Color del dia

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Empezar el lunes volando, siempre nos da perspectiva. Las mariposas nos recuerdan la transformación y el vuelo, la posibilidad de cambiar que tenemos todo el tiempo en nuestra vida. Conectate con el cambio, conectate con la posibilidad de encontrar siempre tu camino.

Exposición en LA APASIONADA

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Ya esto todo montado! Desde mañana hasta el 22 de octubre expongo en “LA APASIONADA”. Mañana desde las 16 hs doy un taller para los que quieran pintar y conectarse con la pasión, hombres y mujeres bienvenidos, pintar es conectarse con la energia del inconciente y con la paciencia, por lo tanto todos
necesitamos del mimo de estar dentro nuestro y con nosotros mismos.

Tienen tiempo de pasar y ver mis colores en vivo!! que sean felices!!!

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Preparándonos para el día de la madre

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Lady Di fue una mujer madre, pero al mismo tiempo una mujer que se hizo cargo de ser madre de todos al abrazar causas del mundo y hacerlas propias. Ser madre es saber mimar y poder salirse del lugar de uno hacia el de todos, para protegerlos, para hacerse cargo de lo que necesitan. Las madres siempre están presentes, simplementeestán.
Al pensar en Lady Di pienso en un cisne, siento que su historia es una mezcla de cenicienta que encontró al príncipe con la del patito feo, porque después de sentirse elegida como reina se despertó y se dio cuenta que no pertenecía a esa manada y se hizo cargo de su don y de su energía para seguir obrando por el mundo.
Lady Di quería ser una bailarina, tal vez en ese deseo postergado bailo para el resto del mundo su obra, se conectaba con la música y con el amor y se notaba su amor por sus hijos en los que les imprimió la libertad del ser, que solo se puede enseñar con el ejemplo.
Lady Di era icono de la moda, pero tal vez lo que lo provocaba era su personalidad, era fiel a si misma y desde allí los diseñadores iban tras ella, creaban y se inspiraban para ella. La princesa se destaco por su estilismo, además de su gran obra benéfica y de su historia personal en donde convivieron romances, desamor, traición, infidelidad, anorexia y bulimia y un fatal accidente en el que perdió su vida un 31 de agosto de 1997.
Lady Diana personifico la sofisticación, y logro marcar tendencia propia, por su peinado, sus tallieurs, vestidos de noche y las apretadas gargantillas al cuello.

El dibujo lo pueden encontrar mañana en la Revista Para Tí, Especial día de la madre!

TERRENO NEUTRAL final

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“El hombre atraviesa el presente con los ojos cerrados. Solo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo y después cuando le quitan la venda de los ojos puede mirar el pasado, comprobar que es lo que ha vivido, cual era su sentido”. 

                                                                                                          Milan Kundera

 

Al otro día el ensueño todavía me atrapaba en sus redes pensaba en lo que no había acontecido y en lo que había sucedido. A la tarde, sin estar a la expectativa, suena el teléfono de mi casa. Era mi acompañante de viaje, que tímidamente quería saber como había llegado. Sentía en su voz su lucha interna, podía adivinar que no había podido dormir pensando en lo vivido y en la decisión que había tomado. Sentía que quería volver atrás el tiempo pero ya era muy tarde. Sin seguridad, con su voz temblorosa me dijo de vernos al otro día, que iba a volver a llamarme. Cortó y quede pensativa ante este llamado inesperado. Pensaba que tal vez el río nos llevaría más lejos de lo que quisiera, y cambiaria el curso de mi vida de una forma que no buscaba.

El otro día pasó sin que su voz apareciera, sin que nos encontráramos. Esta ausencia produjo que pensara si valía la pena terminar este sueño, o si dejarlo pasar era lo más indicado. Él tenía su vida e interrumpirla solo porque nuestros caminos se habían cruzado no creía que era suficiente, que fuera una razón valida.

 

El tercer día llego y como si el día anterior no hubiera existido, llamo a la hora prefijada anteriormente con voz decidida de no haber dormido pensando en lo que quería. Me dijo “quiero verte, nos encontramos, voy a la plaza donde nos separamos”. Así fue como salí caminando hacia ese espacio neutral. Estaba ansiosa por volverlo a ver luego de todo lo vivido, pero a la vez conciente de que no jugaría con sus sentimientos si no estaba convencida. Él ya me estaba esperando, podía verlo desde la lejanía. Cruzo la calle a mi encuentro, seguro de sí mismo, convencido de que tenia que encontrarme, de que quería seguir soñando. Al verlo, sentí que de alguna forma ya me había despertado, no podíamos retomar el sueño ya que una distancia nos separaba. Los prejuicios está vez nos separaban, formaban una cortina invisible que nos alejaban, a pesar de que quisiera no darle importancia. Habíamos recobrado nuestra piel.

Le sugerí sentarnos en un banco de la plaza dado que el día era soleado, y así podríamos conversar. Dudaba en llevarlo a mi casa, sentía que de esta forma conocería mi yo interno y sería mucho más difícil olvidarme. Podía ver en su mirada que lo había desconcertado, que un terremoto había hecho estragos en sus entrañas, que una puerta se le había abierto y que ahora no quería parar hasta terminar lo empezado. Me miraba a los ojos y me contaba que desde que había regresado no dejaba de pensar en lo que compartimos, que se reía solo al recordarlo, que no había pasado sin dejar rastro. “no quise dejar pasar más el tiempo, desde que nos despedimos en este mismo lugar no he dejado de pensar en vos. Tenia que verte”. Íntimamente, yo sabía que tampoco había dejado de pensar en él.

Al tenerlo tan cerca y tan sólido me dio miedo a que tuviera esperanzas en un futuro juntos el cual no podía darle. Tenía miedo de que creyera que el sueño podía convertirse en realidad. Tal vez yo era la que estaba más aterrada.

Estaba completamente entregado a mis brazos, me agarraba la mano con firmeza, me planteaba sus sentimientos desde lo profundo de su alma. Desde hacia dos años y medio que le era fiel a su mujer, y nadie más le había importado hasta cruzarme en su paso. Sentía que no tenía que rendirle cuentas a nadie, que no tenía hijos, y que lo nuestro era obra del destino y creía en que todo es por algo. Quería llegar al fondo de esta historia porque sino sabia que nunca iba a poder cerrar la historia, archivar mi recuerdo.

Hacia calor, el sol estaba fuerte y brillaba a nuestras espaldas. Me dice ¿Comemos una ensalada de fruta con helado? Era tan simple y eso me encantaba. Lo miraba y no sabía lo que quería. Me atraía pero sabía que éramos de mundos diferentes, de mundos irreconciliables. Recién se había bañado y vestido para la ocasión, estaba perfumado y con la ropa recién planchada, de alguna forma brillaba con su prolijidad premeditada. Quería seducirme, poseerme, se arrepentía de haberse ido el lunes sin terminar lo comenzado. Con el paso del tiempo, volví a encantarme de su mirada sincera, de sus rasgos masculinos, de su primate interno. Yo necesitaba ser sincera, decirle que no teníamos futuro, que yo quería estar sola porque tenia que pensar en mí, que el no conocía mi realidad, y en ella no entraba.

 

Los naipes estaban sobre la mesa. Sabíamos que si no consumábamos lo que se había iniciado, nos quedaríamos siempre con la incertidumbre de lo que hubiera acontecido si hubiéramos decidido diferente. Me dijo que le hubiera gustado poder dejarme ir sin llamarme, pero que no podía. Estaba claro que nos atraíamos y que ahora solo estaba en juego consumarlo, no teníamos que seguir dando vueltas, charlando sobre una amistad que nunca llegaría a buen puerto, que siempre se desviaría o estancaría en otro lado.

La amistad entre un hombre y una mujer luego de haber pasado el limite se convierte en casi una utopía, una ilusión, siempre hay una ventana abierta a una nueva oportunidad. Le fui sincera, desde el fondo de mi alma quise decirle todo lo que me pasaba, y en ello estaba implicado llevarlo a mi casa. Le di las razones que hacían que nos hubiéramos detenido en la plaza. Hablábamos con las miradas, los tambores comenzaron a escucharse nuevamente haciendo mi cuerpo tambalearse hacia sus brazos. Él me agarraba con determinación y me besaba, y yo aunque indecisa no podía separarme. No podía resistirme a sus encantos. No dejábamos de pensar en supuestos, dejando pasar el tiempo sin aprovecharlo cuando era claro que lo nuestro se resolvería entre las sabanas.

 

Llevarlo a mi casa implicaba un coste que no sabia si quería afrontarlo, la posibilidad de que me buscara nuevamente, sabiendo que no era lo que quería me imposibilitaba desearlo. ¿Cual era la otra opción que nos quedaba?, un albergue transitorio era lo único que quedaba ya que su casa no estaba considerada como opción a pesar de que el la sugirió ante mi indecisión. El problema residía en que nunca había estado en un albergue transitorio, y el hecho de que el fuera el primero, y por la historia como se planteaba, resultaba tan explicito el acto que me disgustaba. A su vez el hecho de encontrarme tan cerca de mi casa me planteaba la disyuntiva de que alguien me viera al entrar al hotel de parejas clandestinas o que conociera mi casa. Así que decidimos dejarlo a la fortuna.

Dos papelitos escritos en la mano con dos espacios para concretar lo que ya estaba decidido de antemano. Lo que había llevado a que me buscara. No cansaba de repetir”Morocha estoy acá, vine, te busque, no dejemos pasar esto que nos ha pasado”. Al sacudir mis manos se cae uno de los papelitos sin buscarlo y espío el cual se había quedado en mis manos: “en el telo” decía. Volví a tomar los dos papelitos y le dije que el tenía que sacar uno. Me mira y me dice que estábamos dejando nuestro destino en manos de dos papeles que no valían nada. A lo que le contesto, que no estaba preguntando si lo haríamos ya que eso ya estaba decidido, sino el lugar en donde lo llevaríamos a cabo. Así fue como volvió a sacar el mismo papelito que había quedado entre mis manos.

Me dice de ir a tomar un helado, y lo miro y le digo los dos sabemos que es lo que nos esta esperando y lo que buscamos, vayamos al grano. Así fue como luego de unos minutos de tubetear en la esquina del albergue transitorio, dada mi vergüenza y ante su incertidumbre dado mi accionar, nos embarcamos en la canoa que volvía a retomar el curso del rió que habíamos dejado unos días atrás, desconociendo que la corriente ya no era la misma, y que no la podríamos recuperar.

 

Entramos por un pasillo largo a la recepción, un hombre detrás de una ventanilla de vidrios oscuros, con luz tenue nos preguntaba cual habitación deseábamos, y sin muchos rodeos elegimos la más barata. Habitación numero trece, primer piso al fondo escuche de un hombre mayor al cual de la vergüenza no pude verle la cara. Había un cuadro de Pérez Celiz, pintor argentino de trayectoria en la entrada, imagen que no pegaba con el lugar de lamparitas rojas y paredes negras. Subimos la escalera, una pareja mayor nos cruzamos que bajaban luego de consumar su acto. Recordándome, a pesar de mi sorpresa,  que no había edad para hacer el amor, que es una necesidad constante.

