“No me escucha Gervasio, nunca me escucha”
“No ayuda en nada de la casa, pero no solo eso: desordena todo, permanentemente”
“Las mismas leyes se aplican diferente para él que para mí”
“Es un tipazo, bueno, contenedor, pero no me enciende”
“Gran persona, pero le falta agresividad, dominio”
“No es conmigo como es con nuestros hijos”
“No me cuenta nada de su vida cotidiana, y a los bobos de los amigos, no me los banco más te juro”
Los sufrimientos derivados del amor de pareja son el puesto número Nº 1 en la práctica cotidiana de un psicólogo. Infidelidad, destrato, autismo vincular, sexualidad, odio, competencia, posesión… es que los seres humanos poseemos grandes cantidades de egoísmo, de posesividad, de celos y de un sin número de sentimientos y emociones que, desde ciertos ideales, tendrían que estar excluidos de la escena amorosa.
El amor de pareja, queridos lectores, es un escándalo para todo el mundo. A los seres humanos nos cuesta adaptarnos y funcionar acorde a la necesidad del otro, en general nos movemos por intereses narcisistas. El amor es una suerte de espejismo: si uno va caminando por el desierto, con toda una serie de necesidades vitales insatisfechas, desde esa desesperación, va a tender a ver un oasis, repleto de agua, comida y demás cosas para aliviar esas necesidades. Para nuestro caminante desesperado, ese lugar que ve a lo lejos, es la fuente perfecta, completa… que lo tiene todo.