Por: Agostina Fasanella
¿Por qué cuando alguien bosteza nosotros también lo hacemos? ¿Por qué la risa es contagiosa? ¿Por qué cuando un bebé llora todos los bebés que están cerca se largan a llorar? ¿Cómo es posible que sintamos tristeza cuando en una película muere el protagonista?…
Las “neuronas espejo” se activan desde nuestro nacimiento permitiéndonos distinguir una cara sonriente de una cara triste con tan solo días de vida. Son la base de nuestra capacidad innata de imitación, sin la cual el aprendizaje sería prácticamente imposible. Nos ayudan a imitar los movimientos de los adultos e ir aprendiendo.
Gracias a estas neuronas podemos visualizar nuestros objetivos más fácilmente, ya que desempeñan un papel fundamental en la planificación de nuestras acciones y nos permiten realizar una simulación de lo que haremos antes de llevarlo a cabo, chequeando cómo nos sentiremos con tan solo imaginárnoslo.
Estudios científicos han demostrado que algunas zonas del cerebro vinculadas a las emociones se activan lo mismo si somos nosotros quienes las experimentamos que si vemos a otras personas vivenciándolas.
Estas neuronas espejo son las que reflejan nuestra empatía.
Mucho se habla de la empatía pero exactamente ¿qué es?… Entendemos por empatía a la capacidad de experimentar las emociones de los demás, comprender los diferentes puntos de vista e interesarse por las cosas que les preocupan a otros, vale decir, tener un plus de conexión con las personas que nos rodean.
La empatía va más allá del hecho social de “llevarnos bien” con las personas, no es eso, se trata de poseer una “sintonía emocional” que nos permita saber qué está sintiendo el otro y tener una “disposición” para acompañarlo y asistirlo, si fuese necesario.
En este punto es conveniente hacer una diferenciación entre simpatía y empatía, ya que son términos que suponen diferencias muy importantes y que muchas veces se creen iguales. Si bien ambas son disposiciones emocionales, la simpatía es sentir alegría o pena por el otro, pero sin involucrarse a tal punto de interpretarlo, ni procurar sentir lo que siente el otro.
Estudios neurológicos llevados a cabo en la Universidad de Valencia sobre las estructuras cerebrales que trabajan en la empatía, muestran que éstas utilizan ciertas áreas que utiliza también la violencia. La corteza pre frontal y temporal, la amígdala y otras estructuras del sistema límbico, desempeñan un papel fundamental en todas las situaciones en las que aparece la empatía.
Estas mismas partes del cerebro participan en los procesos que regulan la agresión y la violencia. Es por eso que se piensa que ambos circuitos cerebrales, el de la empatía y el de la violencia, podrían ser “parcialmente similares”.
Por lo tanto el desarrollo de la empatía como inhibidora de la violencia podría apoyarse en razones biológicas, que van más allá de lo social, dado que la estimulación de esos circuitos neuronales en un sentido hace que disminuya la actuación del otro.
Esto significa que cuando existen desbordes emocionales tales como agresiones de cualquier tipo o discusiones, se genera un corte en el flujo de empatía que comienza en quien genera el conflicto y tiende a generalizarse por el impacto que esto tiene en las neuronas espejo del resto de las personas presentes.
Está demostrado que las personas empáticas son mucho más eficaces a la hora de comunicarse en todas las áreas. Desarrollar nuestra empatía es una de las claves para tener relaciones sociales satisfactorias.
En el ámbito del liderazgo, las personas empáticas logran que su equipo dé lo mejor de sí mismo, al entender con facilidad las motivaciones de cada uno de sus integrantes.
Suelen ser personas que se adaptan rápidamente a nuevos entornos y a distintas situaciones. Como digo siempre, lo único permanente es el cambio, entonces ¡Manos a la obra! Es hora de desarrollar nuestra empatía.
Que tengas una empática semana!
Agostina Fasanella
Coach Ontológico
Liderarte Consultora