Mi vergüenza me superaba, era la primera vez que recurría a un lugar de estos para consumar el acto. Llegamos a la habitación, abrimos la puerta, y espejos por doquier nos encontramos, en el techo en la pared de enfrente y en la del costado. Un baño con ducha y toallas embolsadas se encontraban esperándonos. Lo mire, y mi cara me develo como una niña inocente que se encontraba en un lugar que no le gustaba. Él me mira y me agarra de la mano. Me dice, no es el mejor lugar pero es lo que necesitábamos. Yo seguía dudando pero ya me encontraba en ese lugar, así que decidí seguir lo que había empezado.

Dulcemente me beso en la boca, y me tomo de las manos mirando con una profundidad que me asustaba por el temor de que su vida se cayera en un abismo que le destruyera la felicidad, la cual me había conquistado. Su cuerpo se unía al mío y me llevaba a sentarme sobre la cama ancha de dos plazas. Podía observarme por el espejo del techo que me mostraba temerosa al punto que me pregunto si era virgen, ya que me sonrojaba. Nos besamos hasta apasionarnos, las manos comenzaron a encontrarse con el cuerpo del otro, las ropas se fueron saliendo con cierta reticencia y calma. Sus manos me agarraban con una firmeza y un deseo casi incontrolable. Yo me sentía deseada a un punto inimaginable, no podía esconder su deseo que se había despertado. De a poco fuimos quedando desnudos, pero la pasión ya nos había inundado. Mi sexo ya se había despertado y podía sentir que el suyo también lo estaba. Todavía nuestras prendas íntimas nos separaban y de esta forma concentrada estaba.

Me tocaba como si fuera porcelana, como si no pudiera creer lo que le estaba pasando. Sus besos a diferencia de lo que pensaba eran dulces, tranquilos se desparramaban por todo mi cuerpo sin descanso. Mi timidez era evidente, no podía soltar mi mujer interna. Aferrada a que no lograra conocerme me encontraba. Estaba poseída por una mezcla explosiva de deseo carnal mezclado con novedad. Yo no hacia nada, dejaba que sus manos hicieran todo el trabajo, miraba mí alrededor y me desconcertaba. ¿Qué estaba haciendo?- me preguntaba. Desnuda sobre el acolchado de seda dorado, donde miles de parejas se habrían consumido en el deseo, me miraba por el espejo del techo; mi alma se encontraba lejos. Lo observaba como si no pudiera cambiar la situación dada, y tampoco sabía si quería dejarlo pasar.

Me penetro aunque mi mente se encontraba separada de mi cuerpo. Aunque me estremeció tenerlo dentro de mis entrañas, había algo que lo rechazaba que no podía controlarlo. Su cuerpo se movía como si los tambores tocaban. Pero con el paso de los minutos, a pesar de que juntos nos encontrábamos mi mente impedía sentirlo, gozarlo. Era como si hubiera pausas en la fusión tan esperada. Cambiamos de posición, yo arriba el abajo y viceversa pero ninguno de los dos estaba conectado, los fantasmas de ambos no dejaban consumirnos en la pasión que existía.

 

Había algo en su cuerpo que me disgustaba, no podía definirlo, su olor no era de mi agrado. El aroma que desprendía su cuerpo al rozarnos me impregnaba, sentía que no era mío. Su cuerpo no me pertenecía, podía percibir que era a su mujer a la que amaba y que solo la fruta prohibida era lo que lo había llevado a mis brazos. A pesar de estar unidos me sentía separada, lejos en otro lugar donde mi mente solo me decía que no tenía sentido estar a su lado. Así fue como se freno todo, la mente pudo más que el cuerpo, y no dejamos llevar a la explosión de nuestra alma. Aunque él intento volver a crear el clima, yo ya me había despertado. No había futuro, y por lo tanto el presente ya se nos había marchado.

El lunes la corriente me había llevado a sus brazos, y la consumación de lo vivido, lo cual él no se había animado, hubiera sido la culminación de la alucinación en la que nos hallábamos. Ahora estábamos de nuevo en Buenos Aires, de nuevo con las riendas de nuestras vidas en la mano, era difícil dejarnos llevar sin pensar en nuestra realidad cotidiana. Me sentía que ya había crecido, ya era adulta, y no me satisfacía compartir una cama sin poder llenar mi alma. Sabía lo que quería y sabía que él no me significaba nada, solo el actor principal de una historia de cuentos de hadas pero a la cual yo quería ponerle final, ya estaba predeterminado de antemano. Él se arrepentía de no haberse decidido en ese momento, sentía que había dejado pasar la oportunidad y que nunca se lo perdonaría, que yo quedaría como un trofeo en la estantería de su vida, fijo, preciado. Le conteste, que no olvidara que la vida muchas veces nos pone piedras que parecen esmeraldas y que no siempre hay que agarrarlas.

Me mira intensamente y me dice no sabes todo lo que aprendí con esta situación. Yo me drogaba y ahora hace ya varios años que deje de hacerlo. Pero ahora muchas veces estoy con mis amigos, rodeado de gente que se droga y pienso en volver a hacerlo, pienso que con una vez no pasa nada, y seguramente  luego me llevaría una desilusión. Porque eso es parte de mi pasado, que gracias al amor he podido superar y ahora gracias a esta situación lo puedo observar. Vos me hiciste renacer, volver a recordar lo que era desear a una mujer, ya que con mi novia la rutina me había hecho olvidarlo. Tenía tantas expectativas y al final nada es lo que resulta, ella aparecía en mi mente en cada momento que te tocaba. No te preocupes que continuare mi vida, no iba a tomar mi bolso y mudarme a tu lado, me costo trabajo construir todo lo que tengo, y no voy a perderlo en la primera oportunidad que se me presenta. Eso si, te tengo que ser sincero, siento que toda mi vida voy a arrepentirme de no haberme arriesgado el lunes de no haber llegado al fondo. Lo abrace fuerte y le dije que le deseaba lo mejor, que a veces no había que desviarse del camino a pesar de las tentaciones que se nos presentan. Había sido un placer conocerlo, pero no tenía sentido continuar el sueño.

 

El río te trae cosas y te deja pasar otras, no todas hay que agarrarlas, cuesta pensar como saber cual es la correcta, cual es la que te conviene. Sentía que ya habíamos llegado demasiado lejos, y que al no haber un futuro compartido, ya no tenía sentido consumir algo que solo nos dejaría con un sabor dulce que con el paso de los días se convertiría en amargo. Hablamos y nos abrazamos fuertemente, había sido hermoso conocernos, pero no tenia sentido continuarlo. La magia que nos había omnibulado se había terminado, la realidad nos inundaba. No podíamos continuar el sueño, ya era tarde, ya nos habíamos despertado. Cada uno ya era el mismo que había dejado de ser ante las circunstancias. Mi vida no tenía ni un punto de intersección con la de él, y eso imposibilitaba que mi mente me dejara en paz. El cuerpo unido al alma esta y no se pueden separar.

 

Nos vestimos, y salimos del cuarto. Devolvimos la llave no usamos ni media hora de las tres que nos correspondían. Salimos apresurados a la calle. Llegamos a la esquina donde me miro y me dio un papel enrollado que guardaba en su billetera. Era el papel donde había anotado mi número de teléfono.

Al devolverme mi número de teléfono en el papelito de embarque con mi nombre y apellido, sentía que me estaba devolviendo la llave del cofre que de alguna forma le había dado y que sin saber me había arrepentido de entregársela. El curso del río me había llevado por la corriente, ciega sin ver me había entregado a su providencia y sentía que se había equivocado. De alguna forma me había devuelto mi identidad, ya no tendría forma de contactarme, ya no habría oportunidad para cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Su sombra desapareció por la misma plaza que nos sirvió de escondite para no traspasar más camino transitado, para no conocer mas historia, más vida del otro y terminar recordando más sin un futuro determinado. Mi número me devolvió la calma, el sueño de alguna forma en pesadilla podía convertirse y de esta forma todo estaba terminado. Nuestros caminos seguirían su curso, ya no había de que preocuparse.

FIN

 

Cuento TERRENO NEUTRAL -II parte

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(Viene de Cuento TERRENO NEUTRAL parte I)

Por primera vez nos encontrábamos solos, pero de alguna manera era como que ya nos conocíamos desde siempre. En realidad, su forma de vivir me había mostrado las simplezas de la vida que lo hacían feliz y pleno, sin necesitar más nada. La tormenta con el paso del tiempo fue dejando lugar al sol. Nos encontrábamos sentados juntos y por primera vez podía observarlo detenidamente y con detalle. Su perfil me atraía cada vez más, su vida podría definirla como rudimentaria pero su forma y trato eran de una caballerosidad  imposible de comparar. Principalmente era honesto y sincero no tenia que decirlo, sus ojos lo delataban. Seguimos conversando de anécdotas, que son las que terminan conformando la vida de las personas, son lo que se recuerda, lo que sobresale, y de alguna manera sabia que para ambos esta se transformaría en una de ellas.

Mientras conversamos nuestros cuerpos se rozaban sin intención. Sentía que su mente no dejaba de pensar en que hacer con lo que estaba sucediendo, y yo no iba a apresurar una situación porque la que se encontraba libre era yo. Pero nuestras miradas cada vez se intensificaban hasta el punto que cerro los ojos en un momento y quiso dormirse. Pero su intención duro solo segundos. No pudo, porque en realidad yo se lo impedí. Sabía que quería evadir la situación, porque podía observar su frente como trabajaba, como deliberaba con lo que sentía. Así que luego de que se acomodo, le di un codazo y le comente que me aburría sin su compañía. Para esto en cada oportunidad que podía cantaba algo. Hasta me canto una canción que el compuso, con mucho ritmo y muy pegadiza que realmente me cautivo por su encanto. Sus manos acompañaban su voz y sus relatos anteriores me trasladaban hacia su recuerdo, podía verlo como si lo hubiera vivido. Me contaba de su barrio en Buenos Aires, y de cómo los vecinos le cantaban la canción a su paso.

El sol empezó a cobrar intensidad a medida que llegábamos a Colonia. Llegamos a las 16: 00 hs. al bajar observamos la cola que había que hacer para migraciones. La terminal estaba llena, ya que hacia dos días que no salían barcos. Pero eso no era todo, sino que podíamos observar en el río, a lo lejos, el barco que hacia solo unos minutos había partido para Buenos Aires. El tío de Sebastián era el que sacaba y cargaba los bolsos del autobús al barco, y fue el primero en advertirnos que hasta dentro de dos horas no partiría ningún barco. Pero para mayor tranquilidad, sortee la cola que llegaba afuera de las instalaciones y pregunte en la ventanilla, confirmándome lo dicho por el tío. Ese mismo barco nos tomaríamos cuando regresara de Buenos Aires. Empecé a reírme, porque la situación era inaudita de pensar. Yo ya estaba entregada a que nada pasara como lo había pensando.

Hasta el sol ahora brillaba intensamente. El día se había convertido en calido, como si nos hubiera conducido el destino hacia ese lugar y no nos quisiera dejar ir. Así que le propongo conocer la ciudad ya que no la conocía y siempre había deseado hacerlo. Sebastián, se alegra ya que de esta forma tendría la oportunidad de visitar a su abuela que adoraba y que justamente vivía en Colonia.

