24. Viejo Verde Gaga Style

#AmoresTóxicos

Verde que te quiero verde

Parece que hubo una época que ser un viejo verde estaba bien visto. Por el siglo XVI, era de admirar que una persona, entrada en años y con cierta tendencia a soltar los perros cual jauría en pelotero, conservaba su vigor y lozanía. Viridis a vigore: así aludían los hermanos del latín cuando proclamaban que verde era vigor. Incluso a los maduritos de pelo canoso tipo Coppola se los comparaba con las cebollas, que se caracterizan por tener la cabeza blanca y el rabo verde.

Extrañamente, a partir del siglo XVII y particularmente en castellano, se le fue dando una connotación obscena, casi repugnante, al término viejo verde, que tanto en italiano como en francés conserva su sentido favorable. En criollo el viejo verde es aquel señor pasados los cuarenta y pico que gusta de las chicas jóvenes con una diferencia de edad de más menos veinte añitos. Un Don Fulgencio que ningunea a las de su edad pero que en cada conquista de alguna veinteañera vuelve a vivir al estilo de Back to future. “De veinte una te da bola” esa es la estadística de un pendeviejo que cada vez que formaba una relación con una chica decía, “me la puso Dios”, liberándose de toda responsabilidad de conquista.

La neurosis como pegamento del amor

Y es como todo, Tete, siempre hay un color que combina con el verde. Veinte años atrás la diferencia de edad, si bien existía era más escandalosa, ahora ya no sorprende tanto que una chica de veinticinco camine enamorada de su pareja de cuarenta y nueve. Dentro de la química de cada pareja hay un componente neurótico que hace las veces de pegamento, en algunos dura muy poco, en otros muchos años. Ella buscará seguridad, el relato vivo de las experiencias exitosas del cincuentón, la combinación de jovialidad, parsimonia y ganas de vivir (convengamos que algunos muchachos de cincuenta parecen de sesenta y cinco) y él encontrará en ese cuerpo el olor de la adolescencia, la ingenuidad de quien está empezando a descubrir el mundo y la hostilidad que empezará a tener contigo el día que ya no te necesite de andador y levante vuelo como un Concorde. Siempre habrá alguien que la tenga más joven que la tuya.

 

Del brazo

Muchos creen que salir con una pendeja es para la foto, pasearse con la morocha adquisición por la calle Thames o tomarse un trago a la vera del río. Ningún vínculo que se construya para la mirada de los demás tiene buen destino. Eso ocurre cuando uno descentra su mirada en auto percibirse y está pendiente de la aprobación del otro cual niño que espera que su padre festeje sus goles los sábados en el club. Un niño que no se sintió mirado por su padre andará por la vida buscando esa mirada en otros hombres y cree (y no está tan errado) que un hombre es admirado por otro hombre cuando anda con una buena pendeja. El padre ausente puede ser un fabricante de Don Juanes y Viejos Verdes.

¿Habrá que probar?

También es cierto que últimamente muchos de estos vínculos funcionan perfectamente, que los dos encuentran un modo de funcionamiento adecuado donde cada uno puede hacer su vida acorde a su edad y encuentran puntos en común para compartir el cotidiano. Tal vez porque han sabido contratar adecuadamente la forma de vincularse y ambos respetan dicho acuerdo.

C.C.C. (Compartan, Comenten y Critiquen)