Las causas de que estemos cada vez más solos

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El 31 por ciento de los mayores de 30 años no tiene pareja estable, según el censo nacional de 2010. Son más de 6 millones de personas en todo el país.

Diez años antes, los solitarios eran un millón menos, según el censo de 2001. Si bien en el período que va de un censo a otro la proporción se mantuvo estable, ya que en 2001 representaban el 30 por ciento de la población, la tendencia de largo plazo indica que son cada vez más los que no pueden encontrar a alguien con quien compartir su vida.

 
La solitaria vida en la ciudad

El fenómeno es todavía más común en las grandes ciudades. En Buenos Aires, los solteros, divorciados o viudos que no se volvieron a juntar son el 38 por ciento de las personas mayores de 30 años.

Es cierto que casi no hay diferencias con 2001, pero si se tomaran datos del último medio siglo, se vería que antes eran decididamente menos.

http://www.youtube.com/watch?v=s76R1UGafUg

Brasil, de Terry Gilliam, es una película de ciencia ficción que imagina un futuro negro en el que las personas están completamente atomizadas, centradas sólo en su trabajo, y carentes de vínculos afectivos sólidos.

No es casual que esto se sienta más en la capital que en el interior del país. Y como en Argentina y en todo el mundo la proporción de gente viviendo en las ciudades no para de aumentar, se puede pensar que es un anticipo de lo que terminará ocurriendo en todas partes.

La vida en la ciudad se programa de manera individual. Cada uno piensa sus objetivos en función de sus propios deseos e inquietudes, no para satisfacer lo que otros esperan.

Por eso es muy común que las personas se organicen alrededor de su carrera laboral o de su formación académica, y que busquen acoplar sus relaciones a ese esquema, no a la inversa.

Así es difícil pensar en formar una familia, porque eso supone proyectarse a uno mismo junto a otros, planificando en conjunto y resignando aspiraciones personales.

Esto no significa que no haya quienes decidan armar su vida en función de casarse y tener hijos. La gran diferencia con el pasado es que es algo que sólo ocurre cuando parte de un deseo, y ya casi no se hace por obligación o por tradición. Por eso ocurre menos que antes.

Además, los vínculos en la actualidad son mucho más inestables. Como el trabajo, los estudios y los lugares en los que vivimos cambian continuamente, nos acostumbramos a pensar que todo es efímero.

Pero el problema es que no se puede pensar una pareja estable o una familia a corto plazo, porque son cosas que cambian la vida para siempre.

 
La muerte de la tradición

http://www.youtube.com/watch?v=z6NF6IFkpNY

El extranjero es una extraordinaria novela de Albert Camus, y merece ser leída sin importar su temática. No sé si es una historia sobre la soledad, pero sí trata las dificultades para vincularse con los otros, y la indiferencia extrema que puede llegar a provocar la vida moderna. Luchino Visconti realizó una adaptación cinematográfica, protagonizada por Marcello Mastroianni.

Pero hay otra causa más, que tiene un aspecto sumamente positivo. En el pasado, la familia y la tradición se imponían por sobre la voluntad individual. La orden familiar era que había que casarse, tener hijos y así prolongar el linaje.

Los mandatos solían incluir también cuándo y con quién casarse, y una vez unido a otra persona, la posibilidad del divorcio era inaceptable, ya que se tomaba como una forma de destruir la familia.

Hoy los márgenes de libertad son mucho mayores. Hay presiones familiares, pero en general se casa el que quiere, y con quien quiere. Y cuando se cansa de esa relación se puede separar sin temor a sufrir grandes represalias de su círculo íntimo.

No es casual que el número de individuos legalmente solos se haya incrementado. En 2001 el 58 por ciento de los porteños era soltero, viudo o divorciado (sin considerar si vivían en pareja o no en el momento del censo). En 2010, ese grupo ya representaba el 64 por ciento de la población.

De hecho, mientras en 2001 los divorciados eran el 11 por ciento de los habitantes de Buenos Aires mayores de 40 años, en 2010 ya eran el 14 por ciento.

 

La respuesta

La dificultad para encontrar una compañía para gran parte de la vida se resuelve de dos maneras: una opción, alentada por el ritmo de vida actual, es pasar por infinidad de relaciones ocasionales con personas distintas, donde lo que rige es el placer momentáneo e individual, y las responsabilidades no tienen lugar.

Otra forma de actuar frente a la dificultad para mantener relaciones estables es directamente huir de todo tipo de vínculo afectivo. El caso típico es el de aquellos que son realmente solitarios, tienen pocos amigos, casi no han tenido pareja y parecen estar verdaderamente casados con su trabajo.

También existe una tercera posición, que puede ser la más nociva de todas, aunque no lo parezca: las personas que no están dispuestas a resignar nada. No quieren dejar de organizar su vida en torno a sus propios objetivos, pero tampoco se quieren perder la experiencia de la paternidad.

La consecuencia más común son hijos que están todavía más solos que sus padres. Ya sea porque pasan mucho tiempo sin ellos, o porque son trasladados como paquetes de un lado a otro, están solos porque no reciben el cuidado y la atención que necesitan.

Al margen de los aspectos positivos de que haya más libertad que antes, en muchos casos se perdió consciencia de un hecho innegable: el verdadero amor -no el enamoramiento- requiere compromiso y responsabilidad. Si se pierden estas cualidades, los vínculos afectivos se hacen inviables.