Compartimos mis bolsos, cada uno llevaba uno y comenzamos a caminar en línea recta por esta ciudad desconocida por mí. Luego de varias cuadras, él entra a una casa, y yo quedo perpleja al observarlo entrar con tanto desparpajo. Era la casa de la abuela. Entramos por el living, pasando por una puerta, llegamos hasta el cuarto, donde la abuela reposaba en la cama, junto a su prima y su recién nacido en sus brazos. La casa era como un largo chorizo donde todos los ambientes se mantenían unidos con separaciones de puertas y cortinas con mucho encanto. La situación realmente me resultaba embarazosa sobretodo porque minutos antes le había preguntado el nombre de su novia y me había contestado: “Ángeles”. De alguna forma sentía que le había tomado el lugar, hasta el nombre compartíamos. Así que la situación me resulto incómoda, dado que tenía que explicarle a la abuela quien era, y que hacia solo unas horas solo éramos dos desconocidos esperando que salga el autobús que nos llevaría a nuestra vida cotidiana. Me puse nerviosa y en voz baja en el oído le dije que me quería ir a recorrer la ciudad, que él se quedara si así lo deseaba, que no quería interferir en sus planes. Me mira intensamente y me dice en vos baja: “vinimos solo a dejar los bolsos, no querrías recorrer Colonia con este peso innecesario”. Había pensado en todo. Así que solo estuvimos unos minutos explicando nuestra aparición inesperada.

Salimos a recorrer la ciudad. Cruzamos una plaza que se encontraba a solo unas cuadras. Esto le trajo recuerdos de su infancia, como si fuera tejiendo de alguna forma su vida con hilos de distintos lugares. Estas tierras le resultaban tan queridas podía notarlo sin que lo mencionara. Le pedí que me disculpara por mi actitud en lo de su abuela pero había sentido lo inexplicable, como explicarles quien era, porque estaba con su nieto el cual vivía con su novia y se sentía feliz. No quería interrumpir el continiúm de su vida porque yo no podría prometerle nada, y él perdería todo el territorio ganado. Pero había una fuerza oculta que nos gobernaba sin dejar margen a la realidad.

 

Colonia me resulto un encanto, bien colonial, con faroles enormes de antaño, coloridas casas se mezclaban con casas de piedras sin orden. La iglesia nos sorprendió y tuve que entrar a rezar un padre nuestro dado que la situación me había abrumado, ya me encontraba en sus manos. Sentía que no podía frenar el río de la vida en el que me encontraba.

Comenzamos a transitar por las calles. El día se había iluminado. Las calles te encantaban por su antigüedad y por su calidez, como si todos los objetos hubieran sido desordenados y vueltos a establecer en otros lados. Todas las casas poseían en sus jardines ruedas de carretas, faroles antiguos, objetos en desuso que se transformaban en decorativos. Me hacia observar los jardines que guardaban los tesoros de tiempos pasados.

Mientras caminábamos observo a lo lejos el río que brillaba con su presencia. Así que me dirigí hacia allí, y Sebastián me siguió sin frenarme. Al llegar a la orilla había una barra que separaba el adoquín del agua. Cerré los ojos y respire el aire marino que llegaba con una brisa tranquila de la tarde. La luz del sol me ilumino, tiñendo todo mi alrededor de amarillo, con haces de luz que se encontraban por doquier como si estuviera pintando un cuadro. Las manos de Sebastián fueron atraídas a tomar mi pelo que volaba desordenadamente por la brisa que corría, y al hacerlo, sus labios se encontraron con los míos, y nuestros cuerpos se atrajeron sin oponer resistencia. La luz nos ilumino e encegueció, mientras en cámara lenta trascurría este acercamiento, que hacia ya un tiempo que se estaba posponiendo. La atracción era evidente.

 

El beso duro unos segundos, el sueño se completaba, la historia de la película llegaba a la parte que todos estábamos esperando. Luego de besarnos el retrocedió, sabiendo sin decir una palabra que no podía, que el sentimiento de compromiso que tenia con su mujer era mas fuerte que este film que transcurría sin poder controlarla. Yo seguí caminando por el adoquín diciéndole en voz alta, que no se preocupara que era solo un sueño, que al llegar a Buenos Aires, se despertaría y nada habría pasado. El beso tenia que existir dada la historia que se estaba desarrollando, como actores en un teatro real estábamos actuando.

Seguimos caminando por las calles en silencio por un tiempo, sin decir una palabra, nuestra compañía ya era suficiente llenaba todos los espacios. Pasar el límite era difícil, lo sabía y por eso yo no iba a ser la que lo traspasara. Ya lo habíamos cruzado y no había forma de retroceder. Los silencios los tapaba con sonidos de tambores que surgían de su boca, como si una orquesta se encontrara dentro de su interior, con un director que cambiaba de repertorio según la ocasión, y que lograban hacerme  estremecer. No eran sonidos al azar, sino los elegía perfectamente para que nos acompañaran.

Los caminos de está ciudad antigua estaban desordenados. Al llegar al faro que se encontraba rodeado de ruinas de una muralla que había existido hace siglos atrás, comenzó nuevamente nuestra charla. A nuestro alrededor niños de la escuela primaria, con sus guardapolvos blancos y sus sonrisas inocentes, estaban de visita a los museos, así que los esquivamos mientras el bullicio continuaba.

Su papel de guía lo desarrollaba a la perfección y le servia para poder ocultar sus sentimientos contrariados que tenia hacia mi. La fantasía y la realidad ya estaban mezcladas, y era difícil querer desprenderse de la embriaguez del sueño, de la atracción, del lugar que nos encantaba donde “lo romántico” se transforma en el adjetivo para describir la ciudad que te invade. El espacio era el ingrediente que faltaba, un territorio neutral que nos encontraba.

Querría haber podido sacar tantas fotos, pero la maquina me la había olvidado en el bolso que se encontraba en la casa de la abuela de este desconocido del cual su fragancia ya me había cautivado. A través de la mirada, mi mente se transformo en la maquina de fotos, para guardar esos callejones sin salida, esos adoquines y casas de antaño con sus faroles apagados. Llegamos a la Calle de los Suspiros, y tomados de la mano la transitamos dado que me resultaba difícil caminar con mis tacos altos por esos adoquines y piedras de tantos años. Me contó que su abuelo había vivido en una de esas casas antiguas de diferentes colores que formaban esa cuadra; como si las moradas conformaran una sinfonía de notas diferentes que lograban la perfecta armonía al juntarse. Al compás de nuestros pasos cantaba canciones que significaban lo que estaba pasando. Yo solo le repetía que no se preocupara que era solo un sueño del cual tarde o temprano íbamos a despertarnos.

Nos acercamos a las murallas de un fuerte, donde cañones ya en desuso la rodeaban. Pero el agua del río de alguna forma me llamaba, así que tuve que dirigirme a su encuentro. Podíamos observar como el barco todavía no había llegado al puerto, y la amplitud del Río de la Plata. Nuevamente cerré los ojos, respire profundamente, y la brisa corrió con toda intensidad sobre mí. Sentí el aire puro y la vida que me llevaba sin saber a donde me dirigía. Sebastián se encontraba a cierta distancia, meditando sin descanso. La situación lo había agobiado. Sabía que éramos diferentes pero de alguna forma sentía que nuestra esencia era la misma y que eso nos conectaba sin poder resistirnos. Todo nuestro alrededor había confabulado para que nos encontráramos.

Subimos al costado de las murallas para observar la ciudad desde arriba. Yo lo seguí dado que mis zapatos me impedían caminar con soltura entre las piedras. Él se convertía en mi apoyo para poder bajar de lo que habíamos escalado. Me miraba, ya casi no hablaba. Los tornillos de su mente estaban siendo apretados con el destornillador, sacando todo el estruendo de su interior. Comprendí que era hora de regresar.

Nos volvimos a internar por las callejuelas de está ciudad mágica, que encierra secretos inimaginables, porque de alguna forma sus calles hablan. En un momento lo miro mientras tarareaba una canción, y le digo “realmente gracias”. El día resulto una maravilla, todo ha sido más de lo que hubiera podido imaginarme. Así fue como a pesar de todo, su pasión le afloraba a flor de piel, y tuvo que abrazarme, y al hacerlo me dio el pie para que dijera: “En realidad me falta  darte las gracias, ¿Si queres puedo dártelas?”. De esta forma nuestros labios volvieron a sellarse para permanecer unidos un largo rato, mientras los rayos del sol ya no llegaban dado los altos árboles que enmarcaban la calle por la que transitábamos.

Seguimos caminando y aunque los minutos pasaban los dos estábamos sin tiempo sorprendidos por la vida. Nos desviamos del camino dado que el río volvía a llamarme y a él su tía de alguna forma también lo esperaba. Mientras yo permanecí unos segundos, sola,  perpleja ante el río, distante, pensando en lo acontecido; Sebastián se fue a la feria de artesanos que se encontraba al lado, donde su tía se encontraba. Un nuevo integrante de su familia conocía, su tía que vivía en Colonia y subsistía de sus artesanías. Luego de la presentación y de una breve charla continuamos el trayecto de regreso.

Transcurrió una hora, hasta que retornamos a la casa de la abuela, la cual ya nos esperaba. Nos había preparado el te con unas masitas caseras. Mostrándome, una vez más, la calidez de esta nueva familia que conocía por casualidad. ¿Si existen las casualidades? Cabría preguntarse. Mientras tomábamos el té seguíamos conversando con Sebastián de todo y de nada a la vez. Él estaba pensativo y a la vez feliz. Tenía los dos sentimientos unidos. Hacia una semana que él había visitado a la abuela y juntos se habían ido en colectivo a Montevideo, haciendo mención la abuela de que había dormido todo el camino. Al preguntarle si en está ocasión había dormido, se apresura a decir que lo dudaba, dado que al lado de una chica hermosa no podría pegar un ojo.

De pronto irrumpe en la casa la llegada de uno de sus sobrinos, de seis años, que había salido del jardín de infantes. Lo acompañaba la prima que lo había ido a buscar, que hasta hacia unos meses vivía en Cabo Polonio. Un lugar perdido del mundo donde todo es posible e inimaginado. El lugar te relata una historia sacada de cuentos de hadas porque el conjunto se hace impensable de realizar. Pero el nacimiento de su hija Margarita la habían llevado de vuelto a la ciudad. Así que mientras conversábamos, la prima comenzó a amamantar a la pequeña bebé, y el sobrinito buscaba llamar la atención corriendo de un lado al otro.

Yo no lo podía creer todo lo que estaba aconteciendo, el día se había convertido en maravilloso. Así que disfrutamos un rato en la casa de la abuela, charlando con una familia que hasta hacia unas horas ni conocía y ahora ya conocía a todos.

 

Volvimos al puerto. Tuvimos que esperar otro buen rato, pero esta vez juntos estábamos. Las barreras entre los dos se habían casi desintegrado. Nos reíamos de la situación y la comentábamos. En la espera volvieron a repetirse los aplausos de descontento ante la situación dada. Nos embarcamos en el Buque bus. El trayecto duraría solo 45 minutos, era el servicio rápido, ya que otro no podía llegar con la marea baja. Buscamos un lugar con Sebastián, en una fila de cuatro asientos al lado de la ventana. Él se encontraba pensativo, lo cual lo charlamos. Su situación era sensible mientras que yo no perdía nada. Decidimos disfrutar de los últimos 45 minutos de compañía que nos quedaba.

Nos adelantamos al tiempo – repetía incansablemente Sebastián. Su explicación se basaba en que nos teníamos que encontrar pero ahora le habíamos  ganado al tiempo, no era el momento correcto. “Morocha te sigo al fin del mundo, pero la realidad mía es otra y no puedo borrarla. Me gustaría poder ser otra persona, ser como era antes, pero ahora no puedo. Pero a la vez, se que si la historia no termina acá, nos volveremos a encontrar. Siempre pasa”. Compartía ese sentimiento de llegar hasta el final.

