Por: Roni Bandini
Traducción de un articulo de la escritora Margaret Drabble publicado en The Guardian http://www.theguardian.com/books/2014/may/23/margaret-drabble-joy-ebooks-ereaders-electronic-books
La relación cercana con mi eReader es recibida con una sorpresa levemente ofensiva por parte de esos que esperan que los lectores de mi generación se encuentren atados sentimentalmente al papel y resistentes a las nuevas y desconcertantes tecnologías. Los que expresan sorpresa son casi invariablemente no-lectores que prefieren un gran libro de mesita de café al contenido.
El lector de libros electrónicos (eReader) separa la paja del trigo y divide a esos que necesitan leer de esos que gustan de pasar páginas.
Dejénme disipar un mito. El lector de libros electrónicos, aunque tecnológicamente avanzado, de ninguna manera es desconcertante. Puede tomar una hora o dos familiarizarse con el aparato, pero una vez que sabés cómo funciona, sus principios básicos son simples. A diferencia de los teléfonos celulares y las grabadoras de DVD y las aplicaciones que están por todos lados, el lector de libros electrónicos es fácil de manejar y hace exactamente lo que querés que haga. Te deja leer, en cualquier lugar, a cualquier hora y casi cualquier cosa. Te deja comprar textos a medianoche en un tren a Taunton, en una parada de colectivo, en las literas de un ferry por el Círculo Polar. No me digas que no hay romance en comprar eBooks; ¿qué puede ser más romántico que sentarse bajo sol, al costado de las olas turquesas en el Atlántico, disfrutando un almuerzo placentero y conversando sobre William Blake?. Y además con la posibilidad de encontrar la frase que no podías recordar bien con un click. Y todo, si lo querés, gratis. El eReader nos muestra que Blake estaba obsesivamente aficionado con la palabra Atlántico. Hacé con eso lo que quieras.
La capacidad de los lectores de libros electrónicos para investigar y consultar parece ilimitada y eso que yo no llegué a captar todo su potencial. Sé como tomar notas, cómo subrayar y hasta pude eliminar esa función desagradable que informa lo que los demás subrayan. Tenía cierto valor de curiosidad y era entretenido, pero no para mí. Me alarmé cuando el primer dispositivo que tuve – regalado en Navidad de hace tres años – me habló. No sabía que podía hacer eso y no sabía cómo hacerlo callar.
Hay tantas maneras de leer y se complementan unas a otras. En un estudio del Wordsworth el mes pasado, veinte de nosotros estábamos equipados con una gran variedad de textos: textos anotados a mano de hace cincuenta años, libros escolares de Penguin y OUP viejos y nuevos, una copia de un original de 1798 de Joseph Cottle (mío, muy atesorado) Y algunos teníamos eReaders. Entre nosotros, podíamos encontrar cualquier cosa que necesitáramos. Una versión no expulsa la otra. Tengo una primera edición de Golden Notebook de Doris Lessing en tapa dura autografiado y también, por la conveniencia para las referencias y para viajar, una versión digital en mi eReader. Es un libro grande y la versión digital es práctica.
A medida que nos ponemos viejos, los libros y bolsos se tornan pesados. El lector de libros electrónicos es la respuesta para viajar contento y evitar las restricciones de equipaje. Las Islas Canarias donde compré a Blake son idílicas en muchos sentidos, pero no tienen librerías. El lector de libros electrónicos permite comprar en el camino o cuando llegás a destino. Tiene diccionarios incorporados muy útiles. Permite leer bajo el sol o en la oscuridad del cuarto de hotel. El lector de libros electrónicos es bárbaro también para el hospital. El pánico a quedarse sin material de lectura ya no corre. Siempre podés encontrar algo para tu estado de ánimo: novelas de detectives, ficción intelectual, historia, cuentos de sobrevivientes y tu viejo amigo, el periódico Guardian, que se mete en el dispositivo cada día a un precio de oferta. Todavía compro y prefiero el diario en papel, pero el Guardian digital, cuando la versión en papel no está disponible, es reconfortante.
Los libros electrónicos son amenazantes para las librerías tradicionales; puedo reconocer eso y no estoy segura de lo que ellos puedan hacer o nosotros podamos hacer al respecto. Pero los editores están acomodándose rápidamente y creo que en el futuro voy a tener ganancias como autora además de como lectora. Los mapas y las ilustraciones no se ven aún muy bien en pantalla como se ven en una página impresa, pero siento que todo esto está mejorando…
Ver también el eReader argentino del INTI es un montaje