaite. No es casual que algunos de los cronistas que más me interesan sean del norte y que trabajan con la violencia, los códigos, las migraciones, las mutaciones lingüísticas. Si en ficción me interesan autores como Yuli Herrera o Carlos Velázquez, en la no-ficcion me interesan Sergio González Rodríguez o Sanjuana Martínez.
Perfil. Retrato. Semblanza. Estampa. Cuadro de costumbres. Collage. Instantáneas. Polaroids. En resumen, concluye Carrión: la crónica es un debate que reclama otro tipo de palabras y que arranca desde el mismo nombre que la designa. Un debate que viene de tiempo atrás: crónico.