Comparo sus sentimientos contrariados con el candombe. Decía que uno podía utilizar diferentes golpes para terminar el candombe y que no había ni uno mejor o peor, solo era cuestión de elección. Había candombes que terminaban tristes otros alegres y otros nostálgicos. Sus palabras me deleitaban. De alguna forma no necesitábamos hablar porque nuestros pensamientos concordaban y se comunicaban con un mismo lenguaje.

La pasión nos desbordaba. Sentados cada uno en su asiento no nos alcanzaba el espacio para abrazarnos. ¿Morocha que hacemos? ¿Cómo sigue esta historia? ¿Qué golpe le doy a esta canción que empezamos?

La pasión nos tenia de rehén así que le propuse mi idea sin que tuviera que contestarme hasta que llegará el momento indicado. Yo me tomaría un taxi y bajaría en un terreno neutral donde el decidiría si se venía conmigo a terminar esta historia o seguiría su camino. Sentía que de esta forma yo me estaba jugando, pero era su decisión la que pesaba. Así fue como con un beso le tape la boca para que no emitiera sonido. Dejándonos llevar por lo que sentíamos, aprovechando cada segundo que quedaba.

El viaje paso entre besos, suspiros y miradas. El alrededor se había esfumado ya nada tenía sentido alrededor, solo nuestros cuerpos pedían socorro, pedían ser rescatados de esa distancia física que existía. Salimos últimos del barco, no queríamos de alguna forma separarnos. Sabíamos que al tocar suelo argentino comenzábamos a despertarnos. La confianza ya nos había inundado. Esperamos a que sacara su bolso, y tomamos un taxi.

 

El taxi paro en una plaza, que conformaba un nuevo territorio neutral que había elegido, en este caso, para despedirnos o seguir un mismo camino. Bajamos del taxi compartiendo cierto nerviosismo que se sentía en el ambiente; había llegado el momento. Él se encontraba desorientado creyendo que iríamos rumbo a mi casa y que no tendría que decidir solo dejarse llevar por mis brazos hasta mi dormitorio. Pero yo quería que fuera parte de una elección, sino al otro día se despertaría sintiéndose corrompido sin una explicación.

Nos encontramos los dos frente a frente en la oscuridad de la noche de la ciudad con bullicio de transito de avenida y luces artificiales que sobresalen. Todavía el no había emitido su decisión, pero yo ya sentía que todo recobraba realidad. Me dijo que necesitaba regresar a su casa, que su mujer no sabía que estaba en Buenos Aires, ya que era una sorpresa y que podría venir a casa, pero sentía que no era lo correcto. Repetía incansablemente que no quería perder el contacto conmigo, y que realmente no sabía lo que estaba haciendo. No quería separarse, pero su decisión ya había sido tomada. Me pidió nuevamente mi número de teléfono, y ante su insistencia y mi duda, accedí. De alguna forma hubiera querido dejar la historia sin final, tal vez era lo mejor, desaparecer con las sombras de la noche, y terminar siendo solo un recuerdo, que con el tiempo se convirtiera en una alucinación, en una irrealidad. Pero al mismo tiempo, sentía que tal vez me arrepentiría por no darle una oportunidad y los años me lo volverían a encontrar sin que hubiera nada que explicar.

Me dijo de acompañarme a mi casa y yo le dije que no era necesario. En la vida todo es una decisión, se pierde y se gana algo, y el misterio es un aliciente importante para volvernos a encontrar, prefería que nos separáramos así – le dije. Me miro y antes de separarnos, pronunció estas palabras, no estaba seguro de lo que estaba haciendo, en realidad yo sabía que podía tomar el timón de la historia pero yo tampoco estaba del todo segura de lo que hacia porque no podría darle nada a cambio solo un final para un cuento que había comenzado al empezar el día. “Yo volví de Montevideo porque extrañaba a mi novia, y luego de este día no se que es lo que quiero, pero no puedo irme contigo sin pensar en lo que tengo”, dijo. Su respuesta era valida y sobretodo sincera. Nuestros labios volvieron a unirse para luego desaparecer cada uno por su lado con un bolso a cuestas en la oscuridad de la noche del día más largo, tal vez de mi vida.

Como una historia de Kundera el día transcurrió. Lo inexplicable se transformo en algo significante que me cambio el día sin querer, lo trágico se convirtió en fabuloso, lo pesado se volvió liviano, de esta forma lo negativo se transformo en positivo. De alguna forma el destino movió los hilos para que todo aconteciera sin que pudiera tener el control de la situación. Para que todo fuera como un sueño del cual uno no se quiere despertar.

CONTINUA

 

Octubre, nuevo mes

 

feliz cumpleaños 1

Empieza un nuevo mes, Octubre es un mes para brillar y para conectarse con el éxito, hacerse cargo del “10 ” que todos llevamos adentro y hacernos cargo de lo que queremos concretar. Todo lo que han estado trabajando en el año, en octubre tienen buenas chances de que salga a la luz o que se reconozca, así que seguir confiando y fluyendo en lo cotidiano que ahí encierra los ingredientes del disfrute.

La vida se hace en ese “mientras tanto” que a veces no se entiende o que no se ve por donde uno camina, lo importante es caminar, es aprender a manchar la hoja aún no sabiendo que vamos a pintar, pero mientras lo hacemos lo disfrutamos.

Mantra de los pies felices, pues al cantarlo, nos da la seguridad y la confianza para caminar por la vida, a escucharlo: http://www.youtube.com/watch?v=sD81xg0p-oE

Cuento TERRENO NEUTRAL – I parte

“La vida humana acontece solo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuales de nuestras decisiones fueron correctas y cuales fueron incorrectas. En la situación dada, solo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones”.

                                   Milan Kundera en “La insoportable levedad del ser”

Entre el cielo y la tierra

Había viajado a Montevideo por el fin de semana. El motivo era el casamiento de una amiga que había conocido por casualidad en un viaje años atrás.  El fin de semana paso entre lluvia intensa y charlas de mujeres. Acompañando los últimos suspiros de soltera hasta el final. El casamiento resulto grandioso. Bailamos, comimos y sobretodo compartimos este amor que existía entre estas dos personas que se unían para afianzar en papeles algo que ya lo estaba de hecho. Me puse a pensar que al final los seres humanos nunca dejamos de festejar, si no es un nacimiento, es un bautismo, luego llegan los quince años y de ahí al casamiento, las bodas de piedras preciosas continúan sin cesar.

 

Desde la mañana del domingo, la lluvia no había tenido descanso. Una cortina celeste y gris omnibulaba la visión al acercarte a la ventana. Día de tormenta, lluvia y viento provocaría que el barco que cruza cotidianamente el Río de la Plata no pudiera hacerlo. Así se paso el día, dentro de cuatro paredes, charlando entre amigos.

La noche nos sorprendió sin que la lluvia le diera su lugar. Al llamar por teléfono a la estación, me confirmaron que dada la tormenta el barco no saldría hasta el día siguiente a las 6 de la mañana. Así que me fui a dormir sin dar más vuelta al asunto, llegaría solo un poco  tarde a trabajar pero tenia una razón.

Me levante a las cinco de la mañana. Despedí a mi anfitriona, y siligiosamente saque los bolsos del departamento. Aún con lluvia, salí en un taxi con rumbo a la estación de Tres Cruces. Supuestamente, el autobús con rumbo a Colonia saldría a las 6 de la mañana, así que al llegar decido tomar el desayuno para luego hacer la cola que cada vez se extendía más. Comienzo a escuchar el bullicio de la gente que comentaba que seguía la tormenta, así que el barco de Colonia no saldría a la hora prefijada y que tendríamos que esperar hasta que prefectura diera la orden de salida. Al encontrarse los dos puertos cerrados desde el sábado, decidieron que aguardemos en Montevideo al no tener precisión porque puerto saldría el barco. La gente comenzó a conglomerarse en el mismo lugar, preguntando la misma pregunta sin respuesta: ¿A qué hora saldría?

 

Al ver el panorama decido buscar un asiento más alejado, en la estación,  pero del cual pudiera divisar cuando hubiera algún tipo de movimiento de embarque. Luego de dejar el bolso y encontrarme cómoda, a pesar de la dureza del asiento y del frío que hacía en la estación, me dispuse a esperar leyendo “La insoportable levedad del ser”. Maravillándome con las historias de Kundera, que hicieron que el paso del tiempo no se sintiera. De vez en cuando interrumpía mi lectura para ver el reloj que colgaba de la pared justamente enfrente de mí y a observar el ambiente que me rodeaba.

Los uruguayos poseen ese aire de provincia, esa tranquilidad innata que los hace diferentes a los argentinos, de apariencia similar pero internamente más puros. Disfrutaba observar a la gente tomando el mate, tienen una especie de romance apasionado que no pueden soltarlo. Caminan, conversan, corren, actúan con el mate bajo el brazo, convirtiéndose en parte de su cuerpo, en una extensión de su brazo.

Las horas fueron pasando y ni noticias de cuando embarcaríamos. A las 8:30 hs, el libro ya no lograba atraer mi atención. No llegaría al trabajo. El frío y la espera no me hacían ya gracia. Comencé a levantarme varias veces para ir a preguntar a la recepción de la empresa, pero antes de que lograra llegar me enteraba que todavía no había noticias. Este ida y venida de varias de las personas que nos encontrábamos esperando, derivo en un dialogo entre los que nos encontrábamos sentados. A la derecha una pareja de personas mayores se comunicaban con miradas cómplices sin emitir sonido, pero demostrándome que compartían el sentimiento de sosiego, de incertidumbre sin resolver. Al frente mío se encontraba un hombre con su señora y un chico que debía ser su hijo por lo que se deducía en el trato. Al lado mío un hombre de unos treinta años, con mirada ausente y con aspecto de cansancio. Alrededor había personas por doquier, a pesar de que el día era gris, la rutina de un lunes a la mañana ya se sentía por el movimiento desde temprano.

 

En un momento, al ver el reloj sentí que tenía que llamar por teléfono a mi oficina para avisar que no podría llegar a trabajar en el día de hoy. Estaba parada en la estación sin saber cuando podría cruzar el “charco”, expresión que se utiliza para denominar al Río de la Plata. No había forma de hacerlo, los autobuses tardaban más de ocho horas y ya llegarían tarde además de no devolverte el dinero para comprar el nuevo pasaje. Hasta el aeropuerto estaba cerrado por el mal tiempo que aquejaba.

Luego de un rápido llamado volví a sentarme en el mismo lugar. La verdad ya no tenía interés en el libro. Así que luego de algunos minutos de observar el reloj, sin saber realmente como,  me encontré conversando con la señora, su marido y su hijo y el otro hombre de mirada cansada. La espera al ser compartida pasaba más relajada, compartiendo un poco las historias personales de estos uruguayos.

El hombre cansado estaba desde la noche anterior sin dormir, esperando que saliera el barco que lo cruzaría a destino. Había llegado a la estación y le notificaron que el barco no saldría así que luego de ir a jugar al casino por unas horas volvió a esperar en los sillones de la estación a que se hiciera la hora de partir. Estaba fatigado y se notaba, no había dormido en toda la noche, y había previsto que lo haría dentro del barco.

