Las declaraciones de un profesor canadiense en favor de un supuesto “aborto post-natal” nos han dejado perplejos sobre las formas en que avanza una mentalidad contraria a la vida. Profundizando el tema, se advierte la estrecha conexión que tiene con otra cuestión bioética de actualidad: el aborto tardío, es decir, el que se realiza en el tercer trimestre de embarazo.
En efecto, dado que hoy en día con las posibilidades biotecnológicas abiertas por la neonatología es posible la sobrevida plena de un recién nacido de 23 o 24 semanas de gestación, quienes se proponen realizar un aborto en el tercer trimestre de embarazo se han planteado cómo debe realizarse ese aborto. El problema surge porque muchas veces el aborto “fracasa”, el niño nace vivo, tiene que ser registrado como tal, y los médicos deben proceder a implementar todas las terapias neonatales para que el niño sobreviva. Algunos no aceptan esa posibilidad y se empeñan en poner fin a la vida del recién nacido, como hemos visto con las estrategias del llamado “aborto post-natal”, que es un eufemismo que encubre el infanticidio.
En otros casos se prefiere el “feticidio”, es decir, matar al niño antes de iniciar el proceso de aborto y evitar cualquier posible dilema sobre si el niño nacido vivo debe ser resucitado. Así lo proponía un documento del Nuffield Council on Bioethics de Gran Bretaña, citando los lineamientos del Royal College of Obstetricians and Gynaecologists (RCOG) que recomiendan que el feticidio se realice antes de la interrupción del embarazo a las 21 semanas y seis días de gestación, para asegurar que el feto nazca muerto. El método de feticidio recomendado es la inyección de cloruro de potasio en el corazón fetal.
El debate lleva a un sinceramiento de las posiciones, de modo que se acepta que la llamada “interrupción del embarazo” no consiste sólo en que se termine la gestación sino que sobre todo la finalidad buscada es dar muerte al niño antes de su nacimiento.
Todo ello deja en evidencia los problemas que encierra la legalización del aborto, que consiste en quitar la vida de una persona por nacer. Creemos que este no es el camino y que siempre es posible optar por salvar la vida y así garantizar la inclusión de todos, comenzando por la inclusión en el misterio y el milagro de la vida.