En el caso de la familia, el hijo volvía a Buenos Aires donde estaba viviendo con la novia hacia ya dos años, pero dado que no tenía los documentos en orden tenía que volver cada dos meses para regularizar su situación. Su padre luego de esperar un rato se retiro a trabajar. Su madre lo acompañaba con entretenida charla, comento que podía hacerlo porque estaba de receso desde hacia unas semanas, ya que el banco en el que trabajaba había quedado en bancarrota y la habían dejado cesante. El efecto corralito argentino había contagiado a la otra orilla del Río de la Plata, provocando varios cierres de bancos uruguayos debido a la corrida de capitales. Todavía cuesta pensar que en el siglo XXI suceda algo sin igual, no hay parámetros para comparar lo que ha sucedido en estos dos países que se insertaron, a pesar de la resistencia durante años, en la coyuntura latinoamericana.

Reducidamente comente el propósito de mi viaje, y de lo bien que lo había pasado a pesar de la lluvia que ya era una constante en mis viajes a Montevideo. En las varias oportunidades precedentes en las que había ido de visita a está capital de melancolías encontradas, la lluvia siempre estuvo presente intensificando este sentimiento arraigado en mi ser. Asimismo, si no fuera que mis amigas trabajaban y hasta las 18:00 horas no salían de su trabajo no me molestaría no poder embarcar. Pero el hecho de estar esperando sin hacer nada, sabiendo que estoy perdiendo un día del trabajo, no me resultaba de lo mas encantador.

 

Seguimos esperando, los minutos pasaban mientras seguíamos conversando de la crítica situación que estaban atravesando estos dos países en los que habitábamos. Es el tema de la actualidad que no se puede obviar en ninguna charla. Ha perforado las entrañas de todos sin poder todavía superar la instancia que todavía nos falta luchar. Sobretodo, la desocupación y la incertidumbre que predomina en el ambiente de Argentina y Uruguay es una realidad que se hace difícil de aceptar. Pensar en que tan solo unos meses atrás, las monedas tenía un peso que nos hacían vivir en una ilusión si la sabíamos aprovechar. El encantamiento del dólar había nublado la esperanza a estos países vecinos que sufrían de los mismos problemas y que no sabían como superarlos. Mientras los uruguayos creían que los argentinos superaríamos la crisis antes, por la pedantería criolla; yo creía que la reestructuración que se necesita en Argentina, duraría años. Se necesita volver a educar a un país, que valore lo que es trabajar, y que busque la superioridad a través del esfuerzo y no que dependa de la amistad del que se siente a gobernar.

La corrupción ha afectado a  todas las capas de la sociedad imposibilitando el crecimiento interno y la esperanza de que con esfuerzo todo se puede cambiar. Se ha herido a una sociedad que vivía en una burbuja de cristal, recién ahora logra ver lo que hace tiempo mostraba la realidad: la injusticia y la desigualdad. La emigración en busca de una mejor realidad es otro de los problemas que afectan a nuestras sociedades y de la cual los jóvenes se ven más afectados. Es así como estos dos uruguayos se habían ido a Buenos Aires en busca de una oportunidad. Mientras los argentinos ven en España la tierra prometida que años atrás expulso a sus abuelos por la misma razón que ahora atrae a sus nietos. El ciclo de la vida de esta forma parece que es circular.  Una paradoja más de la globalidad.

En un momento, la fila que todavía permanecía inmutable esperando embarcar comienza a aplaudir y a gritar en forma de repudio de la situación. Demostrando de esta forma la falta de paciencia que existe en la actualidad. La gente ya no tiene capacidad de aguantar más nada, la situación que se ha vivido a lo largo de este año (2002), ha marcado a las personas de tal forma que no existe más la tolerancia. Cualquier situación de injusticia se convierte en una razón para protestar.

Recién a las diez de la mañana avisaron que cabria la posibilidad de que saliera un barco a las 14:00 hs, pero no se podía confirmar de antemano, por lo tanto había que dejar un teléfono y la empresa se hacia responsable de avisar a cada uno de los pasajeros. Lo que no contaba es que no solamente uruguayos había entre los pasajeros, sino también argentinos que habían ido con el dinero justo para el fin de semana, y que esta situación totalmente de improviso se convertía en un contrariedad dado que ya no tenían más plata y de que el cambio ahora no beneficiaba. Por lo tanto esto derivo en una protesta generalizada, escuchando de las más variadas historias para que la empresa se hiciera responsable de los viáticos. Desde que perdían el día del trabajo, a un curso que habían pagado, a la recibida de unos de sus sobrinos, o a la oportunidad de un negocio que se esfumaba, si no se presentaban. Variadas razones por las cuales debían estar en Buenos Aires se escuchaban sin cesar, y la empresa no daba solución, ni tampoco explicación.

Luego de haber avisado al trabajo decidí no darle más importancia al asunto, y disponerme a esperar. De esta forma agarre nuevamente los bolsos y me quede mirando a la muchedumbre de gente que venía hacia la oficina de la empresa para informarse. No sabía que hacer. En una milésima de segundos un montón de posibilidades aparecieron por mi mente, cuando se me acerca la señora que se encontraba sentada al frente mío hacia unos segundos atrás. Su hijo se encontraba a la distancia observando la situación. La madre me invitaba a que me fuera a la casa de ellos, ya que estaba cerca, y así podría tomar unos mates, y estar en un lugar caliente. Dude unos segundos, dado que esta opción no la había tenido en cuenta. Pensé en quedarme leyendo sola tranquila en la estación y así terminar el libro, cuando me pareció que no podía rechazar la invitación. Algo en mi interior me decía que tenía que aceptar. Así fue, como sin pensar demasiado, me encontré en un taxi rumbo a la casa de unos desconocidos que conocí segundos atrás en la estación. La situación resultaba muy graciosa. Comencé de esta forma a pensar que era parte de mi destino que me quedara ese día en Uruguay

 

El taxi solo hizo unas cuantas cuadras, pero el frío y el viento imposibilitaban la posibilidad de ir caminando. Llegamos a un edificio. La madre no dejaba de disculparse por el desorden que había en la casa dado que todo el fin de semana no habían estado en la ciudad. Interiormente tenia dudas de que hubiera hecho lo correcto, pero la verdad me sorprendió su actitud tan hospitalaria.  Llegamos al departamento, que estaba en el último piso. Dejamos los bolsos. El calor de la casa me hizo bien para darme seguridad de mi presencia allí.

Era un departamento de cuatro ambientes. El living estaba atestado de adornos, cuadros, tapices, fotos, cacharros colgados. No había paleta de color definida, ni tampoco estilo claro. Lo que podía asegurar era que cada objeto tenía su significancía e historia y constituía algo difícil de olvidar. A su vez había variedad y cantidad de muebles, desde repisas atestadas de objetos, a banquitos con girasoles en vivos colores a mitad de pintar. Fotos por doquier completaban el lugar.

La madre se puso a preparar el mate y los biscochos, mientras yo me sentaba en un sillón a conversar con el hijo, que se llamaba Sebastián. Tenía 24 años recién cumplidos. Su aspecto era atractivo, masculino, morocho, de tez morena, con candado prolijamente cortado que intensificaba sus rasgos. Era alto, fornido. De repente llega el padre con el mate en brazos. Venía solo por unos minutos, le resulto extraño llamar a la casa y que no le contestara nadie, así que decidió ir a la estación y al encontrarse con que el barco no había salido creyó conveniente ir a ver que pasaba en su casa. La madre hizo mención de mi presencia, de la invitada que habían traído a su casa. El padre nos hizo prender la televisión, de esta forma descubrimos el inconveniente que la empresa no había mencionado.

En el informativo de Buenos Aires mostraban que el viento se había llevado el agua. Se planteaba que la bajante del domingo del Río de la Plata fue la más importante de los últimos 18 años y que había provocado una serie de inconvenientes. El bajo nivel del río, combinado con los fuertes vientos, hizo que muy pocos buques pudiesen ingresar al puerto de Buenos Aires. El informativo lo relataba de esta forma: “los fuertes vientos del noroeste empezaron en los primeros minutos del domingo. Y de a poco fueron haciendo que el agua del río avanzase cada vez más hacia el Atlántico. La costa porteña, entonces, se empezó a secar: bajo el muelle del Club de Pescadores, por ejemplo, sólo quedaron charquitos de agua. Tanto los fuertes vientos como la importante bajante del río impidieron la circulación normal de los barcos. Los que llegaron, arribaron con dificultad, mientras que los pasajeros debieron descender por la rampa de autos. En tanto, en Montevideo y en Colonia, Uruguay, los puertos están cerrados”.

Desde 1984 que no sucedía algo igual, los barcos no podían llegar a orilla porque no había agua, por lo tanto no solo era debido a la tormenta que no salían los barcos. Era realmente de no creer, algo impensado que sucediera. Las imágenes de la televisión eran realmente sorprendentes, se podía observar la orilla ya que no había agua en el puerto de Buenos Aires. Asimismo, noticias de un tornado en los Estados unidos que había dejado saldo de decenas de muertos y destrozos de importancia, se combinaban con incendios forestales, y volcanes que se detonaban. Mientras tanto por la ventana, se podía ver como los cables de las antenas volaban, se habían soltado dada la gran velocidad del viento que se intensificaba.

 

La casa tenia un desorden que denotaba calidez, esa calidez que se siente al solo pasar la puerta. A lo lejos se veía una mesa llena de cosas, y al costado unos cuantos cuadros sin terminar lo que derivaron a que preguntara quien pintaba. La madre pintaba de forma decorativa, y el padre de vez en cuando pintaba paisajes; ambos de estilo realista. Con orgullo, me mostró los trabajos del padre, un paisaje del Faro de Cabo Polonio, y una pintura de la entrada de una casa colonial de Colonia. El joven cooperaba en las manualidades familiares haciendo los marcos. También se dedicaba a la talla en madera, denotando habilidad con sus manos. Me desplegó un banco que había hecho con una sola pieza de roble. Yo solo observaba todo. Se notaba que era una familia humilde, que se daba ciertos lujos. Lo que resaltaba era el gran corazón de los integrantes de esta. La familia estaba constituida por cuatro persona, a las que había conocido, se sumaba una hermana mayor que no se encontraba.

El padre volvió a irse y yo me quede conversando en el living con Sebastián mientras la madre se encontraba en la cocina ordenando. Le pregunte que hacia exactamente en Buenos Aires, ya que había obviado la respuesta en la estación. Me dice “hago de todo, y me muestra con orgullo la cocina de la casa que la había hecho él, hasta pintar paredes, arreglar cosas. En realidad lo que salga. Desde que me fui a vivir a Buenos Aires no he conseguido un trabajo fijo, pero tampoco he parado un minuto. No solo a mi falta de documentos se debe, sino a que no he terminado el secundario y eso me imposibilita conseguir algo mejor, progresar”. Lo dijo con una angustia que se notaba con solo escucharlo.

Pude dilucidar que ello constituía su gran preocupación,  porque le fijaba un destino con el cual no se contentaba y se resistía en aceptarlo. Hasta el momento no me había puesto a pensar que cabría la posibilidad de no terminar la escuela secundaria. En mi caso no hubo discusión al respecto, era una obligación que no se contradecía. Un deber de hija que no se ponía en discusión, como tampoco se cuestionaba que tenía que estudiar en la Universidad. Pero cabría pensar que no era la regla de la mayoría.

Sus ojos denotaban una sinceridad y una simpleza que me atraían. Ya en la estación nos observábamos con distancia, pero el hecho de que tuviera novia y que estuviera siempre presente hacia que lo distanciara de mi lente, de mi percepción.

Así que entre mate con biscochos, entramos en confianza. Así surgió mi pregunta que no dejaba de vagar en mi interior: ¿cual había sido la razón para que dejara sus estudios?. Me mira y me contesta“me surgió una oportunidad de trabajo en la Aduana de Montevideo y no quise dejarla pasar; suponiendo que luego retomar el secundario no me resultaría complejo. Pero uno entra en un ritmo de vida en el cual ya no ve el estudio como prioridad. Horarios, presiones, responsabilidades lo dejan sin tiempo, con poca vida privada que no quiere desperdiciar estudiando sino disfrutando. Así, cada vez se le hace a uno más difícil acercar a su realidad el estudio. Decisión tomada por ambición que termina siendo luego una preocupación dado que determina las limitaciones de tu futuro. ¿Me entendes?”.

Su respuesta fue tan sincera y denoto su gran inteligencia que no está determinada por institutos de enseñanzas. La calle a veces te enseña, se convierte en maestra de vidas que han tenido otras oportunidades o dificultades.  ¿O será que la inteligencia es innata? Su madre interrumpió la conversación, asomándose por la puerta de la cocina, comentando que “si hubiera sabido que no terminaría el secundario nunca le hubiera permitido aceptar ese trabajo”. “Nos falto ponerle límites, ser rígidos. Siempre hizo lo que quiso sin pensar que en un futuro se vería afectado”- repetía en voz alta. A lo que agrego mientras Sebastián se fue al baño, “Es un muy buen chico, ya que siempre nos ha ayudado; y en realidad ahora el título no te determina que consigas trabajo. ¿Cuantos profesionales terminan manejando un taxi?”.

Está situación me dejó reflexionando en las distintas realidades que coexisten y como uno no se da cuenta de tantas cosas, solo ve sus preocupaciones diarias. Considera que puede comprender a los que se encuentran en otras realidades sociales cuando realmente no sabe lo que significan sus limitaciones reales. Solo nos preocupamos de nuestro futuro a largo plazo sin darnos cuenta que el presente desaparece, huye sin aprovecharlo.

Esta familia me abría las puertas de su casa, dándome de su pan con una bondad difícil de comparar. Sentía que muchas de sus carencias yo nunca las había sufrido y que muchas personas que me rodeaban con abundancia de materia no me habían dado tanto como estos desconocidos me proporcionaban. No solo materia, sino otra realidad que me enriquecía por ser diferente a la que estaba acostumbrada. Sebastián no dejaba de hablar. Me contaba, sin darse cuenta, su simpleza al vivir la vida, de cómo sus mimos u alegrías pasaban por comer una ensalada de fruta con helado o un asado en la vereda, con sus amigos de Buenos Aires. Solo bastaba poner una parilla portátil en la acera los domingos y preparar así, en la calle, el asadito. Tomar una botella de vino los domingos era otros de sus placeres de la vida. Me confeso que años atrás había tenido problemas con la bebida pero que por suerte ahora ya lo había superado. El amor lo había logrado, superando las barreras que lo hacían débil ante las eventualidades cotidianas.

El amor lo había llevado a vivir a Buenos Aires. Compartía una habitación con su mujer en una pensión. Con el paso del tiempo habían logrado comprar ciertas comodidades que lo hacían pleno, orgulloso de lo que poseía; una heladera, un televisor entre otras cosas. Ella mantenía los gastos fijos dado que trabajaba en una casa cuidando los chicos y ayudando a limpiar la casa en una familia de judíos que lamentablemente a fin de mes regresaban a Israel. Esto le causaba gran preocupación ya que tenía que buscar un nuevo empleo, por eso quería volver a hacerle compañía, a apoyarla. Me contaba como extrañaba a su familia cuando se encontraba a la distancia. Las reuniones familiares de los domingos era lo que más añoraba en Buenos Aires, por eso no podía pasar más de dos meses sin regresar a sus tierras para juntarse con su familia y amigos que eran lo que lo completaban. Su vida me la fue contando en pocas palabras. No tenía grandes pretensiones y todo resultaba fácil, a pesar de las carencias materiales. Su simpleza solo me hacia pensar en como a veces me complicaba la vida con pavadas.

Luego de esta larga conversación, entraba mi vida en acción. ¿Qué podía contar? ¿Como mencionar todo lo vivido materialmente cuando al mirarlos sentía que tenían una felicidad envidiable? ¿No se podía comparar?, no entraba en discusión que nuestras realidades eran diferentes, pero como alegar que una es mejor que la otra. ¿Con que ojos se miran las realidades? ¿Cómo justificarlas?

El hecho de mencionar que ya me había recibido de algo que en realidad no me gustaba, me hacia sentir desdichada en comparación de la vida de esta persona que resultaba agradecida por lo que la vida le daba a cada instante. Me limite a comentar solo algunas situaciones de mi vida cotidiana, porque no sentía que venia al caso extenderme con detalles; cuando yo crecía al escuchar sus historias de vida, su visión me resultaba preciada. No quería dejar pasar nada. Me hacían ver la realidad con un lente de otro color, de una forma diferente que me incrementaba mis puntos de vista, mis enfoques se reestructuraban de cierta forma.

Entre conversaciones, Sebastián tarareaba alguna estrofa de una canción, o sus manos empezaban a emitir ruidos por el tacto constante sobre la mesa ratona que se encontraba separándonos. Así mi pregunta de ¿Qué buena entonación tenes?, me condujo a su cuarto. Quería mostrarme su más preciada riqueza: la música. Su cuarto era como un mar, reflejando de esta forma sus otros dos hobbies, hacer windsurf y canoa. Todas las paredes se encontraban con recortes de pedazos de revistas de distintos mares. Mares de color azul intenso, celestes profundos y verdes esperanza que se combinaban, llevándote hacia otro lugar, a un paraíso marino de grandes olas con tablas. Una lámpara, hecha con una gran botella de damajuana gigante de vidrio color verde, llena de flores secas, era el elemento que se destacaba de la habitación, al lado de la cama. Compartiendo preponderancia en el centro del cuarto, se encontraban los preciados instrumentos que él tocaba. Los tambores eran de vivos colores, uno era de gran tamaño y al lado había otros dos más pequeños.

¿Conoces el “Candombe”? – me pregunta. Yo le digo que si, pero realmente no podía diferenciarlo. Me mira e instantáneamente comienza a contarme que la cosa que más extraña de Uruguay son los tambores, porque con ellos viaja a otro mundo, pierde la medición del tiempo, todo se vuelve difuso a su alrededor. Me cuenta que todos los domingos a lo largo de varios años y ahora en cada oportunidad que se le presenta, sale a tocar los tambores en comparsas que se organizan por las calles de Montevideo. Me dice el sonido de los tambores es lo que caracteriza a Montevideo, esta mezcla de sonidos disímiles logran la combinación perfecta al oído, que hace bailar hasta las paredes.

Me deje llevar con su relato a las calles de Malvin, donde el adoquín todavía existe y donde casas coloridas se desparraman por doquier. Allí se reúnen los domingos la gente sin invitación, solo con ganas de cantar y bailar. El candombe surge de la unión de un pueblo que se olvida de las preocupaciones a través de los sonidos intensos de los tambores y de las palmas que acompañan el paso de esta multitud que se encuentra por las calles de Montevideo. Comparo el sentimiento que a él le producía los tambores al de los pinceles en acción, esa sensibilidad que se despierta y que te lleva a olvidarte del mundo concreto, a convertirte en instrumento para llevar a cabo la obra. Así la música y la pintura se fusionan en una, lo importante es comunicar, es evadir de alguna forma esa realidad que tortura en otra galaxia, en un tiempo paralelo que se forma. Me detalló las partes del tambor, como los tornillos afinaban el sonido, lo hacia mas grave cuanta más presión uno hacia. Descubría algo nuevo y me encantaba.

Mientras hablaba empezó tímidamente a tocar con sus manos gruesas de trabajos pesados, el tambor. Mientras tocaba podía observar como su cuerpo y su mente se transportaban hacía ese otro lugar del que estábamos hablando. Entusiasmado, dado la atención que le daba a lo que decía, comenzó a poner compacts de Candombe, para que conociera de lo que estaba hablando. Así al compás de la música comenzó a tocar y a cantar. Tenía un ritmo que afloraba de su interior produciendo una armonía de sonidos y movimientos que me magnetizaban. Así fue como empezó mi interés hacia él. Empecé a observarlo, su fuerza interior me atraía, su inteligencia natural me encantaba. De esta forma no solo me alojaban como si fuera una refugiada en otra tierra dada las condiciones climáticas,  sino que hasta me regalaban un concierto de candombe en vivo. La decisión de haber aceptado la invitación cada vez se convertía en mas acertada.

 

Al rato la madre nos llama a almorzar. Había preparado milanesas con puré y ensalada. Nos sentamos en la mesa de la cocina los tres. Continuamos charlando de la crisis, de las injusticias, de la realidad que nos afecta como ciudadanos de estos países vecinos que de alguna forma son como hermanos. Almorcé en la casa de estos desconocidos que resultaron encantadores. Yo me encontraba con una mezcla de vergüenza y de felicidad, porque me resultaba una locura lo que estaba aconteciendo. A las 13:30 hs. nos llaman de Buque bus para confirmar que saldría el autobús que nos llevaría a Colonia para tomar el barco dentro de media hora.

Así que terminamos de almorzar y nuevamente los tres nos encontramos en la acera, en un día frío gris, que parecía de invierno, para tomar un taxi. La tormenta y el viento continuaban como si ahora nos echara hacia otro destino. Llegamos a la estación y ya había una cola de personas para tomar el autobús. Así luego de despedirnos de la madre, nos subimos al colectivo con rumbo a Colonia.

CONTINUA

TOCO MI CORAZON

Circular time y Stolen Heart

Cuando pensas que ya lo tenias olvidado, cuando pensas que pertenecía a un pasado que no tenia sentido volver, una meditación te llega al corazón y te hace ver cuanto amor sentiste por él y ese amor que sentiste no volvió a aparecer con esa misma intensidad de que el tiempo se pare y nada tenga sentido al mirar ese par de ojos que te hace mecerte de nuevo en la cuna como si hubieras vuelto a nacer. Y las lagrimas empiezan a correr por tus mejillas y tu corazón empieza a hablarte rápido, sin parar, contándote que todavía esta ahí esa persona que tal vez todavía no pudiste sacarla por no permitirte haberle compartido tanto amor. Un amor loco y sin sentido pero así parece que debe ser el amor porque en el reside la ingenuidad del loco que cree y confía de nuevo olvidándose de pasado y no temiendo a empezar un nuevo futuro sabiendo que solo puede estar en el presente; y cuando te das cuenta de esa inmensidad de amor que tenes y que viviste y que no volvió a aparecer después de tantos años y tanto camino te das cuenta de lo que somos, de lo incognoscible del ser, de lo sensibles que somos sin darnos cuenta. Como una pluma pendemos de nuestras emociones que nos manejan al punto de desconocer lo que el corazón guarda.

Y después de llorar y escuchar al corazón entendí que tal vez solo tenia que compartirle a él todo ese amor que sentí por él como por nadie más porque tal vez allí residía finalmente soltarlo, aceptar que lo ame al punto de no importarme dejar el todo de mi misma para ser un todo compartido y ahí también acepte las lecciones del universo que te muestran que hay un solo camino del ser, para ser feliz. Ser uno y querer volar junto al otro mientras ese vuelo sea en la misma dirección sin perderse de ser uno para poder seguir compartiendo la existencia. Entonces ahí sonrío porque se que todo tiene sentido en un hoy y que claramente seria diferente si hubiera sido en ese pasado. ¿Y me pregunto como puede ser que unos ejercicios de respiración, la conjugación de ciertas posiciones hagan abrir la combinación de tu corazón sin ni siquiera saber que hay otro cuartito en él y poder encontrar conversaciones de uno que uno no escucha? No sabiendo si es por protección o solo por seguir adelante. Y entonces entiendo que por algo aparece y tengo que abrazar esos sentimientos que surgen de mi interior porque están ahí.

 

Pasa el día, pero en un momento sin saber porque me siento a escribirle a él que lo conocí en una noche sin ni siquiera querer salir que solo nos percibimos y bailamos sin cesar sin decir ni una palabra y al no hacer él nada yo tampoco hice. Confíe que el universo hiciera su trabajo y ciertamente lo hizo. Diez días mas tarde nos cruzaba en la calle para no poder separarnos más por los 2 meses que duro una historia que no fue tiempo sino intensidad del vinculo, sanación del pasado, servicio de lavandería como a mi me gustaba describirlo. Fue aprender a cocinar porque si sabía mezclar colores y tenia la paciencia de pintar tenia que poder hacer alquimia con los ingredientes de la cocina y ciertamente lo hice siguiendo el instinto natural que uno tiene y el amor que uno le pone. Y principalmente hubo pensar en el otro. Nos separamos y volvimos a encontrarnos seis años más tarde porque me gane un pasaje en un sorteo sin ni siquiera imaginarme que podría volverlo a ver y nuevamente el tiempo se paro y fui en contra de mi destino pero hay oportunidades que valen la pena vivirlas sin importar el que o el como o la nada. Solo hay que lanzarse al vacío porque vale la pena porque se merece una nueva oportunidad volviéndote a olvidar de todo lo demás y 17 días fueron suficientes para saber que lo amaba con locura y que dejaría todo en pos de ese amor que me provocaba pero que al mismo tiempo me perdía, borraba mis bordes y mis limites me convertía en no forma, en niebla sin poder agarrarme, sin poder entenderlo. Y nuevamente el destino no quiso y después mucho trabajo interior para borrarlo mucho entendimiento para entender que no era.

Ya pasaron otros 7 años desde ese encuentro y cuando creí que ya no estaba más, que ya ni lo sentía. Una hora de meditación basto para que volviera a sentir toda esa inmensidad para que estos 12 años que nos separan desde que nos conocimos no existieran y desde ahí le escribí y me sentí en paz después de hacerlo, porque independientemente del resultado y de sentir que no es porque sino sería, quise hacerle recordar lo que me hizo sentir, y esto es lo que me contesto: “Beautiful! What I’ve learned for my self in life is that the more you choose to feel and live your emotions, the more work you have to do to balance yourself. You have an amazing love power inside and you choose to live it. That is truly beautiful. There is a Dutch song that is about loving different people in your life: you don’t love somebody (friends, family, lovers, partners..) more than the other: Just different. Thank you for sharing! Big kiss on you heart”. (Hermosa, lo que he aprendido de mi ser en esta vida es que, cuanto más elijas sentir y vivir tus emociones, más trabajo tendrás que hacer para equilibrarte. Tenes un poder asombroso para amar dentro y elegís vivirlo. Eso es realmente hermoso. Hay una canción holandesa que es acerca de amar a cada persona en tu vida: no amas a alguien (amigos, familiares, amantes, socios, etc.)más que a otro: Sólo diferente. Gracias por compartir! Un besazo en tu corazón)

Volver a Utrecht y Amor Soñado

Color del día

yo quiero construir2“Yo quiero construir”

Siempre hay nuevas oportunidades si uno quiere verlas y además es como la naturaleza el amor, a veces se muere, otras pensamos que se murió y vuelve a renacer y a veces de esa planta que no sirve más surgen semillas alrededor para nuevos brotes, o simplemente tenes que plantar una nueva semilla o ir a comprar una nueva planta. Es parte de la vida aceptar que no todo sale como uno espera, que a veces las cosas terminan y que hay cosas que duelen, lo bueno es ver que hacemos con eso, y para eso hay que seguir creyendo, confiando y abriendo el corazón!

 

Cuento sobre la libertad

La princesa Jaqueline

CASTILLO TENTACION

Había una vez, una princesa muy presumida que se había mudado a un gran castillo para vivir. La princesa que se llamaba Jacqueline, era de baja estatura por lo cual usaba siempre altos zapatos para que no se notara. Tenia, pómulos salidos y el pelo castaño y corto, siempre bien recogido por su coronita de rubíes rojos.  Jacqueline era naturalmente bella pero necesitaba siempre estar a la moda para sentirse bien. Los vestidos y zapatos se desparramaban a lo largo de la casa y a veces no eran usados porque se olvidaba de su existencia, perdidos en algunos de los armarios.

El castillo quedaba en las afueras de la ciudad. Dado que se había imaginado que continuamente tendría recepciones, fiestas y banquetes, contaba con varios cuartos. Pero las visitas nunca llegaban. Espero y espero pero nadie arribaba a pesar de la hermosura del lugar.

Un día salio a caminar por el bosque, y se encontró a una ardillita que juntaba felices sus bellotas; no necesitaba mas que eso para ser feliz. La princesa Jacqueline la observo por algunos minutos, y luego se acerco y se presento. Le contó que en su jardín contaba con distintas especies de árboles y que si viviera en el castillo serian solo para ella, por lo tanto no necesitaría tener que buscar su comida ya que esta se le proporcionaría sola, con la ayuda de sus sirvientes. La ardillita, no tenia problema de facilitarse su comida, pero la invitación era tentadora. Así que le pregunto: ¿Con quien vives en ese gran castillo que resplandece a lo lejos? La princesa le contesto que sola. La ardillita entendió que la princesa necesitaba compañía y decidió dejar su casita por un tiempo para compartir con la princesa. Ambas marcharon felices para el castillo.

Al llegar al jardín, la ardillita comprobó que no le había mentido Jacqueline, había toda clase de árboles para ella sola. La ardillita, corrió a treparse a los árboles con gran felicidad cuando Jacqueline la llamo. “A pesar de la abundancia que te rodea, mis sirvientes te alcanzaran tu porción diaria con solo decir lo que te gustaría comer ese día”, le explico. Continuo diciéndole, “De esta forma las bellotas, nueces y almendras no se desparramaran por el jardín. Es importante que los jardines luzcan bellos, por eso no hay frutos caídos,  todos son recogidos a primera hora de la mañana. Tendremos que buscarte un nombre apropiado para ti, te llamare Mía”. La ardillita, acepto el trato creyendo que era lo correcto dada la generosidad de la princesa.

Los días empezaron a correr y la ardillita se dio cuenta que al no tener que proporcionarse la comida le quedaba mucho tiempo libre para jugar. Pero no sabia como la princesa lograba acaparárselo todo sin que quedara tiempo para divertirse. Al principio la tentaban los paseos en carruaje, la decoración de los cuartos de visitas, o la sala de juguetes de porcelana, ya que eran novedad para ella. Compartía con la princesa, las comidas diarias, con vajilla de plata y pocillos de cristal. Nunca había visto nueces y avellanas tan perfectas, que brillaban. Hasta una silla a medida había sido confeccionada para su preciada amiga la ardillita para que concordara con el resto del mobiliario. A la semana de encontrarse en el castillo, Jacqueline, la sorprendió con una colección de vestidos a medida para que Mía usara cada día. Una coronita con un rubí le fue regalada que pesaba en demasía pero la ardillita no quería decepcionar a su amiga y la usaba, a pesar que la limitaba en movimientos. “La princesa solo quiere agasajarme”, se repetía continuamente.

 

Un día de primavera, una amiga de la princesa llamada Enriqueta, que era aun más presumida que esta, llego de visita al castillo. Dos carruajes la acompañaban para traer su equipaje. La princesa Enriqueta vivía en otra comarca y no quería perderse ninguno de los bailes y banquetes que se llevarían a cabo en los distintos castillos de la región. En ese momento se acordó de la princesa Jacqueline que vivía sola en ese gran castillo con tan buena ubicación. Jacqueline, feliz por recibir visitas le cedió la habitación principal que hasta ese momento usaba la ardillita que sin protestar se cambio a otra. “Era lo mismo para ella, pero porque la princesa no se daba cuenta que la había invitado primero”, pensaba en sus adentros.

 

Enriqueta, era esbelta de nariz respingada y de larga cabellera rubia. Viajaba continuamente en búsqueda de los mejores vestidos y joyas que se usaban en la temporada, lo cual le competía a Jacqueline en su gusto por la moda. Así comenzó el desfile de sedas de oriente confeccionadas en occidente, de vestidos de todos los colores acompañados por zapatos con tacos trenzados en Egipto o con diamantes engarzados, de accesorios traídos de Paris y una guía de peinados sofisticados. Los baúles no dejaban de abrirse mostrando sus contenidos. Jacqueline y Enriqueta no salían del castillo para probarse los atuendos que usarían en cada velada durante los próximos quince días. Ningún detalle podía dejarse a la ligera. Así fue como la rutina cambio. Los juegos se dejaron de lado para cumplir con los requisitos que se necesitaban para lograr estar aun más bellas. Peluqueros, maquilladores, y modistos no dejaban de transitar por los pasillos para cumplir con sus pedidos de cada día. La ardillita, cada día que pasaba sentía un malestar que no sabia de donde provenía. No se daba cuenta que sus paseos por el bosque y su diversión de encontrar su comida por la amplitud de este donde siempre algo la sorprendía; los había cambiado por largas horas encerrada frente al espejo dándole el beneplácito de que vestido usar para determinada ocasión a sus amadas princesas. “Estaré mas gorda por no treparme mas a los árboles y por eso me siento mal”, le decía a Enriqueta cuando le preguntaba que le pasaba que tenia esa cara de aburrimiento. Las princesas no entendían que ha ella no le importaba el color de moda de esa estación. Claro que para participar de los eventos tenía que cumplir con las indicaciones de la moda, o sea de ellas. Así que Mía, cambiada de atuendo según la ocasión. Un día llevaba un moño azul índigo en la cabeza y al otro día una capelina de seda color escarlata, hasta le quemaron sus pelos por tratar de hacerle un peinado del coiffeur del año. Pero eso no era todo. La princesa Jacqueline que al principio parecía dulce y amigable, comenzó a mostrar sus cambios de humor ¡Había que hacer lo que ella quisiera sino se molestaba! Lo cual implico que la ardillita muchos días terminara mareada entre tantas idas y venidas por los cuartos. En realidad, Jacqueline se había olvidado de jugar,  ya no tenía tiempo de divertirse con Mía y esta debía acompañarla a todos lados ya que era su amiga.

Los quince días de fiestas y bailes continuos pasaron y la princesa Enriqueta se esfumo como había llegado. Sus dos carruajes volvieron a buscarla con todo su equipaje. La ardillita pensó que al fin se restablecería la calma en el castillo, pero algo en su interior le decía que ya nada era igual. Pensó que era buen momento para marcharse pero la princesita quedaría sola en ese gran castillo y decidió quedarse un poco más.

 

Pero un día Mía, llego mas tarde de lo costumbre a cenar, dado que se entretuvo conversando con unas mariposas en el jardín que le habían hecho recordar la belleza de su casa. Ese día la princesa decidió, sin explicación, ausentarse al almuerzo en el jardín que había de desarrollarse con un circo de gitanos. Hombres que tragaban fuego, mujeres que se contorsionaban, payasos que bailaban y monos que hacían piruetas fueron pasando uno a uno por el teatro montado para la ocasión. Pero la princesa, a pesar de las risas y el jolgorio, no apareció. La ardillita que le gustaba el aire libre decidió asistir a pesar de que ella no la acompañara y juntarse con los amigos que había invitado. El espectáculo termino y la ardillita se encontró con tres mariposas amigas que solían visitarla en su casita y que al no verla allí, salieron a buscarla ¡la extrañaban! Mía, se olvido del horario compenetrada en la charla. La aguja marcaba las nueve de la noche al entrar en el castillo. Se había retrasado solo unos veinte minutos. El comedor se encontraba en oscuridad, solo una vela alumbraba a la princesa al final de la larga mesa para veinte comensales. El silencio se convertía en vació. La princesa no la había esperado para comer. Su cara de malestar era notoria y la ardillita se sentó frente a ella para conversar sobre lo que había hecho en el día. ¡Estaba entusiasmada de haberse encontrado a sus amigas mariposas! Pero la princesa no pronunciaba palabra y por primera vez su plato no estaba dispuesto. A los pocos segundos, Jacqueline la mira y le dice con tono altivo: “Mía, me vas a mirar comer sola, anda por favor a hacer tus actividades a tu cuarto. ¡No quiero escucharte! ¡Ah! y me olvidaba si quieres hoy comer los sirvientes se olvidaron de juntarte tus bellotas y sabes que no estas autorizada a treparte a los árboles del jardín. Lo cual implica que… ¡te quedaras hoy sin comer!”.

La ardillita salio corriendo con una gran angustia porque no entendía la actitud de su amiga. Pero al entrar a su cuarto, comprendió que la princesa le había hecho un gran favor ¡la había liberado!  Ya había cumplido su tiempo allí, tenia que volver a su verdadero hogar. Así fue como miro el cuarto con sus vestidos a medidas y sus accesorios varios. ¡Nada de eso le serviría donde ella pertenecía! Así que, volvió a salir del cuarto y se despidió de su amiga agradeciéndole las bondades que le había dado. La princesa Jacqueline recién en ese momento comprendió que se quedaría sola de nuevo. Comenzó a ofrecerle cosas, bellotas con cremas, fiestas de payasos al atardecer,  paseos en carruajes por otras monarcas. Como Mía, no cambiaba de parecer, la obligo a retractarse ¡Por que no te llevas los vestidos y accesorios que te regale! No te das cuenta que sos una ingrata, son tuyos ya no me sirven- le decía.  Pero ya era demasiado tarde. A pesar de los zorollos y gritos de la princesa, la ardillita ya estaba en camino.

El precio de su amistad con la princesa había sido muy alto, no disponía más de su tiempo y ella no podía realmente valorarla. Lo que parecía que daba para agasajarla, en realidad no le importaba porque le sobraba. Todo giraba en torno de ella. Recién al quedarse sola aprendería su lección. Estar solo puede llegar a ser una elección pero cuando no lo es, mortifica. La princesa, parecía tener mucho pero le faltaba lo mas importante saber compartirlo desde el corazón.

La ardillita se había obnubilado,  el bienestar del castillo la había apresado. Nunca había valorado su libertad por no saber lo que era su falta. Recién pudo liberarse al ser rechazada por la misma que la tenía controlada. Por más comodidad que tuviera en el castillo, el bosque era ilimitado. Tal vez no tenía siempre abundancia en el alimento pero podía controlar sus horarios y siempre tenia tiempo para mirar las estrellas que brillaban en el espacio y eso era impagable.

 

“Por amor en un abrir y cerrar de ojos todo el universo se creo”

el amor es todo 2

“Por amor en un abrir y cerrar de ojos todo el universo se creo”, Acrilico sobre tela, 120 x 120 cm

“Por amor en un abrir y cerrar de ojos todo el universo se creo”, es el cuadro que presente para participar en la segunda Bienal de Arte y Pintura (BAP 2013),  http://www.bienaldeartechaco.com.ar/ , que se realizará en Resistencia los días 11, 12 y 13 de octubre. Para mí es un honor haber sido elegida a participar, porque es importante que el arte se descentralice de Buenos Aires, y llegue a todas partes, al mismo tiempo es una gran oportunidad de interactuar con otros artistas y compartir el arte con otros. El evento se llevará a cabo simultáneamente en la Plaza 25 de Mayo y en la Casa de las Culturas, contando con la presencia de más de 40 artistas invitados.

Milo Lockett estará a cargo de la dirección de la BAP 2013 y de la curaduría estarán a cargo el arquitecto Federico Platener y el curador independiente Máximo Jacoby. La inauguración de la bienal se realizará el viernes 11 de Octubre a las 11,con la presencia de Jorge Capitanich, Gobernador del Chaco, y la Intendente de Resistencia, Aída Ayala.

Durante los días que dure la Bienal, los artistas locales y nacionales estarán en la plaza central pintando en vivo, interactuando con el público. En esta edición, también participarán de la BAP los distintos grupos y talleres de pintura, donde los alumnos, coordinados por sus profesores, estarán pintando y exponiendo sus obras en vivo. Además, la bienal contará con conferencias y workshops abiertos al público que estarán a cargo de destacadas personalidades del arte nacional como Ernesto Pesce, Fabiana Barreda y Ricardo Crespo, entre otros.

La segunda edición de la Bienal de Arte y Pintura tendrá shows musicales en vivo y otras actividades complementarias, como la actuación de la Babel Orkesta, Lenoise, Electroarte, Juan Sorrentino y el concierto de hamacas paraguayas, la Food Rave , el Open Bar del 4to piso de Casa de las Culturas y la exposición y venta de Chacú, la linea de diseño textil chaqueño. Los artistas plásticos invitados a participar de esta edición son: Alejandro Raineri, Andy Mermet, Alejandro Contreras Moiraghi, Barbara Low, Cristina Rochaix, Esteban Hernandez, Federico Bacher, Diego Perrota, Irina Elizabeth Rosenfeldt, Julio Fierro, Laura Delgado, Lucila Poisson, María de los Milagros Baylac, Luis Altieri, Adriana Zuleta Solórzano, Nancy Torre, Omar Claudio Panosetti, Maria Ines Haas, Juliana Ceci, Magdalena Tiscornia, Mirella Musri, Lucila Maria Guerrero, Manuel Perez del Cerro, Flor Vicente Lago, Heriberto Ruiz, Nicolas Rampoldi, Luciana Vernet y Valeria Fano, entre otros.

el amor es todo detalle 1a

Color del día

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“Transformando sentimientos”

A veces la intuición nos lleva a lugares que ni imaginamos pero que están en nuestro destino, a veces solo hay que cerrar los ojos y dejarse llevar para que la sorpresa nos encuentre y nos brinde nuevas posibilidades para brillar.

Color del día

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“Encuentro selvático”

Encuentro pistas del rompecabezas de la vida donde no las hay como si supiera que hay un hilo invisible que te llevara al encuentro, como si desde un principio hubiera escrito una historia a ser contada y tu solo te dispones a ser ese vehículo para relatarla.

Para irradiar luz alrededor ejercicio

buda centrado 2

“Buda con Venus en la luna”

Para experimentar:

En la tradición de Kundalini Yoga, el campo electromagnético que rodea al ser humano se conoce como aura. A través de este centro de conciencia, podemos experimentar fácilmente otros territorios más allá del cuerpo físico.

El octavo chakra combina los efectos y posee los poderes de todos los centros energéticos. Una vez que comenzamos a integrar todos nuestros chakras, el aura irradia completamente para protegernos y proyectarnos. Kundalini Yoga, como fue enseñado por Yogi Bhajan, trabaja minuciosamente para traer equilibrio y fuerza a todo nuestro sistema de “carreteras energéticas”, así como al aura.

El aura es un campo de energía electromagnética perceptible que rodea al cuerpo. Todos y todo lo que existe posee este campo. Desde la muy armonizada aura humana de casi 3 metros, hasta una pequeña roca con un aura de 30 cm y las auras de los pequeños átomos, todo posee un campo energético alrededor. Como seres humanos, estamos dotados de la capacidad de fortalecer y afinar nuestro propio campo.

Podemos utilizar una variedad de técnicas Kundalini Yoga para aumentar fácilmente la expansión de nuestro octavo chakra. Nuestra aura nos proporciona protección contra las enfermedades y las influencias ambientales negativas y proyecta nuestra verdadera naturaleza en el mundo. Con un potente octavo chakra, automáticamente filtramos influencias negativas y nos sentimos fuertes, saludables y radiantes. Cuando el aura es débil, parecemos vulnerables a todo alrededor de nosotros como los gérmenes, las actitudes, las emociones y nos sentimos enfermos y débiles.

En cualquier momento que aparezcan sentimientos de desconexión, prueba un muy simple ejercicio de Kundalini Yoga para aumentar el campo aurico. Fortalece tu resplandor y recarga el octavo chakra en cuatro minutos:

Quédate de pie con los pies separados a lo ancho de los hombros, cierra los ojos y enfócate en ajna chakra (tercer ojo). Inhala profundamente y levanta los brazos por los lados del cuerpo hasta juntar brevemente las palmas por encima de la cabeza. Exhala fuertemente y baja los brazos con las manos hacia abajo, a los lados de las piernas como si fueran las alas de un gran pájaro. Continúa con este movimiento y respiración por al menos tres minutos, a continuación siéntate quieta y silenciosamente durante un minuto, para sentir el aura y su inmensidad.

Es con el aura que podemos encarnar la gran habilidad humana de resplandor. Un aura fuerte automáticamente eleva y mejora el funcionamiento de los otros chakras. Es un espacio de sensibilidad que nos entrelaza con el universo entero y permite atraer oportunidades y riqueza. Con nuestro octavo chakra vibramos nuestra conciencia más alta y proyectamos nuestro destino.

Cuando estamos en flujo con nuestro verdadero propósito en la Tierra, nuestra aura es vibrante y podemos afectar fuerzas universales solo con nuestra presencia. Cuando no sentimos este resplandor procedente de nuestro interior, podemos usar Kundalini Yoga para aumentar el brillo y la fuerza del octavo Chakra.

“Todo el mundo es una vela, es cierto. Pero no todo el mundo se ilumina”

Mas info: http://www.spiritvoyage.com.mx/blog/index.php/kundalini-yoga-y-los-chakras-aura-el-campo-de-proteccion/

 

No importa el tiempo para encontrarse

No importa el tiempo para encontrarse 2

 

Cuando soltamos siempre viene algo nuevo! eso es lo maravilloso de la vida, aceptar, entender, abrir, creer, y volver a intentar una y otra vez. Sin acción no hay movimiento y no hay cambio. Si se cierra una puerta hay que abrir mas y a veces esto no implica hacer sino solo estar abierto a ver más allá para no dejar perder la oportunidad que pasa frente a tus ojos y que te puede mimar para darte cuenta que todo es posible.